OPINION

Ronda de tahúres o entre pillos anda el juego

Fotografía Quim Torra y Laura Borrás / EFE
Fotografía Quim Torra y Laura Borrás / EFE

Asegura Laura Borrás, con esa dulce vocecita de no haber blasfemado jamás, que ha descubierto al fin el significado oculto de las siglas PSOE: Pedro Sánchez Os Engaña. La portavoz de Puigdemont en Madrid se ha apresurado a poner en conocimiento de Torra tan astuto hallazgo, no sea que el presidente socialista le embauque con su esquinado talento de tahúr. Tal vez no le falten motivos. Pero si de ventajistas y fulleros se trata, aquí no se libra nadie, empezando por ERC, donde lo rufián no quita lo truhán, y terminando por la secta de Waterloo abonada al 3%.

En esta negociación fenicia sobre España que han entablado socialistas y separatistas, todo vale: el trampantojo y la farsa, la trapacería y el chantaje. O sea, el variado catálogo de virtudes que pueda desplegar una ronda de tahúres. Torra es quien reparte las cartas, pero es tan zote en el juego que delata todas la señas; es el palurdo de la mesa. Mientras, Puigdemont y Junqueras, amos de la timba, se espían por el rabillo del ojo para anticiparse a la argucia del otro. Para cada truco tienen su antídoto. Roto el pacto que les unió en la ilegalidad, 'botifler' el último.

Ahora están jugándose la fecha electoral. No es un envite menor. Puede que la partida se decida en esa baza. Quien gane se lleva la banca, o sea, la Generalidad y sus 30.000 millones de presupuesto. Por una parte, el prófugo trabaja sin descanso para tumbar el pacto de ERC con el PSOE, pinza que achica el campo de juego de JxC como partido de gobierno. Por la otra, el recluso conspira para arrebatar a su íntimo enemigo la jefatura de la tribu y, como hizo Jordi Pujol durante 30 años, erigirse en el único interlocutor frente a Madrid. Que es lo mismo que hacer de cajero. No sólo de inflamación nacional vive el separatista, sino de todo presupuesto que sale de las arcas del Estado.

De ahí que sea relevante la fecha de las elecciones, pues Torra pretende que interfieran en plena negociación de los Presupuestos Generales entre Pedro Sánchez y Oriol Junqueras, más o menos entorno a mayo o junio. Según Puigdemont, los republicanos son unos pardillos a los que desplumará Pedro Sánchez y saldarán la ansiada independencia por un plato de lentejas, ni siquiera de monchetas con butifarra. Es cierto que el presidente socialista se juega la legislatura (y también el colchón de la Moncloa) si ERC no apoya los Presupuestos, aunque sea con la abstención. De ahí que la secta de Waterloo proyecte recalentar el clima electoral para hacer irrespirable la negociación presupuestaria.

Y aquí entra en juego Pedro Sánchez, cuya credibilidad política tiene la misma consistencia que un horóscopo, lo que en una timba no deja de tener sus ventajas. La pifia cometida la semana pasada, al anunciar que posponía la mesa de negociación a después de las elecciones, a punto estuvo de terminar a tiros y con el pianista huyendo del salón. Moncloa dio marcha atrás, enmendó la mano, al rufián pidió disculpas, fuese y no hubo nada.

En realidad, aquel farol mal medido fue como un test de estrés para averiguar hasta dónde y hasta cuándo quieren jugar ERC y PSOE. Todo apunta a que separatistas y socialistas están de acuerdo en hacer de la necesidad virtud y repartirse la ganancia. He ahí su único principio moral inamovible. Llegarán lejos.

Por lo pronto, la "cumbre" Sánchez-Torra de este jueves ya ha pedido endecasílabos a los voceros orgánicos, como corresponde a la más alta ocasión que vieron los siglos para resolver “el conflicto”. Ni que decir tiene que estamos ante una pantomima, con Torra haciendo un haka maorí y Sánchez posando como Churchill en la Conferencia de Yalta. El primero exige lo que el segundo no puede dar; y éste ofrece más de lo que tiene. Bienvenidos al Misisipi, hagan juego. Y cuidado con las carteras.

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