OPINION

¿Puede el Bitcoin matar a los bancos?

B

itcoin es un fraude”, así de tajante se mostró Jaime Dimon, el presidente de JP Morgan cuando le preguntaron su opinión sobre la más famosa de las criptomonedas. La explosión en tiempos recientes de una gran oferta de estas monedas virtuales ha hecho que no sólo el sector financiero y el mundo de la inversión se fije en el curioso experimento que estamos viviendo. Bitcoin es una moneda virtual encriptada y que no está respaldada por ningún activo o gobierno. Cuando empezó, el Bitcoin no valía nada, y a la fecha de redactar este artículo la oferta y demanda libremente fijadas le otorgan una cotización de más de 4.800 dólares y una capitalización superior a los 81.000 millones.

La criptomoneda se puso en marcha con un código informático basado en la encriptación en el año 2009. La tecnología sobre la que se respalda es conocida como blockchain o cadena de bloques, y se trata de una base de datos o libro de operaciones público, encriptado, auditable por cualquiera y con una fiabilidad e invariabilidad total respecto a las transacciones registradas.

Una vez se conoció esta tecnología, miles de startups empezaron a desarrollar productos basados en blockchain que usan como soporte contable básico y transparente. Los más habituales son los medios de pago, los activos financieros digitales, registros de todo tipo (mercantiles, censales, etc), la creación de marketplaces online o incluso de servicios de streaming de música. Básicamente, la cadena de bloques puede ser útil para sustituir absolutamente cualquier servicio que hoy realice un intermediario. Recientemente la ONU utilizó la blockchain para enviar ayuda a 10.000 refugiados asegurándose que sólo podían gastar el dinero transferido para comprar productos de primera necesidad, evitando así desvíos de fondos.

El sector financiero es uno de los campos donde esta innovación tecnológica puede tener un mayor éxito. Un sector donde una parte importante del valor se genera en la intermediación podría ser el blanco más fácil de atacar por parte de miles de nacientes compañías que desean comerse su parte del pastel. Hay cierta evidencia que nos indica que esto podría no ser así y es que las entidades bancarias no son un competidor tan iluso y distraído como la mayoría podría imaginar.

Las buenas compañías están protegidas respecto a sus competidores por fosos, características propias o distintas formas de entender su negocio que se convierten en ventajas frente a los demás y en su más importante línea de defensa. Esta idea aparentemente simple es la base de la filosofía de inversión de empresarios e inversores de éxito, fue popularizada por Warren Buffett, quien la incorporó a sus ideas gracias a su socio Charlie Munger.

El caso de los bancos no es diferente, y es que las mayores entidades bancarias están protegidas por varias ventajas competitivas. Pero entre los propios empleados de la banca existe la apuesta sobre la duración de la actual hegemonía de los bancos y su aparentemente desfasado modelo de negocio: la estimación media son unos diez años. De nuevo, sospecho que las previsiones son excesivamente negativas.

En primer lugar hay que aceptar que las entidades bancarias tienen un problema con su actual modelo de negocio: están perdiendo el contacto con el cliente. Hace veinte años, antes de la implantación masiva de la banca electrónica, todos los clientes pasaban por la oficina. Con el paso de los años y la digitalización generalizada el cliente deja de acudir a la oficina y los más jóvenes incluso odian tener que pasar tiempo en ella. Para la banca eso significa la pérdida del principal canal de venta, para el cliente una menor pérdida de tiempo y una probabilidad menor de contratar productos que realmente no necesita. ¿Cómo ha reaccionado la banca? Aumentando la presión al cliente cuando visita la oficina, incrementando la venta cruzada forzosa, se contratan planes de pensiones como condiciones para pedir una hipoteca, y subiendo las comisiones.

¿Puede esta innovadora tecnología conocida como blockchain asestar el golpe definitivo a la banca? La respuesta es un tajante ‘no’ seguido de un intenso ‘todavía’. Son muchas las ventajas competitivas que siguen protegiendo a los bancos. En primer lugar, la banca sigue controlando el principal canal de distribución, oficinas bancarias y red de cajeros, y mantiene en exclusiva la oferta del producto esencial para la captación de clientes, el depósito a la vista. Estos dos elementos son inalcanzables para cualquier nuevo competidor que ve como el modelo de negocio y una parte de la regulación ya juegan en su contra.

Seguidamente tenemos la actitud y procedimiento que la banca ha seguido frente a la naciente competencia tecnológica. No sólo no la han ridiculizado, la elogian y señalan cómo la competencia real con su mano derecha mientras que con la izquierda la adquieren y la integran en sus enormes estructuras matando el espíritu innovador y neutralizando la compañía adquirida. Finalmente nos quedan los dos elementos que más protegen a las entidades bancarias; la verdadera esencia de su negocio y la creciente regulación. Los bancos no sólo intermedian ahorro y crédito, asumen y mutualizan riesgo dentro de su balance. La esencia de un banco no es sólo canalizar sus ahorros hacia la hipoteca del vecino, sino hacerlo siguiendo unos principios de prudencia y asumiendo unas posibles pérdidas que de forma equívoca y reciente ha acabado pagando el contribuyente.

Que los bancos no hayan ajustado suficientemente el riesgo al que se exponían es en parte consecuencia del mayor elemento protector de la banca, la regulación. Aunque cueste de creer, la banca es el sector más regulado y supervisado del mundo. Las leyes que le afectan le garantizan la exclusividad en el acceso al banco central, restricciones en la comercialización de productos, la protección de sus clientes a través del fondo de garantía de depósitos y un largo etcétera. Lo peor de la susodicha regulación es que cada nueva norma refuerza el status quo existente y limita de forma imparable la competencia.

Por mucho que las nuevas empresas tecnológicas sean una bendición para el sector que probablemente más maltrata a sus clientes, sin un marco más amigable, ni la más avanzada de las tecnologías, no serán capaces de atravesar el foso que hace que para muchos clientes sea inconcebible no tener el dinero en su banco de toda la vida.

Mostrar comentarios