OPINION

Solo hay un pacto posible para una Segunda Transición: PSOE, PP y C's

Funcionamiento del hospital de campaña en Ifema por el coronavirus
Funcionamiento del hospital de campaña en Ifema por el coronavirus
Europa Press

Nunca llovió que no escampara ni hay mal que cien años dure, así que el día menos pensado, pues es cosa del Gobierno, saldremos a la calle atónitos, algo flojos de remos y con una cierta decepción porque el mundo haya sobrevivido mientras estábamos en casa. Será entonces, con la libertad recién recobrada, cuando contemplemos la magnitud del desastre.

Cuando salgamos de este coma inducido, los otros ya no serán los mismos. Confiemos que los gobernantes tampoco lo sean. Tal vez volvamos más solidarios, también más pobres y menos independientes; acaso más escépticos. Está gestándose una “Generación Mascarilla” cuya conducta social, escala de valores y textura moral estarán marcadas para siempre por el cerco de la peste. Quizá albergue cierta desconfianza en el futuro, aunque habrá aprendido la lección de la unidad y la responsabilidad como técnica de supervivencia.

Las reglas del juego político han cambiado. Asistimos a un giro súbito y radical que inaugura una nueva época. La pandemia de un virus inasible e implacable ha abierto de golpe los portones del siglo XXI. Ya no sólo está amenazada la casa común por el cambio climático: ahora también es la persona concreta, y su entorno más cercano, la sojuzgada por una calamidad global. Atrapado en esta tenaza fatal, el mundo de adentra en territorio desconocido.

España también se enfrenta a lo imprevisible y, como hace 45 años, no precisamente en las mejores condiciones económicas ni políticas. Es el momento más crucial desde la Transición democrática, tal vez una Segunda Transición. De ahí que, por analogía y con más fe que razón, se presenten los famosos Pactos de la Moncloa como la vacuna milagrosa que nos libre del mal amén. El mirar atrás tiene sus riesgos, como convertirte en estatua de sal, justo lo que parece Pedro Sánchez cuando nos sermonea durante horas con la cara petrificada.

El esfuerzo por resucitar aquellos Pactos es pura melancolía, cuando no retórica de saldo para confinados. De entrada, fallan los personajes: Pedro Sánchez, a cuyo lado Adolfo Suárez pasa por Fernando el Católico, es un Felipe González comprado en los chinos; Iglesias es a Carrillo lo que el Palmar de Troya al Vaticano; y para ocupar el perímetro de Fraga, el hombre que tenía el Estado en la cabeza y a sus adversarios en la tripa, se necesitan ahora dos pretendientes, Casado y Abascal. Estos bueyes tenemos, con estos bueyes aramos.

Pero también falla el contexto. El Congreso está en hibernación y en ese estado sólo se puede hacer el oso. José Luis Ábalos, echado a perder desde la noche con Delcy, se permite además imponer a Vox un cordón sanitario cuando el virus más letal lo tiene en su propia casa, aunque en vez de corona luce coleta.

Luego hay un desenfoque de memoria. Aquellos Pactos de 1977 fueron un éxito, más allá del acuerdo económico, por la voluntad compartida de construir contra todo pronóstico un futuro de convivencia, justicia y prosperidad. Hubo pacto económico para salir del hoyo, pero el germen de la España democrática fue el pacto político que culminó en la Constitución. Fue, en suma, un compromiso moral.

Eso mismo necesita la España pospandemia, un compromiso renovado de convivencia que desemboque en una reforma constitucional y aleje los viejos demonios cainitas que hocican a las puertas. Pero, ¿qué cabe esperar de un Gobierno en el que hay un vicepresidente y cuatro ministros que abominan de aquello (“El nefasto régimen del 78”), promueven caceroladas contra el Jefe del Estado y demonizan a los empresarios? ¿Cómo creer que la reivindicación de los Pactos del 77 es sincera cuando has llegado al poder gracias a los golpistas catalanes? No hay mayor refutación de los Pactos de la Moncloa que gobernar con la ultraizquierda parásita y bajo la tutela del separatismo. Así, no.

Los únicos pactos realistas, posibles y eficaces en este trance serán los que alcancen PSOE, PP y C´s, que con sus 218 diputados poseen fuerza sobrada para afrontar la reconstrucción del país, la económica sí, pero también la política y moral. Esto es, para sentar las bases de un nuevo pacto constitucional. Así, sí.

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