Capital sin Reservas

La relación de amor-odio entre Calviño y los bancos, tan lejos y tan cerca

La obstinada negativa a deflactar el IRPF sitúa al Gobierno en la misma senda de actuación que las grandes entidades financieras reacias a retribuir los depósitos de sus clientes en España.

Nadia Calviño trata de sacudirse el estrecho marcaje de Yolanda Díaz para llegar a un acuerdo de mutua no agresión con la banca
Nadia Calviño trata de sacudirse el estrecho marcaje de Yolanda Díaz para llegar a un acuerdo de mutua no agresión con la banca
EFE

La gran recesión de la primera década del presente siglo motivó lo más parecido a una guerra fría entre los sucesivos gobiernos de la nación y las principales entidades de crédito, cuyo frente de batalla puede situarse en la nacionalización de Bankia y el inmediato rescate bancario solicitado por España a mediados de 2012. Transcurridos diez años, la diferente naturaleza de la crisis generada ahora con la pandemia del coronavirus y la invasión de Ucrania ha conjurado una especie de hechizo, convirtiendo aquella acérrima rivalidad en un matrimonio de conveniencia entre el poder real y su cónyuge fáctico del sector financiero. Tanto Hacienda en su tratamiento fiscal con los contribuyentes, como los más influyentes bancos del país en las relaciones comerciales con sus clientes han adoptado una política equivalente que consiste en arrastrar los pies para aprovechar en beneficio propio los efectos inflacionistas que a día de hoy mueven la actividad económica global.

Las altisonantes declaraciones de las diferentes ministros y ministras del área económica contra los automatismos de la práctica bancaria amainaron durante las últimas semanas hasta que el dictamen emitido por el Banco Central Europeo (BCE) sobre el célebre impuesto extraordinario a los bancos inflamó el instinto populista del Gobierno. Pedro Sánchez ha reaccionado muy ufano de boquilla, insinuando como no puede ser de otra manera que se mantendrá en sus trece, pero nada tendría de particular que, una vez se enfríe el bofetón de Fráncfort, alguno de los aliados periféricos del propio grupo socialista en el Congreso utilice la tramitación parlamentaria del gravamen para rebajar el castigo a la mínima expresión. Sobre todo, si en medio de la gran tramoya las entidades ponen algo de su parte y demuestran buena voluntad a la hora de amortiguar el impacto demoledor que está teniendo la subida del euríbor en el mercado hipotecario.

Los insondables efectos de la crisis económica exigen una estrategia de entendimiento y Nadia Calviño, a pesar del estrecho marcaje de Yolanda Díaz, trata de promocionar detrás de las bambalinas una insólita luna de miel con los bancos para aliviar en la medida de lo posible la escalofriante factura derivada del crédito a la vivienda. Infinidad de prestatarios están empezando a sentirse asfixiados en un ambiente de crispación social que puede dinamitar las expectativas electorales de los socios de legislatura y echar por tierra la supuesta responsabilidad social corporativa de la que hacen gala las entidades financieras. Para evitar el qué dirán la gran banca ha movido ficha esta vez de una manera súbita e inopinada, pero lo ha hecho con una oferta rácana a base de moratorias de clara con limón, algo así como un golpe de pecho sin otro objetivo redentor que no sea la prevención de un incremento desbocado de la tasa de morosidad.

Los analistas financieros consideran que la retribución de los depósitos seguirá a cero hasta que el BCE suba el precio oficial del dinero hasta un mínimo del 3%

Los principales agentes del sistema financiero han empezado a sacar tajada del cambio de ciclo monetario y tratan de resarcirse por la vía rápida de los pasados, aunque todavía recientes, malos tiempos cuando los tipos de interés oscilaban en términos nominales negativos. Los Botín, Fainé, Torres y demás ilustres banqueros del país han aprendido la lección y no van a dispararse un tiro en el pie ni aunque Cani Fernández levante el hacha de guerra desde la CNMC, invocando sospechas de pactos colusorios entre las grandes marcas del sector para no subir la retribución del pasivo. Los clientes también han sufrido lo indecible con sus ahorros durmiendo el sueño de los justos estos años atrás, pero de acuerdo con los estudios que se manejan en el sector el pago por los depósitos a plazo fijo y las cuentas corrientes no será efectivo, al menos en España, hasta que los tipos oficiales del dinero alcancen como mínimo un 3% en la zona euro.

La vicepresidenta económica tiene un reto complicado porque tampoco está en condiciones de exigir a los bancos un tratamiento compasivo con su clientela que el propio Gobierno se niega a dispensar al conjunto de los ciudadanos. La terca negativa a deflactar la tarifa del IRPF sitúa a Hacienda en el mismo paralelo de actuación que todas aquellas entidades demasiado preocupadas por congelar bajo cero los ahorros de sus particulares mientras actualizan sus nuevos menús hipotecarios con precios claramente al alza. La avaricia recaudatoria del fisco con los ingresos extraordinarios que proporciona la inflación impide cualquier legítimo reproche ante la codicia que muestran los bancos para sacar rédito a su margen de cliente. Algo similar a lo que hacen las grandes petroleras con ese efecto cohete-pluma en virtud del cual los carburantes suben disparados en cuanto se incrementa el importe del barril para luego bajar a cámara lenta cuanto desciende la cotización del Brent en los mercados internacionales.

Sánchez no va a enfrentarse con las instituciones europeas y los bancos confían en que el impuesto extraordinario sea rebajado durante el tramite parlamentario 

Las negociaciones entre el Gobierno y los bancos se prometen intensas en las próximas semanas. La máxima responsable de la política económica ha sido mandatada por su jefe para tocar la fibra sensible de las más poderosas corporaciones financieras del país, lo que no quiere decir que éstas vayan a dejar que Nadia, ni nadie, les meta la mano en la caja. La subida de tipos supone una mina de ingresos estimados en torno a una media de 2.000 millones de euros para cada entidad, una cifra aparentemente extraordinaria pero que no debe confundirse con el importe real de beneficios. Los bancos tendrán que asumir los costes generados por la inflación, además de aumentar provisiones por la crisis y no se olvide que Lagarde acaba de poner coto al chollo del arbitraje que realizaban con la financiación a precio tirado del BCE y cuyos excedentes colocaban luego en el propio banco central aprovechando las nuevas y crecientes tasas de interés.

El acuerdo de mutua no agresión, al margen de la retórica populista que nos invade, otorga una aparente virtualidad al impuesto contra la banca, pero la controvertida exacción no es más que el palo de la zanahoria que el Gobierno está obligado a compartir con las entidades financieras para superar conjuntamente la etapa más dura del  invierno  que está por llegar.  Sánchez no va a enfrentarse a pecho descubierto contra las instituciones europeas de las que depende en gran parte la capacidad de gasto público del Estado. Atacar con garrotazos tributarios a la banca supondría una declaración de guerra contra el BCE y hasta ahí podíamos llegar. A buen seguro que Calviño y sus denostados banqueros se darán la mano más pronto que tarde. Mejor así porque de lo contrario la única sangre que llegará al río será la de los ciudadanos, bien sea como paganos contribuyentes del erario público o como sagrados clientes del negocio bancario privado.

Mostrar comentarios