OPINION

No lea esto: contribuye al clima contrario a la gestión del Gobierno

Fernando Grande-Marlaska
Fernando Grande-Marlaska
EFE

Este artículo puede ser investigado policialmente y desmentido para minimizar el efecto contrario a la gestión del Gobierno que pudiera tener sobre usted, estimado lector. Sepa, pues, que está a punto de cooperar con la propagación del mal si se empeña en seguir leyendo. Bastará que yo escriba ahora palabras como "ocultación", "ineficacia", "mortandad" y "coronavirus" seguidas de "Pedro Sánchez" para que los algoritmos vigilantes de Marlaska activen frenéticamente miles de 'bots', que son los generadores de anticuerpos en las redes sociales. ¿Censura? En realidad, Moncloa prefiere llamarlo "minimizar".

A los escépticos conviene recordarles la advertencia del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil: "Estamos trabajando con nuestros especialistas en dos direcciones", una de las cuales "es minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno. Todo lo tratamos de desmentir a través de nuestras redes sociales".

Por hacer esto mismo, la Audiencia Nacional tiene imputados a varios ex altos cargos de Esperanza Aguirre, los cuales habrían contratado al informático Alejandro de Pedro para contrarrestar las informaciones negativas a su gestión en las redes sociales y para minimizar el clima contrario a las instituciones del gobierno madrileño.

El ministro Marlaska ha dicho que se trata de "un lapsus" del benemérito general, que los guardias civiles no están para esas cosas tan feas de minimizar a periodistas como si fueran jíbaros reductores de cabezas. Errar es humano, cierto, pero herrar es tentación recurrente de este Gobierno socialcomunista que no tolera la crítica y ha marcado a hierro varias instituciones al modo de reses domésticas. Empezó con RTVE y el CIS, siguió con la Fiscalía General y la Abogacía del Estado y no parece que se vaya a detener en la Guardia Civil. Raro es el día que alguna de estas instituciones, o varias al mismo tiempo, no es manipulada por el Gobierno para bochorno de sus propios profesionales. Esto sí que deteriora la salud institucional, no la crítica a su mala gestión.

¿Lapsus? Nada más lejos de la verdad. Para empezar, lo que dijo el general Santiago forma parte del acuerdo de gobierno que firmaron Sánchez e Iglesias, en cuyo apartado 5.9 figura el proyecto de impulsar "una estrategia nacional para la lucha contra la desinformación". O sea, de minimizar. Lo proclamó con toda claridad el vicepresidente tercero en La Sexta hace una semana: hay que "actuar contra la ultraderecha mediática para que no forme parte de nuestra sociedad". Quien así habla no es sólo un extremista, sino un miembro destacado del Consejo de Seguridad Nacional, entre cuyas misiones figura la de detectar y combatir las amenazas contra España. Un Consejo, por cierto, que no olió la amenaza del coronavirus, tal vez porque estaba enfrascado en detectar informadores sin estabular.

En su corta y trágica existencia, el Gobierno Sánchez-Iglesias acumula ya pruebas suficientes que desmienten sus excusas y coartadas. No es solo que tenga en su vicepresidente un caso único en 40 años de democracia por la acumulación de condenas de los organismos periodísticos, que le han acusado de vulnerar “de una manera muy grave los derechos constitucionales a la libertad de expresión y a la libertad de información”. También Pedro Sánchez ha arremetido contra la Prensa conservadora acusándola de “crispar” la convivencia, y no precisamente porque recoja los insultos a la oposición de Adriana Lastra o del rufián de su socio. Naturalmente, para estos medios de comunicación no hay subvenciones millonarias.

No, aquí no hay lapsus ni errores, sino una presión constante y en intensidad creciente contra los medios y los periodistas que no se humillan al dictado del Gobierno. De ahí que, al amparo de un estado de alarma que se está aplicando como un Estado de excepción, haya puesto a la Guardia Civil a "minimizar" las opiniones desafectas, función a todas luces ilegal que ha desvelado un disciplinado general no solo en rueda de prensa, sino también mediante sus instrucciones a todas las comandancias.

Pero ya puestos, Pedro Sánchez debería reforzar este despliegue policial y encargar al ministro de Consumo, un tal Garzón, que etiquete los artículos, comentarios audiovisuales o tuits de los periodistas desafectos como las cajetillas de tabaco. Por ejemplo, este texto que usted está leyendo (deduzco que persevera en el pecado) sería encabezado con una pegatina advirtiendo de sus efectos nocivos sobre la moral de la población y el buen rollito de los confinados. El emoticono del grito de Munch sería el adecuado. Para los casos de extrema gravedad, los que Marlaska califica de "discursos peligrosos", ilústrense con la campanilla de los leprosos. El paso siguiente será identificar a los lectores desafectos, aquellos que no figuran en la lista de 'Me gusta' de la Moncloa. Avisado queda, osado lector.

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