OPINION

El tapado de Sánchez para saltar el cordón sanitario de Ciudadanos

Borrell es el hombre elegido por Sánchez para cortar el cordón sanitario de Ciudadanos
Borrell es el hombre elegido por Sánchez para cortar el cordón sanitario de Ciudadanos

Llegados a la última semana de campaña electoral el PSOE ha decidido que el pacto es la política en el estado del arte. A la fuerza ahorcan porque desde los oráculos de La Moncloa que gestiona Iván Redondo hasta el último militante del Partido Socialista saben que después del 28-A será imposible que Pedro Sánchez siga manejando el país con esa mayoría absoluta de tan sólo 84 diputados, impostada tras la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder. Por muy exitoso que resulte el veredicto de las urnas, los socialistas tendrán esta vez que gobernar en coalición, como dice y quiere Pablo Iglesias. Pero la España que se dibuja para los próximos cuatros años no será igual si la legislatura se encara con los ‘amigos’ de Podemos que si finalmente alguien convence a Albert Rivera para que se trague sus palabras y termine aceptando el sino de Ciudadanos como bisagra de un gobierno moderado.

La reedición en versión siglo XXI del frente popular que tanto desprecian como temen las clases pudientes ha adquirido carta de naturaleza a medida que la tendencia de las encuestas ha consolidado la posición de liderazgo del PSOE sin deteriorar más de lo que ya estaba previsto la opción de Podemos para rascar alguna cuota de poder. Los dos principales partidos de izquierda necesitarían probablemente la colaboración interesada de algunos nacionalistas, probablemente el PNV y Coalición Canaria, pero sabido es que estas formaciones hace tiempo que superaron su adolescencia política y sólo están preocupados de afilar bien el cuchillo para cuando llegue el momento de estrenar el jamón de la nueva legislatura. Por un puñado de buenas lonchas Sánchez puede tener Gobierno para largo.

El jefe del Ejecutivo no quiere hacer ascos a ninguna opción y siguiendo las recomendaciones de sus asesores de cabecera ha definido un relato político asumible para todos los socios potenciales con el fin de utilizar en provecho propio la fuerza relativa que pueda aportar cada uno de esos eventuales aliados. Dejando a un lado las malas compañías de los separatistas catalanes, Sánchez ha decidido que la mano izquierda no debe enterarse de lo que hace la derecha y ha desplegado una estrategia más concienzuda si cabe para después de los comicios en la que el papel protagonista va a recaer en José Borrell. El incombustible Pepe ha sido  reconocido en Palacio como el agente secreto con el que se pretende derribar el cordón sanitario impuesto por Ciudadanos a instancias de una personal e intransferible cabezonería de su presidente.

Ahora se entiende perfectamente que el candidato socialista al Parlamento Europeo fuera solemnemente preservado de toda denuncia interna en Ferraz cuando admitió la multa de la CNMV por utilizar  información privilegiada en la venta de las acciones que poseía su ex mujer en Abengoa. A partir de aquel ‘affaire’ el PSOE erradicó la inquisición con que había condenado hasta el beneficio de la duda los comportamientos de sus presuntos infieles y adoptó, pelillos a la mar, una pose mucho más indulgente, evidenciando que siempre ha habido clases y que también dentro del socialismo español existen dirigentes intocables. Empezando por el propio presidente Sánchez y el plagio de esa tesis doctoral que es precisamente el motivo de su discordia con Albert Rivera.

Borrell aceptó in extremis la oferta para volver por sus fueros en Europa tras comprender que su destino en Estrasburgo tenía un componente mucho más trascendental en clave de política nacional. Las elecciones del 26 de mayo constituyen un pasaporte a la fama para que el todavía ministro de Asuntos Exteriores emerja como líder virtual del PSOE no sólo en calidad de cabeza de cartel, sino como figura de consenso para propiciar un marco de relaciones parlamentarias que facilite ese acuerdo por el que suspiran los grandes poderes fácticos, tanto domésticos como supranacionales. Ante todos ellos Borrell es el hombre elegido por el partido, el encargado de convencer a Ciudadanos para que deponga su actitud o se atenga a las consecuencias de un Gobierno radical y plagado de contraindicaciones en materia económica.

Un 40% de OVNIs en las encuestas 

En los cuarteles generales de Ferraz los lugartenientes de Sánchez han perfilado al detalle el llamado periodo entre elecciones que se inicia el 29 de abril y en el que se van a ventilar las principales decisiones que marcarán el rumbo del país, tanto a nivel estatal como autonómico y local. Si la tendencia de las sondeos facilita el juego múltiple de alianzas y Rivera sigue en sus trece la marca de Ciudadanos será estigmatizada como cómplice necesario de ese abrazo del oso que estrujará al límite de las consecuencias la aritmética parlamentaria del PSOE con Podemos. Iglesias está entregado a su suerte y aceptará sin duda cualquier migaja de poder con tal de justificar la praxis política que le ha permitido transitar desde el marxismo-leninismo a una ‘guache divine’ con permiso de paternidad incluido.

El camarada podemita ha convertido en magia su particular visión de la política y ni corto ni perezoso se ha sacado de la chistera un chalé de 600.000 euros en Galapagar. Un truco que firmaría el mismísimo Houdini pero que ha permitido a Sánchez sacudirse de un plumazo al principal rival que le pasaba por la izquierda. Una vez conquistado el territorio natural, el candidato socialista espera que el resto de contrincantes, los de la derecha tripartita, se despedacen compitiendo por un espectro del electorado que algunos relacionan con el 40% de OVNIs (oportunidad de voto no identificado) que aparecen en las encuestas y otros interpretan con esa segunda acepción del diccionario que identifica a un fantasma de siniestra apariencia real. Puede que los indecisos resulten claves para ganar las elecciones, pero más que una esperanza para Pablo Casado su propia indefinición constituye una garantía previa para Pedro Sánchez. A fin de cuentas la indecisión, o al menos buena parte de la misma, desemboca en la abstención.

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