OPINION

Estado de alarma, entre el síndrome de la cabaña y la rebelión en la granja

Pedro Sánchez en comparecencia
Pedro Sánchez en comparecencia

A ver si lo de Pedro Sánchez es que padece el Síndrome de la Cabaña en su variante más agresiva, lo que explicaría su obsesión por el estado de alarma. Va a ser eso. Lo que en realidad persigue como buen pastor es la inmunidad del rebaño sin salir de casa, que rumiemos en el calor del establo el pienso que semanalmente dispensa por televisión. ¡Qué viene el lobo!, grita Pedro, y allá todos corren asustados hacia el redil. Qué necesidad hay de recobrar la libertad. O, como enseña la doctrina de Pablo Iglesias, ¿libertad, para qué? ¿Para sucumbir a los colmillos de la desafección?

Los cierto es que desde hace cincuenta días nos tratan como a ovejas. Como a estúpidos borregos que se han entregado sin rechistar a los designios del rabadán. Nos convencieron de que sin estado de alarma no habría salvación ni victoria sobre el virus. Con mansedumbre lanar lo acatamos hasta en tres ocasiones (ahora, la cuarta ya) porque era la verdad revelada. Es por tu bien. Aplausos.

Pero tanta prédica ni es verdad ni una sublime revelación, sino puro oportunismo político de quien ejerce el poder sin más límites que su soberbia de tahúr. Para qué tratar como ciudadanos libres a quienes balan como recentales. Más aún, ¿para qué darles explicaciones de una gestión desastrosa que ha hecho de España el país más apestado del mundo si bastan unas pocas mentiras estadísticas? ¿Para qué negociar las decisiones con la oposición, coordinarlas con los gobiernos autonómicos y pactarlas con los agentes sociales si me avala el silencio de los corderos? Mi poder absoluto os protege del caos.

De ahí que esta semana, ante la primera rebelión en la granja (el plante en blanco del PP), Pedro Sánchez haya amenazado nada menos que con el fin del mundo. En su más depurado estilo ha arrojado sobre la mesa la baza del chantaje: los muertos serán por cuenta de la derecha. No cabe mayor miseria moral en quien, tras 25.000 muertos contabilizados y otros 25.000 escamoteados, pretende poner el contador de la muerte a cero si se le retiran los poderes excepcionales. Tiempo le ha faltado al pesebre mediático para propagarlo hasta el último rincón con indignada impostura. De la 'derechona' que roba a la 'derechona' que mata. Otra vuelta de tuerca al Valle de los Caídos.

Como añadidura, Moncloa endosa al PP otros males hipotéticos, como el fin de los ERTE que protegen a cuatro millones de trabajadores, la pérdida de las ayudas a los autónomos, la vuelta al colegio e incluso el adiós a la liquidez para las pymes en apuros. Así se pagaría la osadía de retirarle a Sánchez los poderes que desde Franco no ha tenido ningún otro gobernante en España.

Sin embargo, ni caos ni diluvio final. Aunque no se hubiera prorrogado por cuarta vez la 'alarma de Estado', que en eso ha degenerado, hay leyes suficientes y adecuadas en nuestro arsenal legislativo para superar tanto la crisis sanitaria como la económica sin necesidad de mantener bajo sospecha a 45 millones de personas. Basta para ello con que el ejército de ministros, algunos sin estrenar, cumpla con su obligación y aplique las leyes sanitarias, de seguridad nacional y protección civil, laborales y fiscales existentes. Los resultados serían los mismos, sino mejores, pues al menos las autonomías no padecerían los errores de coordinación del Gobierno. La única experiencia de éxito en España ha sido el hospital de Ifema, en la que Moncloa no metió la pata porque tampoco metió la mano.

Es probable que el estado de alarma fuera necesario a primeros de marzo como terapia de choque contra la explosión de una epidemia que se descontrolaba por la desidia de Moncloa. Ante un débil Gobierno de dos cabezas y poco seso, paralizado, sin capacidad de proveer medios de protección, pardillo y sin estrategia por falta de test, a los ciudadanos no les quedó otro remedio que renunciar a su libertad, asomarse a los balcones y cantar 'Resistiré' como exorcismo. No sin motivo Pablo Iglesias los trató como a niños... y niñas. Si Sánchez les hubiera pedido también sus almas, las habrían entregado mansamente.

Ahora, sin embargo, en Balconia se cree que ya es hora de salir de la cabaña. Y que cada cual cumpla con su deber, unos como ciudadanos adultos y responsables; los otros como gobernantes simplemente demócratas. Y menos lobos, Pedro.

Mostrar comentarios