Marca de agua

La paz llegará cuando ellos amen a sus hijos más que al dinero de España

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
La paz llegará cuando ellos amen a sus hijos más que al dinero de España
Europa Press

Al final, Pedro Sánchez tendrá que darle las gracias a Mohamed VI por acudir a su rescate cuando peor lo estaba pasando tras el desastre electoral del 4 de mayo. Lo que podría haber sido la puntilla a su desnortado gobierno, consecuencia de su mala cabeza por haber acogido al líder del Polisario, se ha convertido en su mayor éxito. El presidente ha gestionado de manera impecable la crisis del Tarajal, con la contundencia y rapidez que exigía el órdago marroquí. Acertó, rectificándose a sí mismo, al ordenar el despliegue del Ejército, la colocación de concertinas en las vallas y la devolución en caliente, medidas todas ellas de las que abominaba hasta hace bien poco con el rendido aplauso de Marlaska.

Pero el gran logro ha sido que Bruselas se haya lanzado al agua para reivindicar Ceuta y Melilla como territorios europeos con una vehemencia nunca antes vista. Frente al permanente chantaje de Rabat, no hay mejor defensa de las dos ciudades autónomas españolas que su pertenencia a Europa. La próxima vez, Marruecos tendrá que pensárselo tres veces antes de arrojar al mar a miles de sus niños y adolescentes.

De hecho, es seguro que en las próximas semanas rodarán cabezas al otro lado del Estrecho, siguiendo la máxima de su desafortunada embajadora en Madrid de que "los actos tienen consecuencias". El tsunami de Ceuta ha sido el mayor error de cálculo que haya cometido Mohamed VI en sus relaciones con España, como se ha visto al retirarse las aguas dejando un paisaje de estupor e indignación. El rey marroquí, mal aconsejado y peor informado, ha naufragado con todo el equipo de desembarco. Lejos de propinar un correctivo al Gobierno español, no del todo inmerecido, ha quedado retratado internacionalmente como un sátrapa feudal que no duda en sacrificar a niños y adolescentes como carne de cañón.

No hay régimen que salga indemne de las imágenes que estos días han dado la vuelta al mundo, en especial la del militar español salvando a uno de los bebés arrojados al agua con la connivencia de la gendarmería marroquí, imagen ante la cual salta por los aires todo el discurso victimista y cínico de Rabat. Al utilizar a mujeres y niños como escudos humanos, el gobierno magrebí se iguala a la organización terrorista Hamás, cuyos procedimientos criminales en Gaza son de todo el mundo conocidos. ¿Es ese el tipo de aliados que conviene a Estados Unidos? ¿Qué cara se le pone al presidente Biden, empeñado en desmontar el legado de Trump, también el relativo al Sáhara? Tal vez en Washington alguien recuerde la frase de Golda Meir, según la cual "la paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros".

A estas alturas de su reinado, con 22 años de experiencia, Mohamed VI debería refrescar algunas enseñanzas de su padre Hasan II, empezando por la más básica, a saber: que la supervivencia del trono alauí depende de unas buenas y estables relaciones con España. La segunda lección es que no puedes avergonzar a 30 millones de emigrantes marroquíes, la mayoría trabajadores en Europa (casi un millón en España), cuyas remesas son una de las primeras fuentes de ingresos del país. La invasión de Ceuta empleando a casi mil chavales indefensos y desarrapados ha llenado de vergüenza a esos millones de trabajadores que sueñan con volver a una patria más próspera y más digna, orgullosa de sus propios hijos. Pero también ha dado alas a los principales enemigos del régimen, los violentos islamistas radicales que aguardan su oportunidad para resucitar en Marruecos la experiencia egipcia de los Hermanos Musulmanes.

Nuestro vecino del sur asiste a la mejor oportunidad de su historia para convertirse en un país de prósperas clases medias, en disposición de avanzar socialmente y de democratizar sus instituciones. Pero sin paz no hay progreso y sin buena vecindad no habrá paz. No estaría de más que Mohamed VI memorizara la frase de Golda Meir, pues su monarquía no sobrevivirá mientras no ame a sus hijos más que al dinero chantajeado a España.

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