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La batalla de Bruselas y los 'marines' de Sánchez: a morir con las botas puestas

Tras el fiasco de Calviño en el Eurogrupo, Sánchez espera que Bruselas no exija grandes ajustes  de gastos y se conforme con una reforma de pensiones basada en dificultar el acceso a la jubilación de los ‘baby boomers’.

La derrota de Calviño en el Eurogrupo ha supuesto un fracaso para España pero Sánchez tampoco tenía muchas ganas de ver a su ministra convertida en la primera 'mujer de negro' de la Unión Europea
La derrota de Calviño en el Eurogrupo ha sido un fracaso para España pero Sánchez tampoco tenía muchas ganas de ver a su ministra convertida en la 'mujer de negro' de Bruselas.
Europa Press

Las presiones del sector agrario, uno de los que menos vienen contando entre los damnificados de la crisis, han conseguido al menos que María Jesús Montero se baje del machito de Hacienda para recular en su plan de calzarle un impuesto campechano a los gigantes del mundo digital acunados en EEUU. La ministra se envaró con su proverbial arrojo en defensa de la llamada tasa Google, que está siendo negociada también por otros grandes países europeos bajo el paraguas de la OCDE. El Gobierno vio la ocasión pintiparada para abanderar un pulso contra Donald Trump, pero las represalias en forma de aranceles anunciadas desde Washington contra los productos agroalimentarios españoles han hecho entrar en razón a los flamantes justicieros fiscales no vaya a ser que el inquilino de la Casa Blanca se enfade más de lo que ya está con Pedro Sánchez.

El jefe del Ejecutivo ha dado por cerrada la primera fase de la crisis, la sanitaria, y no está dispuesto a reparar en ninguna hipótesis de futuro que no le convenga, incluidos los eventuales rebrotes de la epidemia de los que ya se ocupa el flemático doctor Simón con sus comparecencias cotidianas para aburrir a las cabras. Lo prioridad ahora consiste en alfombrar el terreno político para amortiguar ese peor escenario económico que está por llegar, lo que exige una estrategia general de apaciguamiento que satisfaga la disciplina férrea de la Comisión Europea y no soliviante a los fondos de inversión, principalmente anglosajones y en todo caso abonados a la secular doctrina del Tío Sam. La demagogia barata de andar por casa se ha quedado  devaluada, de momento, ante los costes extraordinarios de la recesión que se avecina.

El Gobierno social comunista ha caído rendido en los brazos de la otrora denostada Ángela Merkel confiando en que la nueva presidencia de la UE que ostenta Alemania desde primeros de mes sea el aldabonazo definitivo para poner en marcha el ansiado plan de reconstrucción económica en el Viejo Continente. Una vez más Sánchez ha adaptado su credulidad a sus intereses siguiendo a pies juntillas el discurso del ministro germano de Finanzas, Olaf Scholz, quien ha vinculado el bienestar económico de su país a una rápida recuperación de sus socios sureños, lo que invita a pensar en un respaldo comunitario inequívoco para España e Italia como máximos castigados de la pandemia. Otra cosa es la contrapartida que habrá que pagar por unas ayudas que, como ha advertido el propio Josep Borrell desde su atalaya de Bruselas, no van a constituir un cheque en blanco para nadie.

En Moncloa existían muchos recelos sobre el papel que iba a adoptar Calviño contra la política de gasto público si hubiera sido elegida jefa del Eurogrupo

El líder socialista ha calibrado con mucho cuidado la conveniencia de que Nadia Calviño se coronase al frente del Eurogrupo porque no tenía nada claro que el ascenso al olimpo comunitario de la representante española fuera a reportarle a él ninguna ventaja en el manejo de sus relaciones domésticas de poder. La candidatura fue impulsada realmente como un mal menor que era necesario encajar para no dañar la imagen institucional de España con la renuncia explícita a presidir un organismo esencial para la salida coordinada de la crisis en la zona euro. Finalmente, la derrota de la vicepresidenta económica en beneficio del aspirante irlandés, Paschal Donohoe, ha producido un suspiro de alivio en los entornos monclovitas, donde estaban tentándose la ropa con la posibilidad de ver a la ministra ataviada de luto riguroso como principal ‘mujer de negro’ delegada por Bruselas para meter en cintura a todos esos gestores manirrotos que administran el gasto público del Estado.

Los asesores económicos del presidente esperan ahora que los funcionarios de la Comisión Europea no afilen, por lo menos hasta el año que viene, el lápiz rojo de los verdaderos ajustes presupuestarios y se conformen con las renovadas promesas de una reforma tributaria que se irá acompasando a instancia de parte. En otras palabras, cuánto más gasto público sea necesario para satisfacer la justicia social enarbolada por el comandantes Iglesias más impuestos habrá que cargar a espaldas de los contribuyentes en aras de esa justicia fiscal abanderada por el general Sánchez. El rodillo social comunista ha sido descolgado de los anaqueles con la aquiescencia de esa mascarada interpretada en la Comisión de Reconstrucción Social y Económica, de manera que el Gobierno dispone de una mayoría virtual suficiente en el Congreso para mantener las riendas económicas de la legislatura.

El PSOE ha establecido un cordón sanitario frente al PP, despreciando todas las enmiendas formuladas desde el primer partido de la oposición, en un claro gesto de connivencia con sus socios de investidura; con Podemos pero también con ERC. Una estrategia que reafirma la hoja de ruta programática, al menos sobre el papel. Distinto será cuando la ministra de Hacienda formule las cuentas que ha dejado la crisis sanitaria y tome conciencia del hundimiento de una recaudación que ya en abril había sufrido una caída del 32% en términos interanuales. No es de extrañar que la jefa de la caja de caudales trate de dilatar la presentación de los Presupuestos del Estado hasta que la Unión Europea mueva ficha y se rasque el bolsillo con ese programa de rescate económico que tanto se está haciendo de rogar.

La clave de la reforma de la Seguridad Social consiste sencillamente en impedir una oleada de jubilaciones procedente de la generación del 'baby boom'

A la espera del maná comunitario, el plan B de ahora consiste en replicar a los malos tiempos con buena cara manteniendo esa ficción paternal en virtud de la cual nadie se va a quedar atrás en la recuperación económica. Para ello y, al margen de un nutrido y grato álbum de fotos con la CEOE y los sindicatos, Sánchez se dispone a enviar a Bruselas un primer memorándum de reformas estructurales que podrán ser diferidas en el tiempo de acuerdo con el mayor o menor clamor que muestren las encuestas. Entre las mismas destaca por encima de todo la revisión del sistema público de pensiones a la que está dedicado en cuerpo y alma José Luis Escrivá desde su anterior reencarnación como presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef).

El influyente ministro neoliberal está explorando el calendario legislativo más oportuno para acelerar las deliberaciones del Pacto de Toledo en busca de una ley que, a la postre, va a representar el principal punto de inflexión de toda la gran crisis que nos espera. No en balde, se trata ni más ni menos de abordar un ajuste de cuentas que tocará el bolsillo de los jubilados, si no de los que ya lo son, sí de todos los que aspiran a serlo en los próximos años y que, en definitiva, han constituido el principal aporte de la Seguridad Social durante las últimas décadas. Los ‘baby boomers’, nacidos para morir con las botas puestas, están llamados a convertirse en el primer cuerpo de ‘marines’ de la batalla que Sánchez tendrá que librar tarde o temprano en Bruselas para satisfacer a sus aliados europeos. Y a esto le seguirán llamando el estado del bienestar.

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