Capital sin Reservas

Blues empresarial (a grito pelao) para calmar a la fiera populista

Los grandes empresarios han respondido al reclamo de la CEOE para emitir un grito de socorro unánime que sirva como hoja de ruta económica a Sánchez en Bruselas y espante las presiones de Podemos.

El rey Felipe VI, en la cumbre de la CEOE
El rey Felipe VI junto a Antonio Garamendi en la clausura de la cumbre empresarial organizada por CEOE

La pandemia, y por supuesto la telemática, ha sacado a los más importantes gestores corporativos de sus suntuosas torres de marfil en un arrebato hasta ahora nunca visto dentro del pequeño gran mundo español de los negocios. La convención empresarial multitudinaria que se ha celebrado a instancias de la CEOE durante estas dos últimas semanas constituye una extraordinaria campaña de marketing en la que cada cual a su manera ha expuesto las líneas maestras de una particular carta a esos Reyes Magos que todo el mundo sabe que no existen. De no ser porque la iniciativa fue acordada preventivamente con la vicepresidenta Nadia Calviño se podría llegar a entender que la manifestación de cuello blanco ha sido orquestada como un desafío a Pedro Sánchez cuando, en realidad, es precisamente justo lo contrario.

Antonio Garamendi se ha anotado un tanto en su casillero personal, silenciando a todos los críticos que, dentro de la CEOE y principalmente entre las agrupaciones sectoriales, venían denunciando una galopante falta de liderazgo en el seno de la cúpula empresarial. Los conatos de una eventual ruptura con la patronal catalana, Foment del Treball, han sido eliminados de un plumazo en lo que se considera el principio de una nueva amistad con Josep Sánchez Llibre, el dirigente que mejor ha sabido engrasar hasta la fecha las relaciones con el poder político. La complementariedad de esfuerzos entre ambos gerifaltes del movimiento empresarial es básica para plantear al Gobierno una posición cohesionada ante una crisis económica instalada de hoz y coz en el imaginario colectivo del país.

Gran parte de los dirigentes corporativos que participaron en el cónclave de CEOE prepararon sus intervenciones de acuerdo con la vicepresidenta Nadia Calviño

Los empresarios son, a día de hoy, el mejor reclamo que tiene el jefe del Ejecutivo para no despeñarse por el precipicio de la recesión encadenado a Pablo Iglesias. La hecatombe sanitaria ha favorecido hasta ahora el rumbo de una estrategia económica de corte social-populista en la que Podemos ha llevado la voz cantante de manera abrumadora. La vicepresidenta Calviño estuvo falta de reflejos al inicio de la pandemia en su intento de sofocar con su manual de primeros auxilios las posiciones maximalistas de sus contrincantes en el Consejo de Ministros. En realidad, la responsable española de la política económica tenía las de perder porque los virus de marzo se habían expandido por todos los confines de Europa dejando también aturdidos a los más acérrimos sacerdotes de la disciplina fiscal consagrada en Bruselas.

En la llamada zona cero de la crisis el ruido de las prioridades sociales se ha impuesto claramente sobre las nueces de los objetivos económicos, sembrando la inquietud de los colectivos patronales más vulnerables que esperaban una mayor sensibilidad por parte del Gobierno. Respaldada por un claro instinto de supervivencia política, Calviño trató de preservar la integridad de su cargo en una batalla desigual contra Iglesias y convenció al presidente Sánchez para echar el freno a cualquier otro estímulo preventivo que pudiera deteriorar el denominado ‘recibo de confianza’ del Reino de España en los mercados de capitales. La vicepresidenta temía que la deuda conjunta del Estado pudiera dispararse al 140% del PIB y decidió que lo primordial era asegurar la capacidad de financiación del Tesoro Público ante la euforia bolivariana desatada por el alcance dramático del coronavirus.

Pero las tornas han cambiado porque, 100 días después del estado de alarma, las grandes variables macroeconómicas que manejan tanto los organismos supranacionales como las instituciones financieras en nuestro país han expuesto la profundidad de la crisis con la misma y meridiana claridad que han advertido la incertidumbre de la recuperación. El Gobierno no puede aguantar por más tiempo el tirón de una economía que necesita encender las luces largas como aconseja el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos. Ha llegado el momento de echar el resto con políticas desinhibidas de rescate a favor de aquellos sectores especialmente atacados por la hibernación de la actividad, al tiempo que se aborda una estrategia de consolidación fiscal que debe conducir a una nueva etapa de reformas y, sobre todo, a un recorte drástico del descomunal gasto improductivo.

En esta segunda fase de la crisis Sánchez necesita bajar los humos al comandante  Iglesias para presentar nuevas credenciales económicas en Bruselas

Pedro Sánchez es consciente de que tiene que cambiar el paso de su política económica, lo que implica también un cambio de pareja, soltando a Iglesias y agarrándose a Nadia Calviño. En la nueva melodía es básico que los empresarios no se conviertan en una nota disonante y por eso la importancia de una entente cordiale a todos los niveles con la CEOE y sus más prestigiosos patrocinadores. Con escasas excepciones, la cumbre telemática de estos días ha reunido a lo más granado del mundo corporativo, rememorando las convenciones que organizaba hace diez años Zapatero en el Palacio de la Moncloa con los antiguos mandarines del Ibex. La única diferencia es que, esta vez, Garamendi no ha querido que ningún representante del Gobierno formara parte del montaje a fin de no coartar la independencia de esos insignes asociados que, por razón de su cargo, están obligados a comer en la mano del poder oficial establecido.

La partitura que han escrito los empresarios estos días, con independencia de la música de viento que puedan interpretar los más acérrimos críticos de Sánchez, ha sido lo más parecido a un blues,  a grito pelao eso sí, para calmar las ínfulas de la fiera populista. Poco a poco, el cerco económico se está estrechando en contra del comandante Iglesias, quien hábilmente se plantea un regreso a los cuarteles de invierno para no convertirse en el malo de una película cuyo guion supera con creces la capacidad de maniobra que le ha concedido la crisis sanitaria. La recuperación económica es un desafío global que está supeditado al dictado de la Comisión Europea, de manera que la formación morada ha considerado que una retirada a tiempo es la mejor forma de asegurar la posición privilegiada que todavía le asiste como consorte del Gobierno.

En esta segunda fase de la crisis que ha de aflorar tras el confinamiento los verdaderos activistas de la economía nacional serán los empresarios. La puesta en escena alumbrada por la CEOE ha dejado bien a las claras las  credenciales que Sánchez debe exhibir para hacerse con el favor del vecindario europeo. En el nuevo reparto de papeles, la cúpula patronal está llamada a tomar el relevo de Podemos como bisagra del PSOE ahora que llega el momento de jugársela en Bruselas. Ya sólo falta que Nadia Calviño consiga la ansiada presidencia del Eurogrupo y decida, por fin, dar un paso al frente como máxima responsable de la política económica en nuestro país. Eso y que el Partido Popular entre por el aro de una colaboración con el Gobierno en la que Garamendi anda también empeñado. Por intentarlo no va a quedar.

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