Marca de Agua

"Menos mal que nos queda Europa", se consuelan los españoles de sus males

Pedro Sánchez
"Menos mal que nos queda Europa", se consuelan los españoles de sus males
EFE

Persuadidos de que España es demasiado importante para dejarla en manos de los españoles, los alemanes llevan preguntándose cómo salvarnos de nosotros mismos desde que Carlos V se retiró a Yuste. Primero lo hizo Federico el Grande, quien interrogó a su ministro de la Guerra sobre qué país de Europa consideraba el menos vulnerable. Ante el desconcierto del ministro, el monarca se respondió a sí mismo: "Es España; su propio Gobierno ha intentado durante muchos años llevarla a la ruina, pero sin resultado alguno". Cien años después, otra frase atribuida al canciller Bismarck abundaría en el diagnóstico: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido".

Sean auténticas o no ambas citas, lo cierto es que casan bien con la España del 2021 y abonan la convicción general de que gracias a Europa esta vieja nación aún sigue en pie. De hecho, ahora mismo Bruselas es el salvavidas económico de los españoles, pero también es la esperanza de que el sanchismo no liquide la división de poderes ni convierta el país en una república bananera o en un socio fallido. "Menos mal que nos queda Europa", musitan los españoles como una jaculatoria ante el desastre de trece meses de pandemia y tres años de gobierno sanchista.

Desde que lo proclamara Ortega y Gasset hace un siglo, nunca como ahora parece más cierto que España es el problema y Europa es la solución. Todo lo fiamos al club europeo, en ella depositamos nuestra esperanza y a ella acudimos como árbitro supremo de nuestros pleitos. Empezando por el presidente del Gobierno, quien lleno de entusiasmo desbordante ya ha presentado nueve veces, nueve, su Plan de Recuperación que Bruselas financia con 140.000 millones. Es tal la fe de Pedro Sánchez en las propiedades curativas de los fondos comunitarios que a su lado el alcalde de 'Bienvenido, Míster Marshall' parece un cenizo aguafiestas. A los amanuenses de Moncloa les falta el resuello en apilar epítetos y barnizar de épica los discursos presidenciales. Todo en ellos es homérico, histórico, esdrújulo…

Es fácil distinguir, sin embargo, cuánto hay en Sánchez de fervor europeísta y cuánto de campaña electoral. Cuánto de gestor responsable y cuanto de candidato a la Comunidad de Madrid para contento de Díaz Ayuso y desgracia de Ángel Gabilondo. Cuánto abriga, en suma, de gobernante fiable y cuánto de charlatán de feria. A juzgar por cómo se están cumpliendo sus promesas sobre la vacunación, la conclusión es diáfana: no está diciendo toda la verdad, ni siquiera la décima parte.

La llegada de los fondos comunitarios está condicionada a diversas reformas económicas para crear empleo, garantizar las pensiones, reducir la deuda y embridar el déficit desbocado, exigencias que Sánchez oculta cuidadosamente en sus prédicas triunfales. En ese juego de palabras para incautos, tiene el apoyo servicial de su ministra de Hacienda y esforzada portavoz, quien siempre invoca en vano a Bruselas para justificar sus arbitrariedades, ya sea para no bajar el IVA de las mascarillas y del recibo de la luz o para subir los impuestos. De modo que la ministra portavoz trata de convencernos con su torturada sintaxis de que los 140.000 millones son un logro de Sánchez, lo mismo que los 70 millones de vacunas, mientras que el hachazo fiscal es una imposición europea.

Es probable que, tras el 4 de mayo, cuando ya no tenga sentido demonizar a Díaz Ayuso ni acusar a los madrileños de bucaneros fiscales, el Gobierno sanchista pase de su euforia de hooligan a la cruda necesidad de anunciar medidas impopulares y de asumir que Bruselas no soltará la pasta si España no cumple con las reglas del club. Entre ellas, el respeto escrupuloso al Estado de Derecho. La denuncia que 2.500 jueces acaban de dirigir a la Comisión Europea pidiendo amparo frente el acoso sanchista a la independencia judicial ha hecho mucho daño a la estrategia de Sánchez.

También resulta dañina la demanda de Ciudadanos contra el rescate oscurantista de la aerolínea chavista Plus Ultra, que viene a sumarse a otras acusaciones de diferente naturaleza y origen, pero con el mismo propósito: que las instituciones comunitarias pongan freno a lo que se percibe como deriva autoritaria. En este contexto, el sanchismo aproxima España a gobiernos bajo sospecha, como los de Hungría y Polonia, con las onerosas consecuencias que ello implica. Y nada sale gratis, pues los europeos serán hermanos, pero no primos

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