Marca de agua

Lo que faltaba para rematar el año del coronavirus: la ley de eutanasia

Sánchez e Iglesias han cuadrado los Presupuestos de 2021 'a codazo limpio' para asegurar su contrato de alquiler en Moncloa durante todo lo que resta de legislatura.
Lo que faltaba para rematar el año del coronavirus: la ley de eutanasia.
La Moncloa

Sólo a un Gobierno desquiciado, lleno de ruido y furia, se le ocurre legalizar la eutanasia con 60.000 muertos de coronavirus encima de la mesa. Con un Gobierno así, todo son ganancias para el oficio de enterrador. Primero despreció la amenaza, después ocultó la hecatombe con trucos contables y ahora se aprovecha del acojone general para abreviar la burocracia del suicida. Los 'sanchistas' te dan más facilidades para quitarte de en medio que para cobrar el desempleo.

Se han dado tanta prisa en aprobarla hoy que han trampeado el reglamento del Congreso para que llegue calentita a la mesa de Navidad, de modo que todos en la familia tengan su regalito de Papa Noel: la ley de eutanasia para los abuelos, la ley Celaá para los niños y la subida fiscal de los Presupuestos para los padres. Como remate final del 2020 no se puede mejorar.

Pero no pongamos límites al talento de Sánchez e Iglesias para arruinar también el año 2021. La dirección y la velocidad que llevan es la perfecta para empotrar a España en la miseria económica, la división civil y la irrelevancia internacional. Les queda un par de fechorías por rematar, el Poder Judicial y la Monarquía, y serán el pasmo de las naciones, ya bastante pasmadas por las riñas tabernarias que amenizan los Consejos de Ministros.

De hecho, nuestros vecinos son tan respetuosos con el desbarajuste del Gobierno que lo han dejado solo en la escena internacional. La lista de humillaciones y desdenes ya es, en solo un año de gestión, la más larga de la democracia. Sánchez no pinta nada en Europa y le dan con la puerta en las narices cada vez que llama. Hasta tres ministros (Calviño, González Laya y Duque) han sufrido el bochorno de ser rechazados para ocupar altos cargos comunitarios. También las candidaturas de León y Barcelona como sedes de organismos europeos han padecido en su orgullo la irrelevancia de Sánchez.

Como es natural, el vacío 'sanchista' ha sido ocupado inmediatamente por Pablo Iglesias. La consecuencia es que la extrema izquierda lidera la política exterior de la cuarta economía de Europa y la mete en el club del populismo tercermundista. En lugar de Alemania, Francia e incluso Italia, las nuevas compañías que seducen al Gobierno 'progre' son la peronista Argentina, la chavista Venezuela y la Cuba castrista. Frente al criterio de prestigiosos líderes socialistas, como Felipe González e incluso Josep Borrell, ha prevalecido el de tarambanas como Rodríguez Zapatero. El ridículo es tan mayúsculo en la cuestión venezolana que, siendo España la que marca la estrategia comunitaria, en Bruselas no saben a qué atenerse, si a Iglesias, a Borrell, a González o a nadie. Eso es lo que sucede cuando la portavoz de tu partido ofende a sus veteranos dirigentes tachándolos de trastos desechables y apolillados.

Más aún, con su hinchada arrogancia, el 'sanchismo' ha desdeñado el crédito y la reputación internacional de la Corona y de ese embajador excepcional que fue Juan Carlos I, sin el cual la cerrada España franquista no hubiera salido del insignificante cuartucho donde ahora quieren meterla de nuevo. Felipe VI mantiene intacto ese legado y posee el predicamento necesario que en Sánchez e Iglesias brilla por su ausencia. Bien se ha visto en el serio encontronazo con Marruecos y el Sáhara.

Las bravatas de Iglesias, junto a la ineptitud 'sanchista', han provocado una grave pérdida de confianza de nuestro vecino del sur, al punto de suspender una cumbre bilateral tan necesaria ahora. Pero también ha acentuado la peor crisis migratoria de los últimos años, con daños incalculables para Canarias. Con su insensata actitud, el vicepresidente populista no sólo ha irritado a Rabat, sino también al millón largo de marroquíes que vive en España. Por si fuera poco, el respaldo de Estados Unidos al régimen marroquí en la cuestión saharaui acentúa la intrascendencia de la política española en el Magreb.

La conclusión final de todo ello es que el Gobierno 'sanchista' se aplica a sí mismo el suicidio político, para vergüenza propia y desdicha de todos los españoles.

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