Serendipia 

Lo que viene con Joe Biden: la deseada instantánea de Sánchez por fin ha llegado 

Joe Biden Pedro Sánchez
Lo que viene con Joe Biden: la deseada instantánea de Sánchez por fin ha llegado. 
CONTACTO vía Europa Press

La deseada instantánea con el presidente americano por fin ha llegado, pero a la vez otras cosas han desembarcado desde el otro lado del Atlántico que a Pedro Sánchez no le van a suponer tanta alegría.

El álbum de fotos de la Moncloa se va a quedar pequeño con tantos retratos que incluir, Sánchez con Biden, Begoña con la primera dama y también con Joe, nuestro presidente posando en el Prado, de anfitrión supervisando los trabajos en IFEMA o bromeando en el Palacio Real y hasta las nietas del mandatario en chándal tendrán su hueco… Lo que, me temo, no le va a gustar tanto son las noticias que han llegado al mismo tiempo con la delegación americana.

En Torrejón aterrizaba el Air Force One y los dosieres en las mesas del avión destacaban las palabras de Jerome Powell de la Reserva Federal reconociendo su incapacidad en estos meses para frenar la inflación, todo ello tras la mayor subida de tipos desde hace tres décadas. El riesgo de que la inflación se cuele en la primera economía del mundo provocando destrucción de empleo, es ya una realidad. A ningún político le gusta el paro y menos a uno americano tan acostumbrado al pleno empleo.

Mientras la limusina de Biden conocida como “La Bestia” circulaba por el Paseo de la Castellana, los asesores del presidente le ponían al día de las últimas noticias de la comisión de investigación de la Cámara de Representantes sobre el ataque al Capitolio. Un miembro del gabinete de Trump había reconocido que el anterior presidente ordenó quitar los detectores de metales porque los alborotadores armados “no me van a atacar a mí”. Lejos de provocar un hundimiento de Trump en las encuestas, le cuentan a Biden sus asistentes a punto de llegar al Paseo de Recoletos, estas noticias hacen que aumente la popularidad del empresario hotelero, en una suerte de sima que se agranda, la mitad de la nación le odia y la otra le idolatra.

Dos crisis, a cuál peor, se han enquistado en Estados Unidos y avanzan peligrosamente hacia esta parte del mundo. La economía americana sufre una inflación inédita que tiene su origen -a diferencia de la europea- en un shock de demanda o lo que es lo mismo un aumento voraz del consumo que las empresas no pueden atender y que lleva a que los compradores paguen más por satisfacer sus necesidades. Pero como si de un ser vivo se tratase, la inflación allí ha ido mutando y ahora es tan importante la originada por la demanda como la tiene su origen en la oferta. Si quieren entender un poco mejor esta realidad los animo a seguir al economista de ING, Paco Quintana. Básicamente, el alza de los precios de la energía, el trasporte internacional pero también la falta de trabajadores (la archiconocida “Gran Dimisión”) han tensionado los precios provocando un nuevo shock, ahora de oferta. Para llorar sin trabajas en la Reserva Federal, cuyo único mandato es política monetaria para mantener precios estables.

La división irreconciliable de la sociedad americana no se ha difuminado con la llegada de Biden a la Casa Blanca. La penúltima demostración ha sido la decisión del Tribunal Supremo de anular la sentencia de 1973 que garantizaba el derecho al aborto. Para unos un retroceso en los derechos de la mujer, para otros se fortalece la democracia representativa ya que los jueces dejan en manos de las cámaras estatales la decisión última. Citando a Adolfo Corujo desde su atalaya de Miami, en Estados Unidos se vive la realidad como si el pueblo estuviese en dos salas de cine diferentes. Unos, que pueden ser votantes demócratas, luchan por la igualdad y defienden la cultura de la cancelación (boicotear a todos los que osen ir en contra de lo políticamente correcto). Otros, que apoyan un neoconservadurismo, se apalancan en el descontento social para derribar consensos como la libre circulación de personas y mercancías. Cada uno ve, lee y escucha sus noticias y la brecha entre ambos no deja de aumentar.

Cuando el bedel de la Moncloa guarde la última bandera de las barras y estrellas, Sánchez hará un respingo porque sabe lo que viene ahora. Biden se ha ido, pero ha dejado en España dos problemas que no dejan de crecer y que sufre el amigo americano. La inflación y el adanismo. Los precios están desbocados en nuestro país y ninguna de las medidas del gobierno son capaces de frenar la escalada. Para colmo la subida de tipos del Banco Central Europeo aprieta más la soga a los españoles por el encarecimiento de las hipotecas. El verano será el más caro de la historia y a nuestra inflación basada en un shock de oferta (los productos se han encarecido porque las materias primas y la energía que utilizan las empresas son más caras por la Guerra y la reseca pandémica) se retroalimentará porque estamos agotados de tantas malas noticias y vamos a gastar en vacaciones como si no hubiese un mañana (shock de demanda).

Adán, dice la Biblia, fue el primer hombre en la faz de la Tierra. Y así se sienten algunos en Estados Unidos, pero también en España. Como si fuesen los primeros que defienden la democracia o los pioneros en escuchar a los desfavorecidos. Ese adanismo que divide al pueblo americano ha fructificado en España. Despreciamos las ideas de los demás, se gobierna sin tener en cuenta la experiencia de los que te precedieron, hasta llegamos a pensar que hemos inventado la democracia o pensamos que somos los únicos que pueden gestionar los problemas y, por supuesto, la culpa de todo siempre la tienen los demás. Ese adanismo patrio, alimenta un populismo en tus seguidores y al mismo tiempo el de tus adversarios. Si las cosas van bien, no hay mayor problema, pero ¡ay! si la coyuntura es mala como la actual. Gobernar creyéndose Adán y con la economía en contra, tiene un final conocido que no es otro que ser expulsado del jardín del Edén, como en las sagradas escrituras. Sánchez tiene un año por delante para enmendarlo sino enfilará la carretera de La Coruña en dirección a Madrid, eso sí con su álbum de fotos bajo el brazo.

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