OPINION

La lechuza que desde León llegó a todo el mundo pasando por Bilbao

Esta semana El Heraldo publicó una noticia haciéndose eco de la ley de autónomos aprobad este otoño por el Congreso de los Diputados. Las nuevas ayudas para los emprendedores,

repasadas en el artículo del periódico, llevaron a concluir al redactor que la nueva  norma coadyuvará a consolidar la tendencia al alza del emprendimiento en nuestro país. El diario aragonés, para ello, citaba el capítulo español del informe Global Entrepreneurship Monitor, conocido por sus siglas GEM, que con datos de 2016 reflejaba que la mitad de los españoles consideran emprender como una buena opción profesional.

El GEM utiliza un indicador propio para medir el emprendimiento en un territorio y poder comparar la capacidad de emprender de unos países con otros. Así, la tasa TEA, refleja el número de personas involucradas en un determinado año en actividades de emprendimiento. A su vez define el emprendimiento, a efectos de facilitar su medición, como el proceso de 42 meses desde que una persona tiene una idea, la pone en marcha y lanza una nueva empresa. En España el TEA es de algo más de 5 puntos, es decir que cinco de cada 100 personas en edad de trabajar están implicadas en la creación de startups. La bondad del GEM es que nos

permite la comparación, por ejemplo,  con territorios de alta tradición emprendedora como Estados Unidos que está en el grupo de cabeza del ranking global con una TEA de 13. La distancia que aún nos separa del país de Silicon Valley no ha de desanimarnos sino al contrario servirnos de inspiración, por ejemplo alguna de las cuestiones que el propio informe cita como claves para generar un ecosistema emprendedor dinámico. El economista Paul Reynolds, padre del GEM, ha escrito mucho sobre la importancia de una cultura nacional que propicie las nuevas vocaciones empresariales. Situar en la cúspide de los valores patrios a los empresarios y su capacidad de arriesgar e innovar se consigue de muchas maneras pero sin duda una de ellas es conociendo y difundiendo las historias personales que hay detrás de los fundadores de empresas de éxito.

Es difícil encontrar un ciudadano americano que no conozca la biografía de Steve Jobs o Mark Zuckerberg porque en la televisión, cine y hasta en los colegios los creadores de Apple y Facebook, como en su día los fundadores de Ford o Coca-Cola, son paradigmas a imitar. Por

desgracia, como nos recuerda un reciente informe del Círculo de Empresarios, en nuestro país la imagen de los empresarios en los libros de texto es francamente mejorable y son pocos los ejemplos de emprendedores nacionales citados en las aulas.

También esta semana tuve el honor de compartir en Deusto Business School un largo café de tres horas con la presidenta de Eulen, María José Álvarez que tuvo como hilo conductor la trayectoria vital de su padre, fundador de la empresa familiar. La historia de David Álvarez es

de esas biografías que solo de escucharlas en un colegio generarían cientos de vocaciones empresariales. Cualquiera puede imaginarse el efecto multiplicador que se lograría, en términos de nuevos emprendedores, si además la televisión, la literatura, el cine o la redes

sociales se hiciesen eco de la vida de este español nacido una aldea de León que tras crear una pequeña empresa en Bilbao consiguió construir lo que es hoy Eulen: una corporación global del sector de la externalización de servicios que ofrece sus servicios en más de 30 países.

Crémenes es un pequeño pueblo de la parte leonesa de los Picos de Europa que vio nacer a David Álvarez en el año 1927. Pronto sus padres emigraron al industrial Bilbao en busca de las oportunidades que la localidad leonesa, gran parte del año aislada por la nieve, les negaba.

Pero ya en la capital vizcaína el joven David tuvo que abandonar sus estudios de ingeniería para traer dinero a casa. Y en lugar de colocarse en cualquier taller, aprovechando sus estudios comenzó a dar clases particulares a jóvenes que preparaban los exámenes de reválida en Valladolid para hacer regularizar sus estudios universitarios todavía no oficiales en Bilbao. La fama de buen profesor le llevó a crear la Academia Minerva que hizo posible durante diez años que cientos de estudiantes oficializaran sus títulos y de paso que David Álvarez ganase la amistad de los influyentes padres de esos jóvenes cachorros de los industriales vascos. Pero en los años 60, Bilbao logró ser distrito universitario y con ello el servicio que prestaba dejó de tener sentido lo que llevaba inexorablemente a la quiebra a la academia. Un día pensando en voz alta qué hacer con su vida, David Álvarez recibió por casualidad un consejo de la empleada que limpiaba de madrugada su academia que le cambió la vida. La señora le explico que solo había una empresa que limpiaba todas las oficinas del pujante tejido empresarial vizcaíno. Ni corto ni perezoso abandonó corriendo la academia para recorrerse uno a uno los comercios de la Gran Vía ofreciéndoles la limpieza de los castigados escaparates por el sirimiri vasco. La imbatible oferta junto a las dotes comerciales del leonés le llevaron a tener como clientes ese día a todos las tiendas de la arteria comercial del Bocho. Nació entonces Central de Limpieza El Sol. De ahí a limpiar con la ayuda de sus amigos las oficinas de Iberduero, el gigante de la energía. Abrir delegaciones con la llegada de la democracia en 15 comunidades autónomas fue el siguiente paso sin olvidar conseguir ser el pionero en los servicios de vigilancia con la nueva ley de seguridad privada. 20 años después del fortuito consejo de la limpiadora, la empresa pasó a llamarse Eulen, marca ideada por encargo a una empresa de marketing que no significaba nada pero que tenía buena sonoridad

para ser recordada. La nueva empresa mantuvo la imagen de la lechuza que también estaba presente en la academia por ser el símbolo con el que se representaba a la diosa de la templanza. 

Hoy Eulen está presente en 14 países, da empleo a más de 70.000 personas, tiene de clientes a las empresas más importantes del mundo y ofrece servicios en ámbitos tan diversos como el trabajo temporal, el telemarketing, la salud, la seguridad, la limpieza, el mantenimiento o el

medio ambiente.

Detrás de la historia de éxito de Eulen hay un emprendedor que construyó su empresa sobre los valores del esfuerzo y el sacrificio pero también pensando mas allá de los resultados. El padre de la actual presidenta de Eulen defendió que las personas eran siempre más importantes que los beneficios cuestión esta que sus empleados disfrutaron durante los más de 50 años que estuvo al frente de la compañía.

Ninguno de estos valores descritos fueron casualidad pero en esta columna siempre ponemos el acento en la serendipia y el texto de hoy no será la excepción. María José Álvarez apuró su último cigarro en la puerta de Deusto explicándome la cara de sorpresa que se les quedó a todo el clan familiar hace unos pocos años cuando un amigo les contó que Eulen en alemán es el plural de Búho. Ese mismo viejo búho que dibujó David Álvarez en el cartel de la humilde Academia Minerva porque ya entonces sabía que solo la prudencia y la sabiduría, que representa la lechuza, eran las claves del éxito.

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