OPINION

El virus bolivariano se descontrola y no deja dormir al Gobierno

Ábalos acusa a la derecha de desprestigiar a los profesores y controlar la educación
Ábalos acusa a la derecha de desprestigiar a los profesores y controlar la educación
Europa Press

Qué hace un ministro de incógnito a las tres de la mañana de un lunes en una pista de Barajas conduciendo su propio coche y corriendo detrás de los aviones? ¿Quizás comprobando 'in situ' la calidad del transporte aéreo? ¿Acaso padece insomnio? ¿Tal vez echa de menos las alegres noches con sus amigos? 'Cherchez la femme'.

El virus bolivariano, cuya cepa podemita ha mutado con fuerza, campa ya descontrolado por todo el Gobierno y esta semana ha contagiado gravemente a tres ministros (Transportes, Interior y Exteriores) y al mismísimo presidente Sánchez. Los síntomas no ofrecen dudas: mentir hasta tres veces al día, amenazar a los periodistas indóciles e incumplir las sanciones de la UE. Para no pegar ojo. No es extraño que Bruselas sienta vergüenza ajena. Mientras tanto, la mano que mece la cuna chavista calla y se oculta en la penumbra: el regocijo de Pablo Iglesias es inextinguible.

La semana venezolana ha sido trágica para el Gobierno de Pedro Sánchez, justo cuando echaba a andar con gran fanfarria de subidas salariales. Arrancó con una comedia de enredo y su elenco de personajes al completo: la dama en apuros, el correveidile embustero, el pícaro alcahuete, el burlador burlado… Estupor y pitorreo en el patio de butacas ante un vodevil que pretende elevar la mentira a una de las bellas artes.

Igual que empezó, así terminó de mal la semana socialista. Con su desplante a Juan Guaidó, Sánchez ha entregado totalmente al PP la causa de la libertad y de los derechos humanos en Venezuela, que naturalmente la ha enarbolado sin reservas y con gran éxito. Más aún, la posición de España en Europa como interlocutor principal en la cuestión venezolana ha quedado tocada. Cuando defraudas la confianza que han depositado en ti y eres incapaz de cumplir los pactos (como el de sancionar a la dictadura de Maduro), entonces dejas de ser un socio fiable. El Gobierno Sánchez-Iglesias no sólo dejó entrar en España, contra lo acordado por la UE, a la vicepresidenta del régimen; además, mandó a su ministro y número dos del PSOE a cumplimentarla a bordo del avión privado en el que viajaba. “He hecho un gran servicio al país”, se reivindicó ufano José Luis Ábalos. Si tan loable era la empresa, ¿a qué tanta mentira para encubrirla?

No, Ábalos no evitó ningún conflicto diplomático (al contrario, Moncloa tendrá que dar vergonzantes explicaciones a Bruselas y a Washington) ni hizo más servicio que tapar las primeras escaramuzas en el seno del Gobierno a propósito de la política sobre Iberoamérica. Todo apunta a que la tesis de Pablo Iglesias y de Rodríguez Zapatero, partidarios de dar oxígeno a los regímenes populistas, se está imponiendo a la postura de Felipe González y los socialdemócratas europeos. Los primeros pretenden revertir las políticas lideradas por Estados Unidos para frenar la influencia del castrismo en el continente y reforzar el eje López Obrador-Maduro-Kirchner que da soporte a Ortega en Nicaragua, Raúl Castro en Cuba y Evo Morales refugiado en Argentina.

Sólo los ingenuos atribuyen a la casualidad que en una misma semana Pedro Sánchez se negara a recibir a Juan Guaidó, al que él mismo reconoció hace un año como presidente de Venezuela, y José Luis Ábalos recibiera en secreto, a las tres de la madrugada, a la vicepresidenta de Maduro en territorio español. También pecan de ingenuos quienes creen que Pablo Iglesias es ajeno a una crisis de la que es el gran beneficiario. Si a eso unimos la supresión de la Secretaria de Estado para Iberoamérica, auténtico santo y seña de la política española por la democracia en el continente, el resultado final es sobradamente elocuente de por dónde transita el Gobierno Sánchez-Iglesias.

Otra derivada que la chapuza de Ábalos pone de manifiesto es la jubilación forzosa de Felipe González del nuevo PSOE, cuya memoria quiere Iglesias enterrar en cal viva, según sus propia expresión. Y con González también pasan a mejor vida en el partido la veterana socialdemocracia que asiste horrorizada a los cambalaches de sus dirigentes con el separatismo catalán. En realidad, José Luis Ábalos hizo algo más que trasnochar corriendo detrás de los aviones: simbolizó en Barajas la entrega de llaves del PSOE sanchista al credo de Podemos envuelta en una hojarasca de embustes.

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