Marca de agua

Putin interviene en las elecciones del 14-F para que el separatismo siga gobernando

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Putin interviene en las elecciones del 14-F para que los separatistas sigan al poder
EFE

Vladimir Putin quiere votar el 14 de febrero para que ganen los separatistas y, a ser posible, su candidato Carles Puigdemont. Ya lo hizo en el referéndum ilegal del 1-O, en 2017, con notable éxito. Su campaña de “fake news”, intoxicaciones y manipulación a través de las redes sociales, diarios digitales y televisiones alcanzó tal virtuosismo que hoy se estudia en varias universidades como ejemplo de “guerra híbrida” con el propósito de influir en los procesos electorales de países estratégicos. España es un país altamente valioso para la estabilidad de la Unión Europea y de la OTAN, a tal punto que cualquier turbulencia al sur de los Pirineos debilita el proyecto europeo y su defensa, a la vez que fortalece al régimen de Moscú. Los mismos principios geoestratégicos que impulsaron la intervención de Stalin en 1936 son los que inspiran hoy a su sucesor.

Las intenciones destructivas de Putin ya fueron desveladas en un informe del Senado de EEUU en 2018 (#RussiaReport, del senador demócrata Ben Cardin) y confirmadas por los servicios de inteligencia de Alemania y Gran Bretaña en 2019. También la Prensa española las ha documentado, en especial el periodista David Alandete desde El País. Cómo sería de evidente la injerencia rusa que Josep Borrell, siendo ministro de Exteriores de Pedro Sánchez, acudió presuroso a Moscú para firmar un acuerdo en virtud del cual ambos países se comprometían a luchar contra las “fake news”… Sorprende, dos años después, que un político tan inteligente se dejara tomar el pelo entonces y que, no escarmentado, haya sido humillado otra vez, ahora como responsable de la política exterior de la UE.

Lo cierto es que, lejos de decaer el interés del Kremlin por azuzar el separatismo catalán, hoy está más excitado que nunca. Ya ni siquiera lo disimula. El propio ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, que ejerce de “rottweiler” del autócrata, acaba de entrar en campaña electoral apoyando a Puigdemont, el pintoresco aliado que siendo presidente de la Generalidad le prometió avalar la soberanía rusa sobre Crimea si Moscú reconocía una Cataluña independiente.

Pese a que las evidencias de intromisión son cegadoras, además de lesivas para la limpieza electoral, no parece que el Gobierno sanchista se dé por aludido ni que reaccione en defensa de la soberanía nacional. Al contrario, para pasmo de cancillerías, el vicepresidente Iglesias ha tomado partido públicamente por la estrategia de Putin y su protegido Puigdemont al emporcar la calidad de la democracia española: parece que los neocomunistas mantienen viva la vieja tradición de rendir pleitesía a Moscú. En todo caso, el ridículo internacional de Pedro Sánchez, del que ya había experiencia previa, adquiere una dimensión oceánica entre la humillación de su vicepresidente segundo y el fiasco de su conmilitón y pareja de la presidenta del PSOE, Josep Borrell.

Con amigos así, Salvador Illa no necesita enemigos. De hecho, los resultados electorales de este domingo no alterarán sustancialmente el mapa político de Cataluña y lo más probable es que, para satisfacción de Rusia, los separatistas sigan gobernando la Generalidad. Por el contrario, el 14-F será un día amargo para los catalanes constitucionalistas, que seguirán sojuzgados por los sediciosos, mientras los partidos que deben velar por sus derechos se acostarán más divididos, más débiles y más radicalizados, para satisfacción de Putin.

En este horizonte, es secundario quién presida la Generalidad, aunque la llave maestra de todas las cerraduras y el verdadero poder estarán en manos de ERC. El partido de Junqueras no sólo saldrá respaldado para retomar y dirigir el proceso separatista en Cataluña, sino también para condicionar la supervivencia del Gobierno sanchista.

Los términos del contrato son meridianamente claros: a cambio de su apoyo a Pedro Sánchez en Madrid, ERC exigirá en Barcelona una mesa de negociación bilateral permanente, indulto a los sediciosos encarcelados, rebaja penal de este tipo de delito, rescate del Estatut tumbado en su día por el Constitucional, referéndum y soberanías fiscal y judicial encubiertas, amén del reconocimiento formal de Cataluña como nación.

En suma, la España tras el 14-F será más frágil en su unidad, más incierta en su estabilidad, menos fiable como socia de la UE y con un Gobierno más rehén de los sediciosos. Vladimir Putin no podía esperar mejor recompensa a sus desvelos por la causa separatista.

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