Marca de Agua

Asalto al centro: medio millón de votos deciden el gobierno de Madrid

Gabilondo Ayuso
Asalto al centro: medio millón de votos deciden el gobierno de Madrid.
Europa Press

Sobre los restos del naufragio centrista se abalanzan los tiburones. El botín asciende a medio millón de votos sólo en la Comunidad de Madrid. Quinientos mil electores que hace dos años apostaron por Cs y hoy flotan a la deriva huérfanos de liderazgo. Son el bocado más apetecible del 4 de mayo. Quien se lleve la tajada mayor habrá ganado media investidura. Díaz Ayuso o Gabilondo. La victoria se decide en el centro, todo lo demás son trifulcas de taberna y vocerío de chulángano.

Ángel Gabilondo ha sido el primero en lanzarse sobre el cuerpo yacente de Cs, al que Edmundo Bal vela con dignidad y resignación. “Con este Iglesias, no” se apresuró a proclamar el candidato del PSOE, como si fuera un Iglesias distinto del que vicepreside el Gobierno y tuviera la capacidad de desdoblar su personalidad, unas veces Doctor Jekyll y otras Míster Hyde. No cabe duda de que Gabilondo posee notables virtudes intelectuales y morales, pero tal vez por eso carece de la habilidad necesaria para mentir sin mover un solo músculo de la cara. En esto no se puede decir que sea sanchista, de ahí que él mismo se presente como un “verso suelto” en espera de destino. Aunque no sea tan suelto como para abjurar de Podemos si su apoyo fuera imprescindible.

Sea un verso libre o una novela corta, lo cierto es que sorprenden los esfuerzos de Moncloa por redefinir la personalidad política de Ángel Gabilondo, como si dudaran de sus posibilidades electorales u olvidaran que en 2019 fue el más votado en la comunidad madrileña. Presentarlo a estas alturas como un Marqués de Bradomín sobrevenido, “Soso, serio y formal”, no parece el retrato más adecuado para seducir al electorado de centro, sino la tarjeta de visita de un novio opositor que pide la mano de la niña.

Para los votantes de Ciudadanos en busca de destino, el principal hándicap de Gabilondo nada tiene que ver con su perfil personal y político, sino con su fecha de caducidad. Él mismo ha declarado que estas serán sus últimas elecciones y todos saben que no terminará los dos años que restan de legislatura porque le aguarda el puesto de Defensor del Pueblo. Gane o no gane las elecciones. Seguir no figura en el guion. Bastante ha hecho con aceptar el sacrificio que Sánchez le pidió como mal menor.

Quieran que no los gurús de la Moncloa, Gabilondo da la impresión de estar de paso, de que no será él quien tome las decisiones estratégicas ni decidirá las alianzas, sino el aparato sanchista, manifiestamente incompatible con los principios liberales y democráticos de Ciudadanos. Por más que Inés Arrimadas haya caído en la trampa de Sánchez, que la utiliza para blanquear sus pactos y alianzas con la extrema izquierda y los separatistas, es muy improbable que en Madrid suceda lo mismo que en Cataluña, donde una parte del votante de Cs confió en el PSC como refugio constitucional. Además, ya nada puede ser igual después de Murcia.

La truculenta operación para dinamitar los gobiernos de coalición de PP y Ciudadanos ha desvelado el rostro más siniestro del sanchismo no sólo en Murcia o Castilla y León, sino también en numerosos ayuntamientos sobre los que pende aún la amenaza. El objetivo último de Moncloa es fagocitar al partido centrista con la misma estrategia que ha engullido a Podemos: abrazándolo hasta la asfixia. Sólo los barones más avisados de Cs, como Igea, Marín o Villacís, han sorteado el peligro de caer en el fuego por apartarse de las brasas.

Naturalmente, Madrid figura en lugar preferente de las apetencias sanchistas. Es la joya que le falta a su corona. Pero sólo la puede lograr si se apropia del legado centrista. Fracasó en su primer asalto, cuando ya había introducido en la Puerta del Sol el caballo troyano de un Ignacio Aguado seducido por los cantos de sirena. La rápida reacción de Díaz Ayuso desbarató la invasión. Ahora lo vuelve a intentar acentuando el perfil centrista de su candidato, de modo que el voto a Gabilondo oculte al verdadero beneficiario: Sánchez y sus socios, desde Iglesias a Otegi pasando por Junqueras.

Es probable que el 4 de mayo Ciudadanos entone su canto del cisne en Madrid, pero en mano de sus quinientos mil votantes está honrar los principios fundacionales, el primero de los cuales era la defensa de los españoles como libres e iguales.

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