Marca de Agua

El señuelo de un adelanto electoral que no le conviene a nadie

Sánchez y Calvo antes de la sesión en el Congreso
El señuelo de un adelanto electoral que no le conviene a nadie.
 EFE

Al calor de las barricadas y de otras hogueras que enciende la extrema izquierda donde huele a gasolina, el Gobierno empieza a recalentarse. Pedro Sánchez ha sacado el abanico para disimular, pero sus ministros más relevantes, Calvo y Ábalos, se revuelven encendidos contra el atizador de Pablo Iglesias. Falta oxígeno en el camarote sanchista y relevantes socialistas se preguntan hasta cuándo abusarás Catilina de nuestra paciencia. Dicho en román paladino, tal vez convenga convocar elecciones generales para que las urnas pongan a cada cual en su sitio y a Podemos en la irrelevancia.

Los resultados electorales en Cataluña, donde los podemitas perdieron 132.000 votos (una caída del 40% respecto a 2017), sumados a la hecatombe en Galicia y País Vasco, respaldan a los partidarios del adelanto. Algunos analistas sostienen que el péndulo neocomunista ha vuelto a su posición marginal, penalizado por haberse abrazado al Gobierno, mientras el PSOE ha ganado músculo como el partido indiscutible de la izquierda. Añádase que a su derecha el paisaje político es un campo de Agramante y concluiremos que la ocasión parece propicia al adelanto electoral para principios de otoño, cuando el 70% de la población esté vacunada y ya anestesiada la fístula catalana con el formol del diálogo.

Sin embargo, son diversas y poderosas las razones que desaconsejan a Pedro Sánchez dar el salto. Para empezar, las cosas le van relativamente bien, a pesar de su catastrófica gestión de la pandemia: tiene Presupuestos, luz verde para gestionar a su antojo los 140.000 millones de maná europeo, controla los resortes de poder y los medios, carece de escrúpulos y encima las encuestas le absuelven. ¿A qué arriesgar el pájaro en mano por ciento volando? ¿Por humillar a Iglesias? Como diría Robert McNamara, es mejor tener al indio dentro de la tienda meando hacia fuera que tenerlo fuera meando hacia adentro. Aunque salpique sobre Carmen Calvo.

Abrir un periodo electoral sería, además, una osadía que en Bruselas se tomaría por temeridad en la medida en que añadiría inestabilidad a una Europa golpeada por la pandemia y la crisis económica. España quedaría en evidencia como un país frívolo que, a diferencia de otros como Italia, es incapaz de pactar soluciones de consenso a su grave situación. Lo que necesitamos son políticos que unan, como Draghi, no jugadores de ruleta rusa. Por desgracia, la política española está llena de ludópatas que juegan con el dinero de los demás y de antisistema que parasitan el sistema con voluntad homicida.

España es el único país democrático del mundo en el que una parte destacada de sus políticos está al mismo tiempo en ambos lados de la barricada; forma parte del Gobierno, pero milita en la oposición; conspira desde el Estado contra el propio Estado; viola las leyes que les ampara y saquean en nombre de la honradez. Y todos, sin excepción, cobran suculentos sueldos del erario público. En resumidas cuentas, España es la única nación que financia generosamente a quienes trabajan con ahínco para destruirla. Pero es que, además, el Gobierno español no sólo no los combate para salvaguardar las instituciones democráticas, desde la Jefatura del Estado hasta el Poder Judicial: ¡Es que los tiene por aliados y los mima con esmero como a benéficos prohombres!

Precisamente porque el sanchismo es una anomalía que ejerce indistintamente de pirómano y bombero, no tiene en estos momentos urgencia alguna por convocar unas elecciones de resultado incierto, diga lo que diga el hechicero Tezanos. Tampoco le interesa a Iglesias, cuyas pataletas públicas forman parte de la negociación que, en último extremo, resuelve con Sánchez para tranquilidad de su ejército de asalariados. El recalentamiento del Gobierno va en su propia naturaleza y no tiene más consecuencias que espumar algunos titulares llamativos en las televisiones o agitar el señuelo del adelanto electoral para entretenimiento general. Un italiano diría que la situación es grave, pero no seria. En efecto, hace tiempo que la política parece de broma.

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