Opinión

Ética y épica de Pablo Casado

Despedida de Pablo Casado
Despedida de Pablo Casado
Europa Press

El auge y caída del presidente del PP en apenas unos meses es digno de estudio. En octubre de 2021 Pablo Casado se situaba en todas las quinielas como presidente del gobierno in pectore, pero la sucesión de una serie de errores de comunicación en el mes febrero, ha hecho que todos los cadáveres de su gestión se hayan levantado de sus tumbas, hasta empujarle a su deserción. La pregunta que me ronda la cabeza es si esto hubiese pasado hace unos años o es fruto de los tiempos líquidos que nos ha tocado vivir.

El coronavirus ha precipitado un cambio que hace ya unas décadas preconizó el polaco Zygmunt Bauman, este filósofo acuñó el término líquido para definir el estado fluido y volátil de la sociedad actual, sin valores demasiado sólidos y en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Están haciendo aguas muchas cosas, desde los Estados hasta las familias, pasando por los partidos políticos, los gobiernos que ya no mandan, los puestos de trabajo que no sabemos si durarán hasta mañana.

Hoy, frente ayer, los actos tienen consecuencias inmediatas. Si algo define el momento actual es la inmediatez. En unos pocos segundos puedes acceder al entretenimiento que quieras; en unos minutos en casa la comida deseada y en apenas unas horas la ropa que quieres ponerte mañana. Al mismo tiempo los contenidos quedan olvidados de un día para otro. Pero esta inmediatez es un arma de doble filo. Todo es muy rápido y la información llega hasta el último hogar. En un abrir y cerrar de ojos esa opinión pública, instruye tu caso, te juzga y condena.  Y además sin posibilidad de recurso alguno. Casi sin datos, sin tiempo para razonar y argumentar, simplemente desde las emociones. Lo llaman posverdad.

Hoy, frente ayer, no hay segundas oportunidades y si fallas en los momentos de la verdad, estás perdido. Esos instantes, conocidos también como "moments of truth" fueron etiquetados así hace décadas por el directivo sueco Jan Carlzon para explicar esas ocasiones en las que una empresa se la juega con su cliente. En los tiempos convulsos de hoy en día las organizaciones en función de cómo comuniquen se la juegan. Guerras, pandemias, crisis económicas que no son sencillas de gestionar desde las empresas pero tampoco desde otras instituciones. El cliente de Carlzon ha pasado a ser los agentes de interés en el que también están los proveedores, empleados, accionistas y la sociedad en general. El cliente de Casado en sus “momentos de la verdad” del viernes 17 de febrero eran sus afiliados y votantes y no supo alinearse con ellos.

Hoy, frente ayer, no puedes minusvalorar a tus rivales internos y externos porque el poder ya no es imbatible como antes. El economista Moisés Naim lo dejó escrito en su libro “El fin del poder” mostrando las grietas de las actuales estructuras del poder que ya no pueden hacer lo que les de la real gana. Las reglas del juego han cambiado y Pablo Casado debería haber sabido que por muy presidente que sea del partido político español más presidencialista, su puesto estaba en juego cada día. Tus actos siendo presidente del PP tienen consecuencias y tu inacción también.

Hoy, frente ayer, un líder sin los pertrechos del momento está llamado a durar poco. El pensador libanés Nassim Taleb en su libro “Jugarse la piel” habla de que la sociedad cada vez más desconfía de esos individuos que no se juegan nada a la hora de trasladar sus opiniones porque el resultado de sus equivocaciones siempre es pagado por otros que no tienen su poder. En cambio, seguimos a los abrasados, a los que han sufrido para llegar donde están. Pedro Sánchez, Santiago Abascal y también Isabel Díaz Ayuso tienen esa épica y parece que los votantes piensan igual. Casado se jugó también la piel en las primarias de su partido, pero pronto se quitó ese traje de invitado no esperado para querer enfundarse el de líder de toda la vida. Qué error. Renunció a la ilusión del insurgente de julio de 2018 para convertirse en un incumbente, pensando que eso le permitiría ser admitido en el club de los poderosos. Quizás hace una década, me temo que hoy las circunstancias han cambiado y sino echemos un vistazo a los líderes que han sobrevivido al último lustro.

Hay que recordar que Casado tuvo a su favor la épica y la ética. David (Pablo) ganó a Goliat (Soraya y Cospedal) porque se apoyó en la ética (romper con el pasado), pero en el camino de su mandato pareció olvidar ambas.  En su funesta entrevista en la COPE Casado pareció elegir la ética creyendo que era más poderosa que la épica, pero ya era tarde y sus votantes y bases optaron por la épica de Isabel Díaz de Ayuso. Como en los libros de caballerías da igual si las hazañas del héroe (en este caso heroína) son verdad, lo importante es su batalla y lo que hace que te adhieras a su causa son unos enemigos comunes. Ayuso desde la épica ganó a la supuesta ética de Casado. Mucho antes de que los barones o la cascada de dimisiones empujasen al patíbulo al presidente del PP, el corifeo Ayuso tenía detrás a millones de votantes y militantes.

La épica y la ética comparten casi todas las letras y un origen heleno. Y muchas cosas más aunque estos días de crisis del PP algunos hayan pensado que son conceptos excluyentes. Un mandato ético puede ser épico; un discurso épico no debe renunciar a la ética. La épica es la leyenda, el coraje, lo imposible y la ética es lo bien hecho. Pero también la ética son unos hábitos (ethos en griego), algo que permanece y no se exhibe en determinadas ocasiones. Si se une épica y ética, todo es posible. Si no, hoy, nada puede lograrse.

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