Marca de agua 

Si Vox pone el cabreo, el PP debe poner las soluciones

Garriga Vox Congreso de los Diputados Abascal, bancada Vox
Si Vox pone el cabreo, el PP debe poner las soluciones. 
EFE

La moción de censura presentada por Vox, llámala desahogo, vindicación o cornada, busca según dicen la femoral del PP ante un respetable que pide sangre después de tanto sudor y lágrimas.

Admitamos que, en efecto, Abascal gallea en los medios de un ruedo devastado, dejadme sólo, como un espontáneo que viene a redimir al enfermo y al arruinado y también a la España fallida de Sánchez. Suya es la tarde. Suya es la ocasión de romper por unas horas el cordón sanitario que le han impuesto política y mediáticamente. Suyo, en fin, es el redondel para monopolizar el cabreo general por la gestión sanchista de la pandemia y la ruina del país.

Abascal toma la alternativa cuadrando a Vox como el partido del malestar: tiene 52 diputados, ninguna hipoteca de gobierno y nada que perder. Plantea un “yo contra todos”, un mano a mano desigual en el que tal vez lleve las de ganar, pero sería una pírrica victoria si quien sale a hombros es Sánchez y si la estocada destinada al socio de Iglesias termina en el costado de Pablo Casado. ¿Acaso es ese, precisamente, el primer objetivo de la moción de censura?

El primer revolcón, desde luego, se lo ha llevado el PP. La maquinaria de propaganda de Moncloa ha desviado la atención hacia el voto de los populares, como si la moción fuera contra el principal partido de la oposición, mercancía que el periodismo orgánico al completo se ha apresurado a empaquetar. La moción no podía empezar mejor para Sánchez, cuya fortaleza no procede de sí mismo, de su escuálida mayoría, sino de la debilidad de los demás y de la polarización política. Por eso fomenta todo aquello que agudice la división del centroderecha y crispe sus tensiones internas. En este contexto, la moción de Vox contribuye objetivamente al propósito sanchista. La encerrona es de libro.

No obstante, cabe esperar de Pablo Casado la inteligencia y astucia necesarias para salir airoso del callejón, sin espantadas, pero sin desplantes sobreactuados. Ante la embestida, se abre una magnífica ocasión para que el PP se afirme en la suerte y no ceda ni un palmo del terreno que le es propio. Sería perder el tiempo disputarle a Vox el título de campeón del cabreo que bulle en millones de trabajadores, autónomos y pequeños empresarios, todos ellos maltratados por las políticas de Sánchez e Iglesias. También de los indignados por los chanchullos del sanchismo con los golpistas catalanes, los beneficiarios de ETA y los guerracivilistas de la extrema izquierda.

Frente al discurso del cabreo, Casado debe anteponer el de las soluciones. Que otros catalicen la indignación, sin duda justificada, pero mala consejera para el buen gobernante. El PP desempeña responsabilidades de gobierno en media España (media docena de autonomías y miles de ayuntamientos) y su gestión es, en conjunto, de notable acierto, muy superior a la del Sánchez. Sin aspavientos ni apocalipsis. Esa es, precisamente, su gran baza no sólo ante los adversarios ideológicos, sino sobre todo frente a quienes le disputan el terreno propio, sea Vox o Ciudadanos.

Ante la embestida de Vox, por tanto, lo que procede es llegar ya indignados de casa. Y ante el populismo de Sánchez e Iglesias lo que conviene es reivindicar la alternativa liberal y constitucional que siempre fue de utilidad a los españoles. La oportunidad es magnífica para que Casado exponga de modo directo y contundente su programa de gobierno. Más allá de la cólera, la gente quiere soluciones frente al sanchismo que, como el zapaterismo (esas dos patologías de la socialdemocracia), desemboca en la ruina económica y el enfrentamiento civil porque ese es el medio natural del populismo redentor.

En vez de soldar las grietas sociales, políticas y territoriales aplicando las recetas constitucionales, Sánchez las ahonda por puro cálculo de poder, pues cuanto más dividida y radicalizada esté la sociedad mejor para él. La ruptura del centroderecha en tres partidos le fortalece; el golpismo separatista, favorece su trapicheo; el aumento de la desigualdad económica, le justifica; la batalla contra Madrid, le exonera; los ataques de sus socios a la Corona y al Rey, le blanquean. En suma, como al pirómano que tiene la llave de la manguera, cualquier incendio le enaltece como el salvavidas providencial.

Todo ello causa indignación y malestar, pero la alternativa no es abundar en el cabreo, sino en las soluciones, la primera de las cuales es la unidad del centroderecha. Y es de temer que sea la principal damnificada de la moción de Vox.

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