Tribuna global

La descarbonización de la economía: el gran reto de la Alemania post-Merkel

Angela Merkel afronta sus últimos días al frente del Gobierno de Berlín.
Angela Merkel afronta sus últimos días al frente del Gobierno de Berlín.
DPA vía Europa Press

Alemania celebra sus elecciones el próximo 26 de septiembre y, con ellas, el país despide a la que ha sido su canciller durante 16 años: Ángela Merkel. Quedan pendientes varios retos, como la descarbonización de su economía y las relaciones comerciales con China, entre otros. Las encuestas para estas elecciones que se han ido publicando prevén dos escenarios viables en los que las coaliciones superen cómodamente el 50% de los escaños, con los Verdes llegando al Gobierno en ambas.

No obstante, más allá de quién gobierne, Alemania se ha puesto como objetivo el 'cero neto' (cero emisiones netas de carbono), que tendrá una fuerte influencia en las políticas gubernamentales. Y lidiar con esta cuestión puede ser el asunto más espinoso que tenga que abordar en los próximos años el siguiente canciller. La consultora McKinsey calcula que el país necesitará invertir un billón de euros en nuevas infraestructuras y otros cinco billones para mejorar la capacidad existente para llegar al “cero neto” en 2045.

La descarbonización es, por tanto, el desafío clave y Merkel ya anunció en mayo medidas más ambiciosas para alcanzar el “cero neto” en 2045. Es cierto que este esfuerzo finalmente se “pagaría solo”, ya que impulsaría el desarrollo de nuevas actividades, pero probablemente necesitaría de alguna medida de “bombeo” y “empujones dolorosos” por parte del Ejecutivo, al menos inicialmente. Y es probable que alguno de estos empujones adopte la forma de nuevos aumentos en el “impuesto al carbono”, algo en lo que Alemania ya se ha adelantado a la Comisión Europea, con medidas como aumentar el impuesto al combustible a principios de 2021 o extender el comercio de emisión de carbono al transporte y la construcción a nivel nacional. En el futuro, los efectos distributivos y de competitividad de estos movimientos podrían ser muy importantes y chocar con las otras prioridades de todas las partes.

Cuadrar la ecuación de forma en la que el déficit no se eleve por encima de la trayectoria pre-pandémica sería solamente compatible con un aumento de impuestos, y aunque cambiar el freno de la deuda puede ser una solución tentadora, Alemania tendría que enfrentarse a las reglas fiscales tanto internas como de la UE. No obstante, en Europa no puede suceder mucho sin o contra Alemania, aunque Berlín deberá, al menos, esbozar una estrategia integral para descarbonizar la economía, lidiar con el comercio internacional y hacer frente al daño macroeconómico causado por la pandemia.

El desarrollo de Alemania en la pandemia se ha situado en la media en comparación con el resto de países de la Eurozona. El shock inicial fue más moderado, pero dada la situación actual, es posible que la economía alemana deba enfrentarse ahora a algunas de las consecuencias de su especialización en manufactura, como la escasez de capacidad en el transporte marítimo o de microchips, que están afectando gravemente a su industria.

Por otra parte, eliminar el estímulo fiscal demasiado pronto podría dañar la recuperación del gigante europeo, aunque podría permitírselo: en 2019, Alemania fue el único de los cuatro grandes países europeos que registró superávit en su saldo fiscal y cuya deuda pública se mantuvo por debajo del 60% del PIB. La Comisión Europea prevé que este porcentaje solamente suba hasta el 73,1% este año, muy por debajo de la media de la región, que se sitúa en el 102,4%, lo que parece respaldar la estrategia del actual ministro de Finanzas y candidato a la cancillería por el SPD, Olaf Scholz.

La prosperidad económica alemana limita la incertidumbre de cara a las nuevas elecciones, lo que podría sugerir que no habría nada importante en juego. Sin embargo, las relaciones comerciales serán otro de sus dolores de cabeza, ante la bipolarización de estas entre Estados Unidos y China. Alemania, cuyas exportaciones representan una parte muy alta del PIB, ha endurecido sus posiciones con China, y si bien la falta de progreso en los acuerdos comerciales no es necesariamente un impedimento importante para el crecimiento de las exportaciones, la perspectiva de relaciones más difíciles con un mercado de exportación importante llega solo dos años después de los roces con Estados Unidos.

El Banco Central Europeo (BCE) no es, de momento, una obsesión en el debate político del país germano, lo que parece una fuente de tranquilidad en toda la Eurozona. La decisión de la semana pasada de reducir el ritmo de PEPP en los próximos tres meses fue ampliamente esperada, y se justifica tanto por la mejora de condiciones financieras como por la de las perspectivas de la inflación. Eso sí, los ‘halcones’ seguirán cobrando fuerza y el vínculo entre el final de la QE y los tipos se cortará para que el Consejo pueda decidir una continuación relativamente breve del programa APP (compras de bonos) una vez que cese el PEPP de emergencia del Covid.

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