Marca de agua 

Madrid, Madrid, Madrid, en Moncloa se piensa mucho en ti o el chotis de Sánchez

Comunidad de Madrid
Madrid, Madrid, Madrid, en Moncloa se piensa mucho en ti o el chotis de Sánchez. 
Comunidad de Madrid

Aún no repuesto de la humillante derrota madrileña, el sanchismo va dando tumbos como un boxeador sonado y manotea al aire en busca de enemigos invisibles. Pongamos que hablo de Madrid, Madrid, Madrid, en Moncloa se piensa mucho en ti. Exprimida ya la momia de Franco como exorcismo para progres con antepasados franquistas, a Pedro Sánchez se le agotan los espantajos para desviar la atención de un país enfermo, arruinado y cabreado. Ya ni siquiera le funciona el pescozón tributario al Rey Juan Carlos.

De ahí que se abrace a Isabel Díaz Ayuso a cada traspié o a cada rectificación, un pasito p’alante y otro pasito p’atrás, ya sea por un plan de recuperación que en Bruselas nadie se cree, ya sea para encubrir el estado de caos general que ha sustituido al estado de alarma. Nada está claro con este Gobierno, ni el tajo del sablazo fiscal, ni la seguridad jurídica, ni los peajes de las carreteras, ni la reforma de las pensiones, ni la contrarreforma laboral, ni la segunda dosis de la vacuna, ni las encuestas de Tezanos… Lo único que tiene por cierto es que Diaz Ayuso es la gran culpable.

En realidad, el chotis isidril de Sánchez con Ayuso sólo es postureo y alpiste para patio de vecindad. Con quien se la juega de verdad el galán es con Susana Díaz, con quien ya bailó por sevillanas hace cuatro años, mírala cara a cara que es la segunda. Y la definitiva. Una derrota en Andalucía certificaría el cambio de ciclo anunciado en Madrid y el principio del fin del sanchismo. Ahora mismo, sobre los hombros de la ex presidenta andaluza reposan los anhelos de una parte del PSOE, no sólo del andaluz, de poner fin a la aventura destructiva de Pedro Sánchez, cuyas ansias de poder han llevado al partido a pactos infames con golpistas y proterroristas, mientras se arroja a honorables socialistas como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo a la hoguera inquisitorial. El PSOE necesita un contrapoder que neutralice la deriva cesarista de Sánchez y parece que la única capaz de tal empresa es Susana Díaz.

El sanchismo como trasmutación personalista del PSOE no tiene garantizada su supervivencia mientras no liquide totalmente la herencia felipista y reduzca sus símbolos a polvo histórico. Está en ello y pone mucho empeño en la tarea. Pero la soberbia acabará perdiendo al propio Sánchez. Resulta pasmoso que el argumento para expulsar a Leguina y a Redondo no sea porque hayan atentado contra los principios y valores socialistas, sino ¡¡¡por “menoscabar el prestigio y la imagen pública” del líder!!!

Lo que preocupa hoy a Ferraz no es cómo aprovechar el hundimiento de Podemos y neutralizar a Errejón para recobrar la hegemonía total sobre las izquierdas. Tampoco que el discurso socialdemócrata esté de capa caída en Europa para enfrentar la postpandemia. Lo único que preocupa al aparato son las arrugas del traje de Sánchez, que le recuerden su tesis doctoral “fake” o que le afeen su amoralidad de oportunista.

Después del batacazo del 4 de mayo, no tiene ningún sentido, ni político ni ideológico, que Moncloa insista en demonizar a los madrileños como apóstoles del libertinaje, caterva de revisionistas o piratas fiscales. Persistir en el error que le ha llevado a sus perores resultados electorales carece de toda lógica, salvo que el propósito sea señalar con el dedo a Madrid para que nadie se fije en la luna de Sevilla. Si Madrid le censuró como gobernante, Sevilla le puede condenar como secretario general.

Quedan 32 meses de gobierno, según ha calculado el propio presidente henchido de confianza en sí mismo. No le será un trayecto triunfal, ni mucho menos, pero puede convertirse en un infierno si en el PSOE se desatan los demonios del descontento interno. En contra de las apariencias, aún no se han apagado los rescoldos de la “guerra civil” de hace cuatro años. Bastará un soplido de Susana Díaz para avivar la hoguera de la vanidad sanchista. Lo demás (los “libertinos”, las cañas y los berberechos de Madrid) es pura distracción.

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