OPINION

Se acabaron las clases magistrales (en la universidad pero también en más sitios)

El 77,7% de los estudiantes cántabros que se han presentado a la selectividad de septiembre supera las pruebas
El 77,7% de los estudiantes cántabros que se han presentado a la selectividad de septiembre supera las pruebas
EUROPA PRESS

En 2007 dos profesores de instituto de una pequeña población de Colorado hartos de las ausencias de los alumnos por la dureza del clima y las largas distancias que tenían que recorrer para llegar a clase idearon una sencilla herramienta. Jonathan Bergman y Aarón Sams grababan las lecciones y junto los materiales que habían usado en clase las volcaban en internet para que aquellos estudiantes que no habían asistido a clase pudieran tener acceso a las mismas. Rápidamente su uso se hizo viral y los dos profesores comenzaron a explicar a otros docentes cómo enseñar a los alumnos fuera del aula. Tan grande fue la aceptación que maestros en todo el mundo comenzaron a utilizar estas lecciones fuera del aula con lo que conseguían aprovechar el tiempo de clase para realizar ejercicios y trabajar en equipo. Así es como en medio de las montañas rocosas americanas nació la llamada aula invertida o flipped classroom como se conoce en el mundo anglosajón.

En realidad el término había sido originalmente acuñado por dos académicas, Walvoord y Anderson, que en 1998 propusieron un modelo donde los estudiantes, antes de la clase, tenían un primer acercamiento al contenido. Luego en el aula, se fomentaría la comprensión del contenido mediante un aprendizaje activo. Con el objetivo de asegurar que los estudiantes realizaran la preparación necesaria para el trabajo en el aula, éstos debían llevar a cabo una serie de actividades previamente. Al introducirse años después la tecnología multimedia, el método de clase invertida se perfeccionó con las infinitas posibilidades que daba la universalización de internet. Hoy es una modalidad de aprendizaje semipresencial (blended learning) que está llamada a revolucionar la enseñanza reglada acabando con la antiquísima clase magistral. Porque si somos capaces de cambiar el modelo tradicional de clase, llevando parte del proceso de enseñanza y aprendizaje fuera del aula, se consigue utilizar el tiempo de clase para actividades con las que perfeccionar el aprendizaje.

El 77,7% de los estudiantes cántabros que se han presentado a la selectividad de septiembre supera las pruebas
      

Este mes dos profesores de la Universidad de Deusto, Alex Rayón y yo mismo impartimos una clase con este método con gran éxito a la vista de las encuestas que rellenaron los alumnos de executive education que participaron en el aula invertida. Ambos docentes grabamos en enero de este año un vídeo de no más de 6 minutos, siguiendo las recomendaciones de los expertos chilenos de la plataforma de enseñanza digital Flipp, puesto que internet ha reducido la capacidad de concentración de los estudiantes. Además les adjuntamos una serie de lecturas y un cuestionario sobre lo explicado. Finalmente en abril convocamos la sesión presencial en la que la clase, al ser invertida, la daban los propios alumnos explicando sus aprendizajes y planteando a los dos profesores sus dudas. La sesión se convirtió en un enriquecedor debate donde comprobamos la virtualidad de este método.

A algún lector le puede chocar el cambio de clases magistrales presenciales de una hora a sesiones enlatadas de seis minutos pero después de años estudiando a los millennials y a la generación subsiguiente, los z, al firmante de esta columna no le sorprende. Recientemente se hizo viral una infografía en la que se recogía las cosas que pasaban en un minuto en internet que nos ayudará a entender todo lo anterior. Más de 4 millones de videos de youtube vistos, 156 millones de emails enviados, compras encargadas por un valor cercano al millón de dólares o 990.000 citas amorosas cerradas en Tinder. Solo en un minuto. La unidad de medida del tiempo se ha acelerado de tal manera que lo que aspirábamos a conseguir las generaciones anteriores en un día o en un mes, los nacidos con el nuevo milenio lo logran en un minuto. A estos datos podemos añadir que durante la hora que usted tarda en comer habrá 20.000 ciberataques o que los melómanos se habrán descargado dos millones de horas de música en Spotify. En un solo día se mandan 64 mil millones de mensajes por Whatsapp y 189 millones de apps se descargarán.

Pero lo que si me atrevo a sugerir es la necesidad de escalar este método fuera de la educación. Sus fundamentos teóricos se centran de forma principal en dedicar el tiempo de clase a tareas en las que el alumnado sea el protagonista del aprendizaje y no a la realización de explicaciones teóricas que pueden realizarse cómodamente en casa gracias a la tecnología.

En breve veremos tediosos debates en el Congreso de los Diputados para aprobar los presupuestos generales del Estado. Así mismo hace unos días terminó el plazo que establece la legislación mercantil para celebrar interminables juntas generales de accionistas de las más importantes empresas españolas. En unos y otras el método ha sido el mismo que queremos modernizar, la clase magistral. Monólogos de ministros y de portavoces parlamentarios; de consejeros delegados, presidentes y secretarios de consejos de administración. Con apenas (como dicen en el baloncesto para ese tiempo que se juega sabiendo que el resultado del partido no cambiará) unos minutos de la basura para preguntas de periodistas o accionistas minoritarios.

En el método de aula invertida al darle la vuelta a la clase, el rol como docente también debe moverse y el profesor ha de tener otras habilidades como la empatía, la escucha activa, la modestia y la vocación de servicio. No estaría mal que los que gestionan empresas y gobiernos se apliquen el cuento.

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