Capital sin Reservas

España, en el túnel del tiempo

Las banderas republicanas que ondeaban 'clandestinas' en las manifestaciones sindicales de la Transición se enarbolan ahora como emblema del nuevo régimen que propicia Sánchez con sus aliados preferentes de ERC.

El pacto de gobierno que busca Sánchez con Junqueras sitúa a España más cerca del régimen de 1931 que del modelo político instaurado con la Constitución de 1978
El pacto que busca Sánchez con Junqueras sitúa a España más cerca del régimen de 1931 que del sistema político instaurado con la Constitución de 1978
EFE

En los primeros años de la Transición, cuando el cambio político empezaba a nutrirse con los ingredientes del consenso y la contención parlamentaria, algunas de las fuerzas residuales y tributarias del antiguo régimen se escandalizaban cada vez que sus emergentes adversarios aprovechaban las manifestaciones del Primero de Mayo para enarbolar alguna que otra bandera republicana. La enseña tricolor, no más de dos o tres y siempre al cierre de la comitiva humana, se empleaba como un símbolo de la lucha obrera y del nuevo sistema de libertades, pero sin ningún afán reivindicativo del modelo de Estado instaurado en 1931 con la Segunda República. La anécdota se ha convertido en categoría con el paso del tiempo, modificando, y de qué forma, el desenlace de la historia y demostrando una vez más que la peste se transmite como efecto de la caridad en todo organismo vivo que no ha sido previa y convenientemente inmunizado.

Dos generaciones después de aquellos pueriles escarceos España asiste a un nuevo proceso constituyente larvado de manera irreversible desde el principio de la actual legislatura y que ha ido adquiriendo carta de naturaleza como desarrollo natural de eso que se dio en llamar el bloque de investidura. Al cambio, un Gobierno constituido por el ansia de poder de unos y el instinto revolucionario de otros que ha provocado una metástasis institucional del Estado, sembrando una semilla de división social con el espantajo de dogmas inmutables e impenitentes emanados de unas supuestas religiones seculares que no admiten la existencia de ateos. El feminismo, animalismo, ecologismo y demás 'ismos' inflamados por el ferviente catecismo progresista han laminado los valores, costumbres y hábitos históricos de convivencia de las últimas cuatro décadas, gracias también a la anomia de una sociedad civil demasiado complaciente y únicamente dispuesta a movilizarse en auxilio del vencedor.

Pedro Sánchez se ha erigido en émulo fiel del más absolutista Luis XIV para proclamar una nueva declaración de principios bajo el slogan del “Estado soy yo”. El egocentrismo del presidente del Gobierno puede resultar tan intrépido como inaudito, pero quizá y también por eso tiene pasmados a muchos de los grandes prohombres del país que siempre se han cuidado de enfrentarse a pecho descubierto con el poder establecido. El líder socialista ha encontrado el camino despejado para contonearse por sus respetos como máximo soberano del reino, dotado de una supuesta autoridad que le faculta para manipular cualquier ordenamiento jurídico a su antojo. El denominador común de tan perversas potestades se sustancia en una ley del embudo usada de manera impúdica para lanzar criminales acusaciones contra sus opositores mientras retuerce el Código Penal con objeto de insuflar vida nueva a su monstruoso proyecto político.

Pedro Sánchez trata de mover el banquillo de sus alianzas para sustituir a Podemos por ERC en lo que supondría un gobierno social-republicano con Oriol Junqueras

El inquilino de Moncloa pretende tirar por la ventana a sus aliados de Podemos con los que vuelve a sufrir graves pesadillas en el ejercicio de un gobierno inestable e insostenible. A estas alturas de mandato las contradicciones se han hecho carne de cañón, evidenciando una cohabitación de poder impracticable. Las divergencias saltan a la vista y empañan cualquier intento legislativo. La ley del ‘Sí es Sí’, la del Bienestar Animal, la ley ‘trans, la ley mordaza y la de Vivienda, así como los nuevos impuestos o la revisión de las Pensiones han dado lugar estas últimas semanas a otras tantas trincheras abiertas dentro de la guerra de guerrillas que convulsiona con carácter patológico al Consejo de Ministros. Una batalla que se intensificará a lo largo de los próximos meses hasta que Yolanda Díaz comprenda que la plataforma que le hace más alta y esbelta consiste en sumarse al servicio proletario de Sánchez sin perder más tiempo en cambios inútiles de vestuario como párvula y posmoderna comunista.

El reagrupamiento de la izquierda radical que encarna la actual ministra de Trabajo con el flamante Partido Sanchista, configurado a golpe de rodillo parlamentario, es una condición necesaria, que no suficiente, para encarar con ciertas garantías la agenda electoral de 2023. Las urnas van a hablar primero el 28 de mayo a nivel local y autonómico, pero lo que verdaderamente ocupa y preocupa al gran truchimán socialista es la cita de mediados de diciembre, cuando se juega la posibilidad de revalidar su corona por otros cuatro años. En el actual e incierto escenario político, social y económico, el PSOE necesita mover cuanto antes el banquillo de sus alianzas, sustituyendo las peores compañías de Podemos con otro socio advenedizo a la causa y suficientemente capacitado para formar una pinza de gobierno frente a una derecha en la que el Partido Popular necesitará, quiera o no, la colaboración de Vox.

El 'procés' de Cataluña ha dado paso al 'proceso' de España en busca de un cambio de régimen mucho más cercano y parecido al de 1931 que al instaurado con la Constitución de 1978

La hoja de ruta diseñada por Sánchez consiste lisa y llanamente en habilitar a Oriol Junqueras para que quede libre de cargos tras la asonada del 1-O y pueda encabezar con todas las prerrogativas una lista electoral en nombre de ERC. El líder catalanista por antonomasia está llamado a ocupar la siniestra de Sánchez como aliado preferente de cara a la formación de una eventual coalición social-republicana. Una alternativa muy incómoda al sentir de los principales barones del PSOE, que verán seriamente lisiada su apuesta por mantener la poltrona dentro de territorios donde aún no ha arraigado el virus nacionalista y antimonárquico del que se ha contagiado el amo y señor de Ferraz. Para ellos y otros históricos socialistas espantados por la deriva de su partido, el último clavo ardiendo reside en los mensajes que transmita esta misma noche Felipe VI si es que el discurso más esperado del Rey supera los límites del refrendo ejercido por Moncloa sobre todos los movimientos que emanan de Zarzuela.

La posibilidad de que las palabras del jefe del Estado disuadan al primer ministro de sus extravíos son nulas porque las funciones arbitrales que la Constitución otorga al monarca impiden toda muestra explícita de discrepancia con respecto a las actuaciones de los poderes ejecutivo y legislativo. El terreno está fatalmente inclinado para deslizar los apaños con fuerzas parlamentarias que llevan tiempo erosionando el sistema político y sacando partido a la debilidad de los sucesivos Gobiernos centrales. Llegados a este punto ya no hacen falta blasones clandestinos al término de manifestaciones sindicales porque la bandera rojigualda ha empezado a teñirse de la tonalidad purpúrea inmanente a ese republicanismo pendenciero que trata de imponerse a codazos en todo el país. El ‘procés’ de Cataluña ha dado paso al proceso de España y el referéndum de autodeterminación que se reclama desde la Generalitat es sólo una estación intermedia. ¿Y después, qué? Esa es la cuestión cuya respuesta está por escribir. Ahí lo dejamos que esta noche es Nochebuena… y mañana Dios dirá si España será republicana.

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