Capital sin Reservas

La ‘excepción ibérica’, salir del gas para… ¿volver a la peseta?

El Gobierno ha sentado un grave precedente con su destierro del mercado único de la energía en Europa. En Bruselas se preguntan si Sánchez sacará también a España del euro si se produce una nueva crisis de deuda.

Sánchez consiguió que su colega portugués António Costa le echara un capote para que Europa acepte la llamada 'excepción ibérica' a la hora de fijar los precios de la luz
Sánchez tuvo que ejercitar toda su capacidad de persuasión para que su colega portugués, António Costa, se sumara a la llamada 'excepción ibérica' 
EFE

La ‘excepción ibérica’, el éxito cumbre supuestamente obtenido por Pedro Sánchez y que sus acólitos han comparado con las grandes gestas comunitarias de Felipe González, puede conducir a una verdadera ‘trampa para ratones’ que sitúe a nuestro país muy cerca del descenso a la segunda división europea. A la espera de que las autoridades de Bruselas convaliden la letra pequeña del acuerdo, lo único cierto a día de hoy es que España ha abandonado el mercado único de la electricidad, consolidando en el ámbito comercial y regulatorio su triste condición geográfica de isla energética frente al resto de Estados miembros. La decisión, que ha dejado catatónicos a no pocos de los mandatarios continentales, constituye un precedente muy peligroso de cara a otras contingencias que habrán de sustanciarse cuando las llamas de la gran crisis se eleven por encima del decorado institucional que sostiene a la Unión Europea.

Sabedor del vértigo inflacionista que iba a situar el IPC de marzo en niveles históricos del 9,8% y consciente de las tensiones sociales que van a disparar la conflictividad en las carreteras y en las calles de todo el país, el Gobierno social comunista ha perdido el oremus ante la Comisión Europea con la reclamación de un objetivo imposible, como era la modificación del sistema de formación de los precios eléctricos. La reivindicación original no fue otra que eliminar de un plumazo el gas como tecnología competidora dentro del mercado mayorista, una aberración insolente y contraria a la doctrina genuinamente liberal que a día de hoy constituye todavía una de las pocas señas de identidad de la casa común europea. La propuesta española no era de recibo y la solución alternativa de poner un tope al precio del gas en España demuestra que Sánchez tuvo que rectificar el golpe para no partirse la mano en la mesa comunitaria.

A partir de ahora se abre una nueva ronda de negociaciones para evitar que el diablo se cuele en los detalles del singular mecanismo que va a determinar el recibo de la luz en la Península Ibérica durante los próximos meses. La opción de reducir el precio de referencia del gas en el ‘pool’ eléctrico hasta los 30 euros por megavatio hora cuando la cotización internacional ha llegado en días recientes a los 120 euros se antoja una quimera propia de voluntarismos populistas incapaces de comprender el mundo en el que vivimos. Otra incógnita de controvertida resolución es el plazo que durará la prerrogativa pues no parece factible que una dispensa de esta naturaleza vaya a tener un carácter indefinido. Lo que sí ha provocado, de entrada, es una alargada sombra de duda acerca de la fiabilidad que merece el Reino de España en su condición de cuarta economía de la zona euro.

Nada más terminar el acalorado cónclave energético el Consejo de Europa emitió un duro reproche contra el Gobierno por su pasividad en la lucha contra la corrupción política

Es significativo que nada más terminar el acalorado cónclave energético de los jefes de gobierno, el Consejo de Europa haya emitido su más duro reproche por la falta de avances en la prevención de la corrupción en nuestro país. El dictamen de este organismo supranacional supone un varapalo sin paliativos para el Ejecutivo de Pedro Sánchez, al que apunta directamente por hacer caso omiso de hasta una veintena de recomendaciones durante sus últimos tres años de mandato. Como diría un buen entendedor, las coincidencias no existen, mucho menos si consideramos el entramado diplomático arraigado en el Viejo Continente, donde siempre ha habido clases y en el que nuestro país ha ido perdiendo prestigio a pasos agigantados como consecuencia de la crisis de sus instituciones, la atomización de su estructura parlamentaria y la fragmentación de su modelo territorial.

La desafección internacional que subyace ante la deriva política y económica de España irá in crescendo a medida que la evolución de la crisis rompa los nervios de los dirigentes comunitarios y obligue a buscar soluciones darwinianas en detrimento de aquellos países con un sistema inmunológico más débil. La política monetaria que controlaba a los descarriados dentro de un mismo redil está claramente superada por una crecida inflacionista que no permite paños calientes ni declaraciones melifluas para audiencias inquietas o sensibleras. Aunque sea a regañadientes, el Banco Central Europeo (BCE) acaba de anunciar la culminación de sus compras de emergencia y no hará falta esperar siquiera el comienzo de la subida de los tipos oficiales de interés para comprobar el coste de pobreza que habrán de asumir los menesterosos en las nuevas colas del hambre financiera.

El alza que está experimentando el euríbor a un año anticipa un incremento del precio del dinero que alcanzará su velocidad de crucero si no se produce una rápida desescalada de la inflación en Europa, algo que no parece sencillo en el actual marco de tensiones geopolíticas y mucho menos si Alemania se ve obligada a prescindir del gas de Rusia. La tregua de las primas de riesgo periféricas hace tiempo que expiró y en el caso de España roza los 100 puntos con una subida del 30% durante los últimos doce meses. Echarle ahora todas las culpas al empedrao de Putin es un arma de doble filo por cuanto que puede trasladar a los mercados internacionales la típica excusa de mal pagador, lo que pondrá en guardia a los inversores para que exijan tasas de rentabilidad mucho más elevadas en las apelaciones de deuda del Tesoro público.

Echar las culpas al empedrao de Putin no sirve de nada y puede entenderse como la típica excusa de mal pagador que deteriorará la reputación de España en los mercados de deuda

La adecuación de las cuentas públicas a la realidad económica implica decisiones tan urgentes como incompatibles para unos políticos demasiado complacientes e incapaces de construir puentes hasta que no se ha producido un accidente. No parece que adentrados en la segunda mitad de legislatura se vayan a sufragar los costes sociales de medidas que no se asumieron durante la primera parte, cuando la situación era mucho menos alarmante. El asalto de tanteo mantenido con el nuevo líder de la oposición así parece demostrarlo porque ninguna de las propuestas económicas planteadas esta semana por Núñez Feijóo han sido mínimamente consideradas por el jefe del Ejecutivo.

Privado del socorro monetario y afligido por una deuda escandalosa, el Reino está abocado, ceteris paribus, a un escenario de default que nunca será reconocido públicamente por el Gobierno hasta que no sea del todo inevitable. La cuestión que se plantea ante este supuesto, nada desdeñable, es si Sánchez decidirá entonces apartar al euro del sistema monetario en España como ha hecho ahora sacando al gas del mecanismo continental de precios eléctricos. En Bruselas los hay con la mosca tras la oreja y mira que allí todavía se resisten a curarse de espanto. Pero después de los últimos acontecimientos la España social comunista se ha convertido para muchos en el rincón europeo de la distopía.

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