Capital sin Reservas

Carrera de méritos (y numeritos) para llegar a la más alta cumbre de la OTAN

Sánchez se ha situado en primer tiempo de saludo ante Biden y quiere aprovechar la reunión en Madrid de la Alianza Atlántica para hacer valer una eventual candidatura a la secretaría general que queda libre en un año.

Sánchez junto al actual secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, cuyo mandato termina en octubre del próximo año
Sánchez junto al actual secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, cuyo mandato termina en octubre del próximo año
Borja Puig de la Bellacasa

En junio de 2001 la finca estatal de Quintos de Mora fue escenario del salto a la fama protagonizado por José María Aznar en sus relaciones con el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush. En la recepción oficial celebrada en esta casa de campo toledana con el mandatario norteamericano se asentó el principio de la vieja amistad que situó a España en el eje de la renovada alianza atlántica consolidada al cabo de dos años de una manera estruendosa y no menos controvertida con la guerra de Irak. Pedro Sánchez no ha llegado a tanto, ni muchísimo menos, pero se ha servido del mismo y lujoso decorado para agasajar al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y presentarle de paso sus credenciales en lo que no pocos observadores consideran un guiño de cara a un próximo relevo al frente de la organización consagrada a la defensa de Occidente.

Existen varios factores que alientan las opciones, e ilusiones, de Pedro Sánchez como futuro general en jefe de la OTAN. Cosas veredes que te llenarán de asombro, pero lo cierto es que el presidente del Gobierno lleva un tiempo dejándose querer por los cenáculos internacionales demostrando su plena adhesión a los dictados que impone el nuevo orden mundial tras la invasión de Ucrania. El líder socialista trata de compensar en el exterior el desprestigio que acumula con su errática política interior y no ha dudado en situarse en primer tiempo de saludo ante el inquilino de la Casa Blanca. El  inopinado giro sobre el conflicto del Sahara sólo puede entenderse bajo estas coordenadas de sumisión a EE.UU que, a fin de cuentas, ha sido el valedor de las prerrogativas de Marruecos en el norte de África desde la célebre Marcha Verde promovida por la CIA pocos días antes de la muerte de Franco.

La cumbre de la OTAN que se celebra esta próxima semana en Madrid brinda una oportunidad inmejorable para redimir el pecado original heredado por el Gobierno socialista desde que Zapatero tuvo la visionaria idea de deshonrar la bandera estadounidense para luego retirar de buenas a primeras las tropas españolas en Irak. La diplomacia de Washington no suele perdonar tamañas infamias, que el jefe del Ejecutivo necesita eliminar como sea de su curriculum político dándose un abrazo lo más notorio y festivo posible con Joe Biden. La preparación artillera del inminente encuentro planetario ha venido adornada por ese último apretón de manos entre Sánchez y Obama, dícese que improvisado, pero que los edecanes de Moncloa no han dudado en difundir con profusión en las redes sociales para demostrar la muy alta alcurnia que ocupa y engrandece la agenda de su jefe.

Sánchez quiere redimirse de los pecados de Zapatero con EE.UU y trata de emular a Felipe González para mostrar al mundo  su pasión por entrar (personalmente) en la OTAN 

Tras el varapalo de Andalucía el PSOE parece dispuesto a cortar el cordón umbilical con sus descastados socios de Podemos o, cuando menos, poner coto a las riñas de patio vecinal que tanto están debilitando la reputación de su líder ante la comunidad internacional. Sánchez quiere sacudirse cuanto antes el pelo de la dehesa que en esta recta final de legislatura constituye un flagrante obstáculo para sus más egotistas ambiciones. En esta faceta el presidente del Gobierno se siente más a gusto en la comparación con Felipe González, quien supo reconducir su histórico triunfo electoral de 1982 basado eficazmente en una campaña de agitación y propaganda contra la OTAN para cuatro años después poner a disposición su cargo como primer ministro si una mayoría de españoles no aprobaba el referéndum convocado pare el ingreso de España en el Tratado del Atlántico Norte.

El patriarca socialista convirtió la OTAN en un plebiscito particular para consolidarse en el poder con un cambio de chaqueta que ha servido de inspiración a muchos próceres de la patria curtidos en la levedad política de una transición democrática que nadie quiere enterrar del todo. Aquel giro copernicano, ensalzado como el sello de calidad de la socialdemocracia moderna en España, ofrece ahora una coartada perfecta para que Sánchez pueda colgar en el armario su traje de pantalón pitillo y se enfunde con una guerrera condecorada al estilo Patton como símbolo inequívoco de lo que se supone su vieja y oculta pasión castrense. O el líder socialista se lo tenía bien calladito o las circunstancias, como ya le ocurrió al clandestino Isidoro, le aconsejan tirarse en marcha de ese flamante caballo social comunista que corre desbocado hacia un precipicio de insondables consecuencias.

El PSOE sabe que el día menos pensado la tropa de Podemos desertará del frente de batalla y el presidente del Gobierno quedará a la intemperie de una dimisión forzada sin padre, madre ni perrito que le ladre. Para cuando llegue el momento, más pronto que tarde, es necesario ensanchar el ángulo de visión política y enfocar hacia un destino de carácter supranacional donde lo que menos cuente sea el historial de desatinos domésticos y solo se tenga en consideración el esfuerzo de buena conducta, favores y fervores con que el líder socialista ha sabido colocarse en el lado bueno de la historia. La alineación de los astros ayuda bastante porque, si bien la representación de las grandes instituciones europeas está cubierta, existe un cargo que dentro de un año precisamente quedará vacante y no es otro, mira por dónde, que la secretaria general de la OTAN.

El Gobierno no escatimará esfuerzos para demostrar la muy alta alcurnia con la que alterna el líder socialista y su calidad como anfitrión merecedor de la confianza internacional

El mandato de Jens Stoltenberg, que finalizaba este mes de octubre, acaba de ser prorrogado hasta el 30 de septiembre de 2023 como consecuencia de la incertidumbre que rodea el final de la invasión de Ucrania. Es un indicio de que la guerra puede prolongarse de manera indefinida y, en todo caso, bastante más de lo que estaba previsto. Para Sánchez, al que ya se le apareció hace dos años la pandemia como elemento atenuante de su entusiasta política de gasto público, se le abre ahora una ventana de oportunidad que sus más directos asesores quieren entornar de par en par. El Gobierno se va a dejar la piel en preparar la cumbre de la OTAN con todo tipo de esfuerzos diplomáticos y económicos. Madrid va a estar materialmente tomado a lo largo de la próxima semana en un despliegue descomunal de efectivos para que los vigías de Occidente se sientan como en casa y reconozcan en el jefe del Ejecutivo a un exquisito anfitrión merecedor de toda confianza.

Sánchez, a falta de pan buenas son tortas, no ha de poner reparos en recoger el testigo que en los últimos años del siglo pasado acreditó a Javier Solana como uno de los máximos exponentes de la política exterior de nuestro país. Sería el segundo compatriota en encaramarse a lo más alto de uno de los puestos más relevantes que existen en el concierto internacional. Aunque un derrotero tan singular pudiera causar estupor a propios y extraños, habrá que convenir que bien está lo que bien acaba para un dirigente que, no en balde, ha sido presidente del Gobierno de España. Teniendo en cuenta las andanzas de otros antiguos inquilinos de la Moncloa y por mucho que cueste hacerse a la idea tratándose ahora del gran truchimán socialista, cualquier expectativa de destino es válida para entonar la tradicional despedida de marras: Paz lleves (aunque sea en la OTAN) como tranquilidad dejas.

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