OPINION

Felipe VI, psicólogo de guardia

Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad, el sexto de su reinado, desde el Palacio de La Zarzuela. EFE/Ballesteros/pool
Felipe VI dirige a los españoles el tradicional mensaje de Navidad, el sexto de su reinado, desde el Palacio de La Zarzuela. EFE/Ballesteros/pool

A lo mejor en eso consiste ser Rey, en hacer de psicólogo o de 'coach' de un país sumido en el pesimismo, hastiado y enfadado, con serios problemas de autoestima. En su discurso de Nochebuena, don Felipe recordaba a esos entrenadores inasequibles al desmayo que en el descanso arenga al vestuario con un 4 a 0 en contra. Solo le faltó coronarlo con un “¡¡Salid ahí y machacadlos, chavales!!”. Lo malo es que los españoles no sabemos a quién tenemos que machacar.

A día de hoy, España vuelve a ser el país pintoresco al sur de los Pirineos, una anomalía política en Europa donde, después de año y medio de provisionalidad, está a punto de formarse un Gobierno integrado por neocomunistas nostálgicos del Muro de Berlín y apoyado por separatistas que pretenden romper un Estado de la Unión. Al lado de este viejo y maltratado solar, países como Hungría o Polonia podrían pasar como modelos de normalidad europea. Y no digamos al lado de Italia. Los diferentes desaires judiciales propinados por Bruselas, Luxemburgo y Alemania nos han devuelto ese regusto amargo de país de segunda que no logramos conjurar. Así que entre los 'esquizoides' separatistas, los radicales y populistas que se creen Napoleón, los socialdemócratas de las Ocho Naciones y Media, y los nacionalistas de plantilla, España parece el frenopático de Europa.

O sea, que estamos malamente y ha tenido que venir el psicólogo de guardia a levantarnos la moral aprovechando que estaba la familia reunida para cenar. Lo cierto es que Felipe VI pronunció un excelente discurso, sin más énfasis del necesario pero con las referencias precisas: Constitución, unidad, diálogo y, por supuesto, Cataluña. Tampoco era necesario extenderse en la medicación.

Es verdad que a estas alturas de la enfermedad resulta casi subversivo reivindicar los valores de la Transición, aquel decálogo de principios basado en la moderación, la lealtad constitucional, la búsqueda del consenso y el diálogo como eje de la acción política. En suma, respeto pleno a la Constitución que nos ha posibilitado un largo periodo de libertad, convivencia y progreso sin precedentes. De ahí que los rufianes hayan reaccionado al discurso del Rey como Drácula al agua bendita.

Por eso resulta incomprensible el 'Baile de los Vampiros' que ha convocado Pedro Sánchez a cambio de su investidura, no sin antes meter la Constitución en el armario no sea que los invitados echen espumarajos por la boca. De entrada, los separatistas le están marcando a Sánchez el paso y el ritmo de manera obscena. La investidura será el día y la hora que quiera Junqueras, por más que Meritxell Batet haya reservado otras fechas en el Congreso. El ejercicio de humillación que ERC está infligiendo a PSOE, imponiendo su discurso y su agenda propia, copando las aperturas de los telediarios, desmintiendo a capricho a los portavoces socialistas, haciendo callar al mismísimo presidente…. es de tal envergadura que no existe precedente en los 40 años de democracia. Decía Tarradellas que “en política se puede hacer de todo, menos el ridículo”. Es evidente que Pedro Sánchez no conoció a Tarradellas. Pero sí conoce, y muy bien, a Felipe VI: si además le hiciera caso, a los deprimidos españoles les vendría muy bien como terapia.

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