OPINION

¡Ay Carmena, oh Jerusalén!

Esta semana se hizo viral el vídeo de una señora en muletas que protesta airadamente porque la policía de Madrid le impide andar en sentido contrario al que la nueva consigna municipal obliga para evitar aglomeraciones navideñas. La señora con evidentes dificultades de movilidad, indignada con la alcaldesa Carmena, increpa al guardia urbano por no poder moverse libremente por la calle Preciados y la calle del Carmen de una tienda a otra, calle arriba, calle abajo como lo ha hecho durante las últimas cincuenta navidades.

También esta semana Donald Trump anunció el reconocimiento de Jerusalén por parte de los Estados Unidos de América como capital de Israel y el inmediato traslado de su embajada desde Tel Aviv a la ciudad santa. De ese modo la potencia americana se convierte en el primer y único país del mundo que asume la histórica reivindicación de los sionistas. Jerusalén es sagrada para las tres grandes religiones monoteístas y precisamente por eso a la largo de la historia ha sido foco de conflicto para judíos, cristianos y musulmanes.

Que en el mismo periodo de tiempo hayan surgido ambas noticias sin duda es casual pero ello nos permite encontrar una serendipia sobre la que dedicar unas cuentas reflexiones. La alcaldesa de Madrid y el presidente Trump comparten con estas decisiones sus ganas de llevar la contraria, de romper con lo establecido, quizás sin medir las consecuencias que ello traiga.

En la lengua hebrea la palabra chutzpah se usa como sinónimo de insolencia y audacia. El término cogió fama mundial gracias al bestseller “La nación startup”. En ese libro se explica el llamado efecto chutzpah cómo la irreverencia con la que los estudiantes se dirigen a sus profesores en la universidad, la manera en que los empleados desafían a sus jefes o los funcionarios ponen en duda los mandatos del ministro de turno. En algún momento de su vida, un israelí, aprende que lo normal es tener confianza en uno mismo y cuestionar las órdenes en base a tus conocimientos. Eso hace crecer también a tu sociedad. Para los autores del libro, el secreto de que Israel sea uno de los países más innovadores del mundo con miles de patentes, cientos de startups de éxito y decenas de premios nobeles, está precisamente en esa irreverencia para poner en cuestión lo establecido.

Frente a esa chutzpah, por estas latitudes, estamos más acostumbrados al principio de autoridad, que se resume en el aforismo “magister dixit”. Detrás de “el maestro lo dijo” subyace la milenaria idea de que el conocimiento solo puede proceder de los llamados maestros y de la enseñanza tradicional. El corpus intelectual, de hecho, debía considerarse inamovible y por tanto contradecir al maestro o al padre era casi como contradecir a Dios. Era la garantía del mantenimiento de un orden que no podía ponerse en cuestión por muchas dudas que cupiesen.

Dominique Lapierre y Larry Collins han vuelto a la actualidad estos días por su libro “Oh Jerusalén” escrito en 1972 en el que narraban el nacimiento del Estado de Israel. Quisieron resumir la dureza de esa historia con la interjección “Oh” que en casi todos los idiomas del mundo indica un gemido, un sentimiento profundo de pena. Unos años después, en 1986, el dramaturgo español Sanchís Sinisterra escribió la obra de teatro “Ay Carmela” que narra las vicisitudes de una pareja de actores en plena guerra civil. La obra conocida para el gran público por la película protagonizada por Carmen Maura y Andrés Pajares tomó para su título otra interjección, en este caso “Ay”. Así se pretendía mostrar el dolor por esa dramática época de la historia de España. La serendipia hubiese sido perfecta si el apellido de la alcaldesa de Madrid tuviese una letra “ele” en lugar de una “ene”.

Dejo a elección del lector si tras la decisión del Ayuntamiento de Madrid y Donald Trump hay esa audacia que hace que el mundo se mueva o solamente causarán más interjecciones como las que titulan las anteriores obras de la literatura.

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