Marca de agua 

La pregunta que persigue a Pedro Sánchez: "¿Y tú qué hiciste?"

Pedro Sánchez
La pregunta que persigue a Pedro Sánchez: "¿Y tú qué hiciste?". 
Europa Press

De haber sido director general de Tráfico, en vez de echador de cartas, Fernando Simón ya habría prohibido la circulación para terminar con la epidemia de accidentes que se cobra cada año miles de vidas. No hay nada más eficaz que una carretera vacía para reducir a cero la siniestralidad. De la misma forma que a más aeropuertos cerrados, menos riesgo de contagio. La lógica de don Simón es aplastante, aunque subestime nuestra capacidad nacional para contagiarnos sin necesidad de ayuda exterior. En el fondo, echa de menos el confinamiento como el pastor echa de menos el calor del establo.

Lo bueno que tiene el portavoz pandémico es que dice las tonterías sin pensar, no como el presidente del Gobierno. La última “sanchez” de Pedro es llamar “desajustado” a Boris Johnson y al mismo tiempo defender el desajuste verborreico de Simón. Aunque en Moncloa lo echen a barato, la congruencia es una virtud que en Europa se aprecia mucho en el gobernante porque le otorga credibilidad y fortalece en él la confianza de los demás. Pero cuando no eres coherente ni los hechos acompañan a las palabras, entonces corres el riesgo de que un primer ministro, pongamos la finlandesa Sanna Marin, te espete en público un “¿Y tú qué hiciste?” como si fuera el Día del Juicio.

La pregunta aún vibra en el aire y persigue a un Pedro Sánchez que, en pleno rebrote vírico, se muestra apático e insensible a la catástrofe que se cierne sobre el sector turístico. Solo se le ve motivado cuando sus diputados, poseídos de entusiasmo, le hacen la ola y le aplauden con tal frenesí que el Congreso rivaliza estos días con la asamblea coreana del gordito Kim. Sin aplausos, el líder se hunde en la melancolía, lo que tiene muy preocupado a Iván el Gurú.

No es para menos. El Gobierno llevó a cabo una masiva campaña publicitaria para convencernos de que, tras 120 días de confinamiento, resucitaríamos a la “nueva normalidad” con la fuerza de un toro. Durante semanas nos machacaron los sentidos con una sola frase: “Salimos más fuertes”. La realidad, sin embargo, es justamente la contraria: no hemos salido del pozo vírico y la sociedad ha vuelto al estado de debilidad en que la dejó Zapatero. Nueve años de esfuerzos y de sacrificios echados a perder. Y encima aplauden.

El panorama económico, social y sanitario es pavoroso. Los brotes infecciosos van en aumento exponencial, el desempleo galopa desbocado, las colas del hambre se multiplican, los países vecinos nos tratan como apestados, la segunda potencia turística del mundo se hunde abandonada a sus suerte... “¿Y tú que haces?”. Nada, sólo silenciar con aplausos los crujidos que avisan del naufragio inexorable.

Desde hace cuarenta días, levantado el estado de alarma, se sabía con certeza científica que habría rebrotes amenazantes en plena temporada turística, de ahí que países como Grecia, Italia o Alemania adoptaran medidas de apoyo al sector con bajadas del IVA y cheques al consumo en la hostelería local. “¿Y tú qué hiciste?”. Nada, salvo mantener en el Gobierno al ministro de Consumo que insultó a la industria turística y apoyar a un portavoz al que le gustaría cerrar las fronteras con siete llaves.

Aquí hemos pasado de no tener más estrategia frente al virus que el confinamiento carcelario a tener 17 estrategia distintas, una por cada autonomía, puestas en marcha sin orden ni concierto ni coordinación. Los platos rotos de Cataluña y Aragón los pagan las islas y las playas del resto de España, mientras un Gobierno paralizado es arrollado por los acontecimientos y sus ministros se enteran por la Prensa del boicot internacional.

Como el boxeador sonado, Pedro Sánchez insiste en abrazarse al oponente para no caerse. Su situación es dramática: los socios separatistas que le encumbraron le dan ahora la espalda, mientras la extrema izquierda con la que gobierna acosa a los periodistas, arremete contra los jueces, jalea a los golpistas encarcelados y dinamita la Jefatura del Estado. Con estas credenciales, la reputación de Sánchez Europa está bajo mínimos. De ahí que emplace a Casado para que imite el pacto de Bruselas y le apoye sus Presupuestos.

Sería muy deseable, en efecto, que siguiendo el modelo de Merkel en Alemania se propiciara un gran pacto de reconstrucción nacional con el PP. Es lo que están pidiendo a gritos los ciudadanos. Pero, Sánchez, “¿y tú qué has hecho?” para lograrlo. Nada, salvo rodearte de serviles palmeros.

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