Marca de agua

El objetivo es que la Guardia Civil y la Policía Nacional doblen la rodilla

Diego Pérez de los Cobos, Guardia Civil
El coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos.
EFE

Rodilla en tierra. Así quiere el ministro Marlaska a la Guardia Civil, genuflexa y con la cabeza gacha implorando el perdón por investigar la responsabilidad del Gobierno en el 8-M, temeridad comparable a la del policía psicópata que asfixió a George Floyd en Minneapolis. Al exjuez le aterra la mera hipótesis de que se vuelva contra Pedro Sánchez el agónico "No puedo respirar", no de un negro norteamericano asesinado, sino de miles de españoles contagiados por aquella fatídica tarde de marzo.

Con el conspiranoico pretexto de desmontar una fantasmal "policía patriótica", que nunca existió, lo que en realidad persigue Pedro Sánchez es desactivar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional de modo que no supongan amenaza alguna en el oscuro horizonte civil, administrativo y penal que se cierne sobre su gestión de la pandemia. Su "¡Viva el 8-M!" en el Congreso no es tanto un arrebato feminista como un aviso a jueces e investigadores que se atrevan a indagar en la manifestación de este 8 de marzo en concreto, no del 8-M genérico.

Más explícito ha sido Pablo Iglesias, para quien los guardias civiles a las órdenes de la juez Carmen Rodríguez-Medel son unos fachas conspiradores que pretenden hincarle la rodilla al cuello del Gobierno, acusación que incurre en un flagrante delito de obstrucción a la Justicia y a la labor policial. Pero esto es sólo un señuelo que oculta el objetivo real de la izquierda 'sanchista' y 'podemita', a saber: la eliminación de la naturaleza militar de la Guardia Civil de modo que, rota la cadena de mando castrense que la preserva de las injerencias políticas, pueda ser infiltrada y controlada por el sindicalismo ideológico. En suma, una Guardia Civil de partido.

Y si para proyectar socialmente una viscosa sospecha sobre los cuerpos policiales hay que calentar la calle aprovechando un asesinato cometido a 7.000 kilómetros, pues se caldea e incluso se hace la vista gorda ante la concentración de miles de manifestantes en la Puerta del Sol desatendiendo las medidas de seguridad por las que a diario son multados miles de infractores. Pero así son las normas del Gobierno, que permiten cualquier manifestación que no sea de "cayetanos" o de "fachas" o asistir a una concentración porque "las vidas negras importan", sin duda, pero no se permite a las familias que se reúnan para enterrar al abuelo muerto por coronavirus.

De completar el cortafuegos diseñado por Moncloa para que Sánchez salga indemne del desastre se encarga ya a pleno rendimiento su exministra de Justicia y hoy fiscal general del Estado, Dolores Delgado, quien en un mismo día y casi a la misma hora presentó sus credenciales con tres puñetazos sobre la mesa judicial: la exoneración de su amigo Franco, delegado del Gobierno en Madrid, imputado por no suspender el 8-M; la investigación al Rey Juan Carlos I por el AVE de la Meca; y la práctica absolución del mayor Trapero. En ingeniosa comparanza de Carlos Herrera, esto es lo más parecido a una "Fiscalía patriótica".

Desenterrado el otro Franco, del que extrajo junto a sus huesos el rédito electoral de dividir el voto de la derecha, el dúo Sánchez-Iglesias pretende prolongar la estrategia de intimidación con otra vuelta de 'tuerka' empitonando judicialmente al gran protagonista de la Transición, reducida a antigualla sentimental a la que se aferran el PSOE de Felipe González y la derechona, convertidos ambos dos en espantajos del 'sanchismo' y del neocomunismo.

Así que mientras el dedo acusador señale al monarca emérito, habrá munición suficiente para que las televisiones amigas abran con ella sus telediarios y camuflen la doliente estela del coronavirus. ¿Quién hablará de la bochornosa manipulación de las cifras de muertos cuando el circo mediático apunta en otra dirección? No sólo salimos "Más fuertes", sino también más justos y benéficos, ¿a que sí Iván Redondo?

Por lo demás, la benevolencia del fiscal con Trapero es el peaje debido a los rufianes del separatismo para que ERC levante la rodilla hincada en el cuello del Gobierno para que Sánchez-Iglesias puedan respirar. Como ha dejado escrito Torra, "se puede considerar al español como un elemento de raza blanca en franca evolución hacia el componente racial africano-semítico", de mermado coeficiente intelectual. De la degradación africana sabe mucho Torra y compañía, no en vano exhibieron durante cien años en Banyoles a un bosquimano disecado para solaz e ilustración de los escolares catalanes.

Habrá que ir pensando en una manifestación en la Puerta del Sol con el lema "Las vidas españolas importan".

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