Capital sin Reservas

El desierto de Pedro Sánchez y el laberinto de Teresa Ribera

La ministra parece totalmente perdida en el laberinto de la gran crisis energética. Lo último que faltaba era que Sánchez se pusiera ahora del lado de Marruecos frente a Argelia en el conflicto del Sáhara

Teresa Ribera está claramente 'lost in translation' como consecuencia del presidencialismo exacerbado del que hace gala Pedro Sánchez
Teresa Ribera está claramente 'lost in translation' como consecuencia del presidencialismo exacerbado del que hace gala Pedro Sánchez
EFE

No hay peor sordo que quien no quiere oír. La crisis de los precios de la energía, multiplicada a la enésima potencia tras la guerra de Putin, ha inflamado también la doctrina ecológica que proclama el Gobierno de España con Teresa Ribera en su papel de incombustible abanderada. Mientras Alemania reactiva las plantas de carbón y anuncia nuevas prospecciones de petróleo en el Mar del Norte, al mismo tiempo que Francia intensifica su plan de centrales nucleares, la vicepresidenta in translation sigue corriendo a todo meter con sus molinillos verdes, confiada en el soplo de los huracanados vientos que arrecian desde Rusia. Los efectos demoledores de la invasión de Ucrania obligan a Bruselas a una revisión de la estrategia energética, que Pedro Sánchez ha utilizado para pasear su palmito por Europa cargado de encomiendas, pero sin mayor enmienda que pueda alterar su onerosa, fallida y dogmática apuesta renovable.

La responsable ecológica de la política energética ha admitido en petit comité que “la situación a la que hemos llegado no es asumible” en clara referencia a las tensiones sociales desatadas por las subidas de precios de los carburantes y la electricidad. Teresa Ribera ha asegurado públicamente que “el mercado está roto” en lo que debe entenderse como un ejercicio de solemne solidaridad para la galería que sólo podrá valorarse en su justa medida cuando el Consejo de Ministros desvele este próximo martes las verdaderas medidas de choque contra la inflación. Hace quince días que el gran truchimán de Moncloa anunció su flamante Plan Nacional antiguerra sin dar mayores pistas y cuidándose muy mucho de asumir compromisos que puedan dejarle en renuncio, como ya ocurriera cuando afirmó de manera imprudente que el recibo de la luz en 2021 sería más barato que en 2018.

Sánchez lleva tiempo tratando de sacarse la espina del petardazo que metió en septiembre, después de que el megavatio hora de luz hubiera alcanzado durante el verano los 100 euros en el mercado mayorista. Seis meses más tarde y con una tarifa eléctrica que ha alcanzado cotas cinco veces más altas, el Gobierno no puede columpiarse de nuevo y está obligado a pasar de las musas al teatro con o sin la complacencia de Europa. La cumbre celebrada estos días en Bruselas ha dado una larga cambiada al más puro estilo comunitario y la solución ibérica saludada por España y Portugal no deja de ser una especie de 'ahí te las entiendas tú mismo con tu propio mecanismo'

El gas no será excluido como materia prima de referencia del mercado mayorista en toda Europa, que era lo que proponía inicialmente Sánchez, sino que será topado en su precio de transferencia al 'pool' eléctrico solamente dentro de la Península Ibérica. En definitiva, España comercializará la luz artificialmente más barata, aliviando, veremos por cuánto y hasta cuándo, la factura eléctrica de todos los consumidores y empresas nacionales. En paralelo resultarán también agraciados los consumidores franceses dado que las interconexiones permitirán al país vecino comprar la electricidad de España a un importe más bajo del que existe en el resto del mercado internacional. Al final será el Estado español, es decir todos los contribuyentes, el que tenga que compensar la diferencia entre el precio de coste y el de venta a los distintos productores de los ciclos combinados de gas; esto es, a las  propias compañías eléctricas.

La ministra energética está 'lost in translation' y nada tendría de extraño que fuera sacrificada como una pieza del tablero de ajedrez en que Sánchez ha convertido su Gobierno

El apostolado ecológico de Teresa Ribera queda a partir de ahora claramente cuestionado y tendrá que pasar por un serio trance para resolver las enormes incertidumbres que se derivan de las sanciones contra Rusia. La prevención de un colapso del suministro de gas en el norte de Europa ha vuelto la mirada hacia España como puerta de entrada alternativa de los abastecimientos procedentes de Argelia. La amiga Ursula von der Leyen se ha investido con los máximos poderes que otorga su condición de presidenta de la Comisión Europea y ha pedido a Sánchez que mire a ver si se pueden reactivar deprisa y corriendo las viejas infraestructuras de transporte gasista denostadas hace solo un par de años. El célebre tubo del Midcat, planteado para proporcionar la interconexión vía Francia, fue motivo de una dura pugna política y financiera con el Gobierno de Macron y la ministra decidió precintar el proyecto en un alarde de orgullo más verde que patriótico.

Las tornas se han invertido ahora en favor de una materia prima despreciada en la agenda energética de Teresa Ribera, aunque habrá que ver si el insólito y escandaloso apoyo a Marruecos en el conflicto del Sáhara no provocará algún que otro desajuste de precio en las importaciones españolas del gas argelino. En el Ministerio de Transición Ecológica no saben a qué carta quedarse y solo la confusión que genera el arbitrario presidencialismo con que se maneja su jefe puede actuar de atenuante para explicar el laberinto energético en el que habita la ministra desde el primer día en que tomó posesión de su cargo. Nada tendría de extraño que el día menos pensado Sánchez decida tumbar a su vicepresidenta de la casilla que ocupa como peón/a distinguida en ese tablero de ajedrez humano configurado en torno al Consejo de Ministros y sus aledaños palaciegos.

El totum revolutum que orienta la política energética del Gobierno social-comunista, una mezcla de contradicciones sazonadas con elevadas dosis de fanatismo, amenaza con desperdiciar una oportunidad realmente histórica. Nunca jamás ha estado más claro el papel que España puede desempeñar como hub del sector para todo el continente, aprovechando su posición estratégica y la ventaja que supone su mayor capacidad de regasificación en el conjunto de la Unión Europea. Por supuesto que las renovables, y los miles de millones que nos están costando, serán esenciales para disponer de un mix de producción equilibrado, pero Bruselas ha lanzado el guante para que nuestro país deje de escorarse por el arcén de su obcecada transición ecológica y empiece a desplegar una verdadera carrera competitiva utilizando los nuevos carriles abiertos a partir de la eventual debacle de los suministros energéticos.

El presidente ha decidido jugarse el futuro a la carta internacional dado el escaso margen de maniobra fiscal que tiene para encarar los estragos de la crisis en España

El inquilino de Moncloa, pese a todo, ha decidido abstenerse de liderar cualquier movimiento que no sea el que le proporciona el Falcon ‘For One’ de uso indiscriminado y transporte garantizado a la fama. Sólo así se explica la molicie con que se están encarando las nuevas ayudas contra la subida de los carburantes que no serán adoptadas hasta que el presidente complete a conveniencia su nuevo álbum de fotos con los grandes dirigentes europeos. La diplomacia comunitaria ha servido una vez más de pretexto para ocultar la debilidad estructural de una Hacienda Pública sin margen fiscal para compensar los estragos de una inflación galopante y que ha tenido que abdicar de su furor impositivo ante la magnitud de la crisis.

El jefe del Ejecutivo sabe que le queda poco resto para apañar su apuesta económica. La irritación ha llegado a la calle y la amenaza latente de lo que puede ser un conflicto social a gran escala ha arruinado el ideario programático de pacotilla suscrito con Pablo Iglesias. El Gobierno de coalición ha entrado en una fase comatosa y malvivirá enganchado al respirador de Moncloa mientras su máximo responsable se juega el futuro a la carta que le brinda su tarjeta de visita internacional. Sólo falta que Joe Biden conceda por fin una audiencia televisiva en reconocimiento a la alianza norteafricana con Mohamed VI. Tras cuatro años al frente del país parece que España se le ha quedado pequeña a Sánchez. Si no es así, lo disimula realmente muy mal.

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