OPINION

Pedro Sánchez y los tokens

Pedro Sánchez en el Congreso
Pedro Sánchez en el Congreso
EFE

En los casinos de Las Vegas un token es el nombre usado para referirse a las fichas que intercambiables por dinero para apostar en las salas de juego de la mítica ciudad de Nevada. El termino token ha desbordado las tragaperras e incluso la numismática (se habla de tokens como aquellos objetos similares a las monedas, que se usan en lugar de estas sin serlo) para llegar al mundo de la economía. No se entiende el funcionamiento de las criptomonedas como el bitcoin sin entender este concepto.

El blockchain, la tecnología llamada a cambiar los negocios, tiene su base en la creación de un token. De hecho se ha llegado a acuñar el término “tokeneconomía” para referirse a cómo los tokens están revolucionando nuestra economía. Por ejemplo hoy muchas empresas de emprendedores ya confían en las ICO, ofertas de tokens, para hacer crecer sus startups en detrimento de los clásicos fondos de inversión o venture capital. Se habla ya de que en muy poco tiempo, apenas unos años, hemos pasado de financiar las empresas en bolsa (con ofertas públicas de acciones), a usar para ello internet con el crowdfunding (cientos de inversores particulares que en red financian un proyecto) a en este momento a través de tokens conseguir inversiones más amplias y seguras. 

El Presidente Pedro Sánchez ha terminado esta semana su gira por Norte América que le ha llevado a recorrerse miles de millas desde New York a California pasando por Canadá. Seguro que el blockchain y los tokens han salido en sus conversaciones con otros gobernantes, analistas, estudiantes y fondos de inversión. Aunque en su gira oficial no había parada en Las Vegas y no ha tenido tiempo para visitar casinos, esas fichas para tragaperras –los tokens- y la cadena de bloques –blockchain- es hoy el asunto que ocupa a cualquier interesado en la economía. Lo demuestra por ejemplo que no hay escuela de negocio que se precie que no esté formando a directivos en este terreno. O que los países más dinámicos han puesto en marcha legislaciones, llamadas sandbox, para permitir con seguridad pruebas reales de operaciones basadas en tokens.

En España,  este campo de pruebas en breve llegará a las Cortes Generales para su tramitación y aprobación antes de noviembre. Pero países como Reino Unido o Australia ya disponen de esos areneros y hasta una nación a priori tan poco innovadora como Uzbekistán. Para el que no se enteró convendría recordar que hace unas semanas el presidente uzbeko, Shavkat Mirziyoyev, ordenó el establecimiento de un fondo estatal de desarrollo de blockchain. El objetivo del fondo público es integrar blockchain en diversos proyectos gubernamentales vinculados a salud, la educación y la cultura.

Si preguntásemos al presidente Sánchez, que además es economista, por los tokens nos respondería acertadamente que no son más que el nombre con el que se conoce una representación digital de un objeto que tiene un determinado valor. De modo y manera que detrás de cada token hay un valor real lo que permite, como las fichas de Las Vegas o en su día las acciones, operar con ellos solo que esta vez no se precisan casinos o mercados físicos ni de valores ya que gracias a blockchain pueden convertirse por ejemplo en criptomonedas como el bitcoin o ethereum que se expanden sin cortapisas por el mundo de un modo exponencial. 

Esta semana Julio Faura, presidente del partenariado de empresas españolas Alastria que apuestan por investigar las potencialidades del blockchain, ante la pregunta de un descreído alumno de Deusto Business School, explicó que los tokens están evolucionando tan rápido y tan íntimamente al mundo de la empresa que son el nuevo paradigma económico. Es normal que no confíes en su potencialidad, afirmó el experto financiero, porque va todo tan rápido que es difícil seguir su evolución. Terminó afirmado que el blockchain de hoy no se parece en nada al de apenas un año y medio.

Quizás el presidente Pedro Sánchez ya en España recuerde esas conversaciones en Estados Unidos sobre los tokens e incluso sueñe no sólo con implantarlos en los negocios patrios sino en su propio gabinete. Tener representaciones virtuales de sus ministros le haría pasar menos malos tragos como los que ha pasado este mes de septiembre. De modo que si un ministro defrauda a Hacienda o si una ministra miente repetidamente no hace falta cesarles sino simplemente cambiar sus tokens. O incluso cuando no es uno sino, como ahora, media docena de miembros del Consejo de Ministros los imputados o salpicados, bastaría con hacer una nueva emisión de tokens-ministros y tener de la noche a la mañana un nuevo Gobierno impoluto.

La tokeneconomía ya está aquí; esperemos, eso sí, que todos  la interpretemos correctamente.

Mostrar comentarios