OPINION

Doña Inés sucumbe al burlador y compromete su honra política

Sánchez se compromete con Arrimadas a desligar la 'mesa catalana' del estado de alarma
Sánchez se compromete con Arrimadas a desligar la 'mesa catalana' del estado de alarma

Especular sobre la relación de Pedro Sánchez con Inés Arrimadas es tan superfluo como ponderar la fidelidad conyugal en tiempos de confinamiento. Nada hay más cínico que hacer de la necesidad virtud, sobre todo si tus principios son de plastilina y tu mano derecha no sabe lo que hace la izquierda. La líder centrista, sin nada que arriesgar en Galicia ni en el País Vasco, acapara por segunda vez en quince días todos los focos del escenario, pero aún no sabe cuál es su papel, si de novia casadera o de amante despechada. Ella no lo sabe, pero Sánchez sí.

Doña Inés parece condenada a su destino literario y ha puesto en juego su honra política al caer en brazos del burlador, que ayer holgaba con los independentistas, hoy lo hace con ella en esta apartada orilla y mañana lo hará con quien le salga al paso si le garantiza la dominación. Que a estas alturas de la obra, la inteligente Arrimadas confíe como una novicia en las honestas intenciones del tenorio sólo puede acarrearle decepción y soledad. Si hace quince días le abandonaron destacados dirigentes del partido, ayer se marcharon otros y no serán los últimos. Nadie coquetea con la perfidia impunemente.

Arrimadas aún cree que merece la pena arriesgar su futuro por redimir al donjuán de sus pecados y rescatarlo de las malas compañías. “Oh, si lograra retenerlo un poco más (implora en la noche incierta), tal vez abrace el camino de la virtud”. Esperanza parecida debió albergar la rana seducida por el escorpión, pero este es otro libreto. Lástima que nuestra heroína tenga que sufrir, no tardando mucho, la picadura mortal para cerciorarse de la naturaleza inmutable del sanchismo.

De entrada, sin embargo, Arrimadas ya ha cometido tres graves deslices que mancillan su reputación. En primer lugar, acata sumisa el papel subsidiario de plato de segunda mesa. El partido naranja es el Plan B de Sánchez cuando los rufianes rechazan el Plan A.

En segundo lugar, blanquea un Gobierno integrado por la ultraizquierda podemita, la misma que hasta hace unas horas la llamaba “trifachita” y la escrachaba como apestada. Con su imprudente decisión, les ha dado oxígeno a Iglesias, Montero, Díaz y Garzón para que sigan tejiendo desde el Consejo de Ministros un modelo social y económico frontalmente contrario al ideario de Ciudadanos.

Y por último, al avalar a Pedro Sánchez (esta vez sí, Inés), también está respaldando el pacto con el PNV, que consiste en prorrogar el Estado de Alarma para toda España… menos para el País Vasco. ¿No habíamos quedado en que C’s velaría para que todos los españoles fuéramos iguales ante la ley?

Hay que ser muy miope o muy ingenua para no percatarse de que Sánchez y Junqueras han acordado la hibernación de la mayoría de la investidura ante el escenario electoral que se ha abierto en Galicia, País Vasco y, posiblemente, Cataluña. Ni a socialistas ni a independentistas les interesa llegar a las urnas cogidos de la manita porque el riesgo de cacerolada es muy elevado. De ahí que el Gobierno buscara, con la prolongación del Estado de Alarma hasta finales de junio, el poder y el tiempo necesarios para comprobar la salud del PSOE sin el respirador separatista.

Los resultados gallegos y vascos serán el primer test auténtico, no como los bulos de Tezanos, que determinen el grado de infección. Es muy probable que sean demoledores para la autoestima del sanchismo. Muy mal se le tiene que dar a Núñez Feijóo y a Urkullu para no ganar holgadamente, el primero reeditando por cuarta vez la mayoría absoluta. De ahí que Sánchez necesite un país silenciado hasta septiembre y con el Congreso convertido en casino de provincias a la hora de la siesta.

Mientras tanto, la factoría de Moncloa está buscando alguna explicación a la pérdida de audiencia del “Aló Presidente”. La primera aparición de Sánchez, el 14 de marzo, logró llamar la atención de 18 millones de espectadores. Dos meses y nueve apariciones después, el 16 de mayo, apenas reunió a 3,9 millones de inasequibles al aburrimiento. Una sangría de casi 15 millones de espectadores pese a estar confinados no lo maquilla ni Tezanos en su día más lisérgico.

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