OPINION

Calviño contra Montero: dos ministras ...y un destino de lo más preocupante

Nadia Calviño y María Jesús Montero. La seriedad y la sonrisa del actual régimen económico
Nadia Calviño y María Jesús Montero. La seriedad y la sonrisa del actual régimen económico
EFE

Muchos de los grandes empresarios españoles, desorientados en esta tediosa y prolongada era de bloqueo político, suspiraron con cierto alivio cuando a primeros de agosto Nadia Calviño retiró su candidatura a la dirección ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI). Un cargo con tratamiento equivalente al de un jefe de Estado, como fue ensalzado en los cenáculos del poder económico hasta que Rodrigo Rato dio la espantada en Washington para volverse a España y caer en el Averno, pero que en el caso de la ministra de Economía en funciones representaba un serio revés en las aspiraciones de los dirigentes corporativos por encontrar alguien con quien llorar las penas dentro del actual Gobierno socialista.

Los más atrevidos representantes del mundo de los negocios, esos que caminaban sobre las aguas en los tiempos de vino y rosas con el amigo Zapatero, creyeron que la inopinada llegada al poder de Pedro Sánchez les otorgaría la oportunidad de volver a las andadas después de que ‘los Nadales’ les dieran con la puerta en las narices durante los siete años de eso que se dio en llamar el 'marianismo diletante'. Se dice que el mayor de los gemelos, Álvaro, actual jefe de la oficina comercial en Londres, llegó a despachar con cajas destempladas a todos aquellos aristócratas del Ibex que se acercaban por sus dominios exigiendo a grito pelao la necesidad de que el jefe del Ejecutivo pidiera a Bruselas un rescate económico sin anestesia.

Las circunstancias no son ahora tan dramáticas, pero quien más y quien menos trata de marcar las cartas antes de iniciar la jugada, buscando atajos que permitan alcanzar el liderazgo ante instancias públicas donde se concentra un 20% del PIB en contratos del Estado y de las que emanan posiciones de privilegio y poder que luego se traducen en ventajas diferenciales de competitividad para sus 'business'. En el momento que nos ocupa, la inestabilidad del Gobierno junto con la aprensión que suscita el propio jefe de filas socialista no ha permitido establecer ningún enlace capaz de facilitar una conexión estructural, más allá de las relaciones de cortesía con que se maneja Iván Redondo en su calidad de gurú y amo de llaves de La Moncloa.

El jefe de gabinete del presidente no inspira tampoco demasiada confianza por mucho que su tarjeta de visita sea una de las más preciadas y que con más orgullo se intercambian los aspirantes de favores oficiales. El afán de presunción es consustancial a la gestión empresarial pero tan generoso esfuerzo sólo evidencia las enormes carencias de algunos modelos de negocio para sostenerse sin las muletas del Estado. Contar con Iván Redondo en la lista de contactos viste mucho en el pequeño gran mundo corporativo, aunque eso sólo sirva para darse un garbeo por Palacio de vez en cuando. Lo esencial es tener acceso a alguno de las ministras con las que Pedro Sánchez ha ido conformando ese equipo económico del que dice sentirse tan orgulloso y en este terreno, entre el dogmatismo de unas y el escaso peso político de las otras, las habas que verdaderamente importan sólo pueden ventilarse con la ministra de Economía en su papel de verso suelto dentro del gineceo socialista.

Nadia Calviño es la esperanza blanca de los prebostes del Ibex, la única que puede hacerse eco y trasladar aguas arriba las incertidumbres y preocupaciones que absorben a los empresarios en esta travesía por el desierto al que parece abocada la política nacional. El país se encuentra parado a la espera de acontecimientos, pero no son pocos los que apuestan por quedarse como están antes de enfrentar un programa de involución económica que dé al traste con los avances conseguidos en los últimos años. La convocatoria de nuevas elecciones sólo ha supuesto un pequeño respiro tras el enorme susto que deparó el eventual gobierno de coalición con Podemos y algunos dirigentes de muy importantes compañías todavía tienen pesadillas en las que Pablo Iglesias o alguno de sus lugartenientes/as aparecen posando sonrientes en la escalinata que conduce al Consejo de Ministros.

La sopa de letras que inunda la política española ha transformado la incertidumbre en desasosiego ante la amenaza latente de unos pactos desbocados a la izquierda del propio PSOE que remuevan las tierras de una estructura económica con grietas cada vez más profundas. Los últimos datos del INE sobre el crecimiento del segundo trimestre suponen un bajonazo para todos los que tienden a confundir la realidad con sus más optimistas deseos. En términos anuales la manida desaceleración puede alcanzar a este paso un 0,8% del PIB, provocando que el enfriamiento económico del que habla el Gobierno derive en una congelación solo comparable a la que viene padeciendo el país desde la célebre moción de censura de hace año y medio.

El paso por Despeñaperros de María Jesús Montero

Por todo ello se impone la necesidad de una figura política que pueda y quiera interpretar el ideario progresista en su sentido más literal; esto es, mirando hacia adelante y evitando las tentaciones reaccionarias que, principalmente en materia fiscal y laboral, vienen fermentando los más noveles padres de la patria con la demagogia barata de los tiempos modernos. Nadia Calviño responde fielmente al perfil que desean los empresarios, desde el momento en que se mueve en un ámbito cultural metabolizado durante su estancia en Bruselas, lo que acredita sobrada capacidad de gestión y, lo más importante, asegura un nivel de interlocución con las autoridades comunitarias sólo comparable al que puede ejercer José Borrell, ahora expatriado en el nuevo Gobierno de la Comisión Europea.

El problema es que tan excelso pedigrí no hace ningún favor a la ministra en los mentideros de Ferraz, donde es percibida como un producto típico de la burocracia europea más ortodoxa y recalcitrante. Dentro del partido la estrella emergente es su máxima rival, María Jesús Montero, llamada a cotas más altas como vicepresidenta económica si el jefe consigue formar gobierno tras el 10-N. La cirujana de Triana necesita un pedestal  para hacer carrera política en Andalucía como recambio natural de Susana Díaz, a la que muchos ven formando parte de ese futuro gabinete ministerial de Sánchez en un gesto de camaradería que no tiene otro objeto que allanar el paso por Despeñaperros de la actual ministra de Hacienda.

Calviño corre el riesgo de perder la titularidad como presidenta de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, un puesto que se ha demostrado más simbólico que real en los últimos meses de mandato socialista, pero que tradicionalmente ha servido de testigo para saber o, al menos imaginar, quién lleva el brazalete de capitán o capitana de la política económica en España. Lógico que, en estas circunstancias, la ministra que pudo reinar en el FMI se resista a deshacer las maletas y siga buscando alguno de esos puestos de representación institucional que están reservados cada año a los funcionarios de más elevado grado y condición. En el PSOE los hay también que llevan tiempo sacando brillo al puente de plata.

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