Serendipia

Eres un lobista (aunque no lo sepas)

(I-D) La portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra; el secretario general del grupo socialista en el Congreso, Rafael Simancas; la vicepresidenta primera y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo; y el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, aplauden al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su intervención en una sesión de Control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, en Madrid, (España), a 24 de febrero de 2021. El pleno estará marcado por la intervención del presidente del Gobierno quien tendrá que responder a las preguntas de la oposición y dar cuenta del estado de alarma y de las medidas que está llevando a cabo el Ejecutivo para frenar la pandemia y sus consecuencias. Asimismo, se espera que detalle la gestión de los fondos europeos y de los planes de vacunación. 24 FEBRERO 2021;SESION DE CONTROL;VACUNACION;COVID;PLENO E. Parra. POOL / Europa Press 24/2/2021
Eres un lobista (aunque no lo sepas)
Europa Press

No es fácil ir contracorriente. Tener el viento en contra no ayuda, ni en la bicicleta, ni en otras actividades de la vida. Pero en ocasiones la corriente te puede arrastrar donde no quieres y un excesivo viento a favor puede hacerte encallar. Es el caso que nos ocupa en esta columna. Nadie quiere usar el término lobby y mucho menos definirse como tal. Y aunque la Real Academia de la Lengua la ha admitido en su diccionario como sinónimo de grupo de presión, catalogarse como lobby es ir contracorriente. A parecer todos los lobistas son malos, oscuros y por supuesto corruptos.

Me temo que tampoco ayudará a parar este torrente la recomendación de la Fundación del Español Urgente de utilizar la palabra "cabildeo" tan extendido en el español de América. Porque también la definición de esta palabra "hacer gestiones con actividad y maña para ganar voluntades en un cuerpo colegiado o corporación" alimenta esa corriente.

Si me permiten los académicos de la lengua, existen otras palabras que al lector le pueden ayudar a entender quiénes son en realidad los lobistas y porque son tan importantes. Quizás las expresiones "grupo de interés" o "asuntos públicos" son más objetivas y no se dejan llevar por ese flujo. Cuando el sector público -o en general una institución- toma una decisión sobre un asunto puede impactar en terceros involucrados que legítimamente querrán ser escuchados. Si un gobierno elimina los conciertos educativos, muchas familias se verán afectadas y defenderán su posición. Si una gran empresa reduce los fondos para su política de becas a la ciencia, los investigadores reclamarán con argumentos la continuidad de estas. O si una televisión pública duda entre usar o no la lengua de signos, los sordos argumentarán las ventajas para su colectivo. Y cuando el ayuntamiento de turno cierra un campo de fútbol siguiendo el planeamiento urbanístico, los chicos federados protestarán.  Esos jóvenes, junto a los becarios, los sordos y los padres son lobistas.

El origen del término lobby igual nos ayuda a no dejarnos llevar por este torbellino. A finales del siglo XVIII el acceso a los ciudadanos a la Cámara de los Comunes en Inglaterra estaba prohibido, por lo que se celebraban reuniones con los diputados en los pasillos o en las salas de espera del Parlamento, denominadas lobbies en inglés. También está muy extendida la teoría de que el presidente de Estados Unidos Ulysess S. Grant, tras ser nombrado en 1869 acudía todas las tardes al recibidor del Hotel Willard, muy cerca de la Casa Blanca, a relajarse con un puro, lo que llevó a que muchos interesados en interactuar con el gobierno acudiesen a ese lobby.  Sea como fuere, la realidad es que los legisladores norteamericanos desde finales del siglo XIX han regulado la actividad de los grupos de interés, siendo la primera gran ley, la Federal Regulation of Lobbying Act de 1946, que abrió el camino a que, en todo el mundo tengamos normas sobre el particular. De hecho, ahora mismo en nuestro país está abierta una consulta pública del Ministerio de Política Territorial y Función Pública de cara a una futura ley de transparencia e integridad de las actividades de los grupos de interés.

Para ayudar a frenar esa corriente negativa, un grupo de profesores -entre los que me encuentro- aceptamos el encargo de APRI (asociación española de profesionales de las relaciones institucionales) para investigar la utilidad de la tarea desempeñada por los profesionales de los asuntos públicos en nuestro país. A través de una metodología cuantitativa encuestamos en 2020 a más de 120 cargos públicos, para luego contrastar esa información de modo cualitativo con cinco grupos enfocados y entrevistas en profundidad a políticos en activo, se ha obtenido una visión certera. Las conclusiones han sido resumidas en siete hallazgos y un decálogo de recomendaciones a los grupos de interés. Respecto a los hallazgos, por primera vez se ha constatado en España que una mayoría aplastante de políticos tienen una relación estable y natural con los grupos de interés. Valoran especialmente a las organizaciones empresariales como los lobbies más exitosos. Las vías de contacto presenciales son las más frecuentes y preferidas por los políticos para gestionar la comunicación con estos grupos. La utilidad en la relación con los grupos de interés abarca múltiples dimensiones en el ciclo de las políticas públicas, como consecuencia del mejor conocimiento que tienen los agentes afectados de la realidad que les afecta. Los cargos políticos reconocen especialmente el mejor conocimiento que los lobistas tienen de una realidad que les es muy próxima especialmente si se plasma documentalmente. Pero también para los servidores públicos resulta imprescindible mejorar el marco jurídico que regula los asuntos públicos.

La participación de los grupos de interés en las políticas públicas se ha normalizado significativamente en los últimos años en España, aunque todavía queda mucho camino que recorrer. A modo de caja de herramientas en este estudio se sugieren diez palancas para mejorar la interacción desde los agentes de interés con los cargos públicos: planificación, estudio de los interlocutores, anticipación, constancia, respeto, conocimiento de lo público, sinergias, rigor, transparencia y neutralidad forman parte del decálogo propuesto. Sin duda, la calidad de la democracia española aumentará con una mayor transparencia y eficiencia en la relación entre los gobernados y los gobernantes. La asunción por parte de la sociedad de la actividad lobista ayudará a avanzar en una mejor gobernanza de los asuntos públicos.

Pero, en cambio, dejarse llevar plácidamente por la corriente, puede acabar arrastrándote donde no quieres. Si los lobistas son los malos, quiénes serán los buenos. Acaso queremos que Rusia y otras plutocracias junto a tecnológicas que no respetan los derechos humanos en sus cuarteles generales, acaben dictando con sus poderosos terminales cibernéticos qué tenemos que pensar, comprar o votar en cada elección.  Moisés Naim dejó escrito en su libro "El Fin del Poder" cómo la energía iconoclasta de los micropoderes puede derrocar dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede conducir al caos y la parálisis. Cada uno de nosotros gracias a la democratización de la tecnología podemos ser micropoderes, en nuestra mano está ejercer como tales o dejar que otros lo hagan. Ser lobista o no serlo.

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