Capital sin Reservas

La coronación de Pedro I de Europa y la 'pax' catalana

La Presidencia Europea de Sánchez condiciona toda la estrategia de Moncloa, desde los nuevos Presupuestos hasta la ‘pax catalana’ para rebajar el delito de sedición y aparcar los más de 40 juicios pendientes del ‘procés’

La secretaría general de la OTAN es uno de los destinos que mejor puede colmar las aspiraciones de Pedro Sánchez de cara a su futuro plan de carrera político
La secretaría general de la OTAN colmaría las aspiraciones del plan de carrera que maneja Moncloa para Pedro Sánchez 
EFE

Los fastos del 92, con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, pueden pasar a los anales como simples fuegos de artificio en comparación con el programa de eventos, ritos y ceremonias que los edecanes de Moncloa están preparando para entronizar a Pedro Sánchez como presidente de la Unión Europea. El jefe del Gobierno ha dado instrucciones al multitudinario séquito de colaboradores palaciegos para que alumbren y deslumbren el turno de máxima representación institucional del Viejo Continente que corresponde a España a partir del próximo 1 de julio. La consigna principal es organizar un acontecimiento planetario al uso, sin paragón con los dos protagonizados por Felipe González en 1989 y 1995 o el que le tocó a Zapatero en 2010, pero en cualquier caso superior en virtuosismo y excelencia al que celebró por todo lo alto José María Aznar en la primera mitad de 2002, coincidiendo con la puesta en servicio del euro.

El protocolo del ‘reinado sanchista’ en Bruselas se viene escribiendo como una obra majestuosa bajo un libreto inspirado por el propio líder socialista al que se encargará de ponerle música el maestro José Félix Tezanos. El presidente del CIS ha acreditado una extraordinaria solvencia a la hora de hacer méritos y numeritos con supina sabiduría demoscópica y su labor se considera esencial para trasladar a todo el orbe comunitario la excelsa figura de quien está llamado a regir, ahí es nada, los destinos de la Unión durante la segunda mitad de 2023. La que se avecina el próximo año es de cuidado y por eso el sociólogo de cabecera no escatima esfuerzos para adornar con cantidades industriales de brillantina las estimaciones de voto que acapara el partido en el poder y la consiguiente valoración del soberano en jefe que lo dirige.

Las estrafalarias encuestas del instituto gubernamental de opinión pública deben interpretarse en clave externa porque su orientación no consiste tanto en confundir a electores que ya están curados de espanto, sino más bien en propagar un llamativo ‘efecto Sánchez’ para cultivar la imagen que puedan tener los mandatarios de toda Europa acerca de su colega español. El jefe del Ejecutivo se siente incomprendido dentro del país y encaja muy mal las reacciones beligerantes que inspira su deambular callejero cada vez que tiene que hacer acto de presencia en grandes actos públicos. Distinto es cuando Ferraz le prepara los baños templados de masas que se ofician en fines de semana con los militantes del partido. Se diría en todo caso que Sánchez tiene la mandíbula de cristal y necesita sacarse la espina en el extranjero aprovechando la distancia, no exenta de indiferencia, con que las cuestiones de la más rabiosa política interior son percibidas al otro lado de los Pirineos.

Las estrafalarias encuestas del CIS deben entenderse en clave externa pues van orientadas a maquillar la imagen del presidente del Gobierno ante sus colegas comunitarios

Los máximos dirigentes de Bruselas ejercen sus labores de supervisión con exquisita pulcritud funcionarial como se ha demostrado con la reciente visita del comisario de Justicia, Didier Reynders, y su labor mediadora para desbloquear la renovación del Poder Judicial. El legado comunitario interpretó su papel de ‘hombre bueno’ en un momento crítico para la reputación del presidente español de cara a su anhelada coronación en Bruselas. A buen seguro que ésta y no otra fue la razón de fondo de esa última oportunidad, nuevamente fallida, que el Gobierno y el Partido Popular se concedieron mutuamente para acabar con la insostenible situación de interinidad que vive desde hace cuatro años el órgano encargado de administrar el funcionamiento de la Justicia en nuestro país. El CGPJ seguirá manga por hombro, pero Pedro Sánchez tratará de graduarse con honores en Bruselas bajo el pretexto de que ha sido Feijóo quien ha roto la cuerda cuando todo parecía atado y bien atado.

Al presidente del Gobierno lo único que ahora le interesa es salir airoso del Congreso de los Diputados con unos flamantes Presupuestos del Estado bajo el brazo que le permitan exhibir su pose más dichosa ante la comunidad internacional. Las cuentas públicas han sido convenientemente aliñadas de nuevo con la salsa picante de sus inefables camaradas de legislatura. Las concesiones económicas al PNV y las más políticas a Bildu y ERC han resultado determinantes para evitar enmiendas al frenético proyecto de gasto público creciente e impuestos abrasivos presentado por María Jesús Montero. La ministra de Hacienda no ha tenido el más mínimo recato en lubricar el debate parlamentario recordando el compromiso del mando superior para rebajar el delito de sedición de manera que los condenados del procés y demás nacionalistas radicales puedan renovar sus votos independentistas sin temor a recriminaciones civiles, sanciones administrativas ni castigos penales.

Ursula von der Leyen busca también el apoyo de Sánchez y de la Internacional Socialista para renovar su mandato como presidenta de la Comisión Europea dentro de dos años

Los 'consiglieri' de Sánchez llevan semanas negociando con Oriol Junqueras una especie de ‘amnistía diferida’ orientada a eliminar cualquier atisbo de controversia con la Generalitat de Cataluña que pueda provocar malas resonancias y peores vibraciones en los tibios ambientes comunitarios. La ‘pax catalana’ incluye también la alternativa de dilatar, para luego intentar dispensar, los más de cuarenta juicios que están todavía pendientes del 1-O. Estos procesos jurídicos vienen derivados de distintas imputaciones por malversación, falsedad, revelación de secretos o prevaricación y aunque no tienen la carga mediática del presidido por el juez Marchena en el Tribunal Supremo contra los cabecillas del célebre referéndum ilegal, sí que pueden servir de altavoz para poner de manifiesto la imposibilidad de relajar las tensiones políticas en España. Algo que no tendría mayor trascendencia si no fuera por la cercanía de esa presidencia europea que Sánchez se ha tomado como su reválida particular.

El Gobierno social-comunista ha decidido poner sordina al Estado de Derecho en su política acomodaticia y de apaciguamiento con sus oportunistas socios de legislatura. Para ello confía en la molicie, no menos interesada, de la plana mayor que habita en Bruselas, incluyendo de manera especial a la presidenta de la Comisión Europea. La amiga Ursula von der Leyen quiere asegurarse el apoyo de la llamada Alianza Progresista en el Parlamento de Estrasburgo para renovar su mandato a la vuelta de dos años, una contingencia que entronca claramente con las aspiraciones de Pedro Sánchez por acceder a la presidencia de la Internacional Socialista y, de ahí, a la secretaría general de la OTAN. La simbiosis entre ambos dirigentes está cortada por el mismo patrón y constituye la palanca con la que el inquilino de Moncloa impulsa su plan de carrera fuera de España. Sánchez sabe que no es profeta en su tierra y busca desesperadamente nuevos mundos donde anidar futuros reinos.

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