OPINION

La banca según San Mateo. Por sus créditos los conoceréis

Las críticas contra la banca han sido la mejor palanca para el salto a la fama del populismo de izquierdas en España
Las críticas contra la banca han sido la mejor palanca para el salto a la fama del populismo de izquierdas en España

Casi diez años llevan los bancos españoles tratando de limpiar la mala imagen que el rescate financiero dejó en el imaginario colectivo de todo el país. Más o menos el mismo tiempo que vienen luchando con un modelo de negocio ruinoso dentro de un marco regulatorio cada vez más exigente. Los verdugos condenados de la crisis, en el pecado llevaron la penitencia, se han transformado en las víctimas propiciatorias del consiguiente programa de reconversión sectorial. La nueva situación de emergencia económica ofrece ahora una tabla de salvación para que las grandes entidades supervivientes puedan redimir su denostada reputación social corporativa. Los villanos de la recesión quieren ser los héroes del coronavirus, pero eso exige un verdadero movimiento samaritano que no se conforme con salir a sacudirse el polvo de las sandalias en medio de la plaza pública.

El ‘Plan Ponds’ de cercanía social y buena praxis que han protagonizado los bancos españoles en estos primeros días de tribulación ha estado inducido por imperativos del guion que están escribiendo a trazo grueso las grandes instituciones emisoras en su condición de guías supremos y reguladores del orden financiero internacional. El Banco Central Europeo (BCE) ha sido especialmente intenso a la hora de exigir la suspensión de los dividendos en el sector bancario con una admonición cargada de moralina e intencionada con el fin de trasladar un mensaje ‘urbi e orbe’ de austeridad y renuncia ante el sufrimiento mundial generado por la pandemia. Calvinismo en estado puro como remordimiento de veladas conciencias y garantía de que los mercaderes del dinero han aprendido la lección de la anterior y demoledora crisis financiera.

El recorte, aplazamiento o cancelación en el reparto de los beneficios a los accionistas ha sido adoptado en España de una manera poco uniforme, entre otras razones porque nuestros bancos suelen ser de los primeros en rendir cuentas ante sus respectivas masas sociales en las asambleas generales de cada año. El BBVA tenía ya el dividendo aprobado para cuando las autoridades de Fráncfort decidieron ponerse las pilas y casi lo mismo le ocurrió a Bankia, que se decantó por revocar su dividendo extraordinario de cara al próximo año pero manteniendo impoluta la retribución que tenía anunciada con cargo a 2019. No obstante, y para evitar un desaire a los hombres de negro que dirige Andrea Enria como supervisor mayor de toda Europa, el FROB decidió ponerse de perfil y se abstuvo en la votación del dividendo de este año, dejando que fuera José Ignacio Goirigolzarri quien ejerciera su soberana presidencia y diera la cara en solitario.

Más rocambolesca si cabe ha sido la interpretación de la jugada por parte del Banco Santander. Como suele ser norma de la casa, la entidad se adelantó a los acontecimientos y anunció la paralización del dividendo antes de que nadie dijera esta boca es mía. Ana Botín quiso hacer virtud de la necesidad con un regate en corto que, al igual que Bankia, pretendía asegurar todos los pagos comprometidos para este año a cambio de dejar en el aire la retribución diferida con vistas a 2021. A los perspicaces estrategas del banco les falló esta vez la logística por cuanto que la junta estaba para entonces pendiente de celebración, de manera que la salida en tromba del BCE, pero sobre todo del Banco de Inglaterra, ha obligado finalmente a suspender también la remuneración complementaria que debía abonarse ahora con cargo a 2019.

La llamada de la selva regulatoria provocada por el Covid-19 ha pillado también a contrapelo a los dos grandes bancos exiliados de Cataluña. El Banco Sabadell y Caixabank se han visto obligados a improvisar soluciones dispares con el único objetivo de evitar la recriminación de los vigilantes de la playa financiera. Josep Oliu se puso formalmente en primer tiempo de saludo con un consejo de administración convocado de forma exclusiva para testimoniar en público los sacrificios que están por llegar y que se concretan en la cancelación del próximo dividendo. No obstante, la retribución correspondiente a 2019 fue pagada en los primeros días de abril previa aprobación por la junta general, de manera que, a la postre, el banco con sede en Alicante no ha hecho sino tirar p’alante y apelar a Santa Rita con aquello de lo que se da no se quita.

Mayores escrúpulos ha mostrado aparentemente Caixabank, el único de los grandes bancos que decidió aplazar su junta general, prevista en un principio para los primeros días de abril. En un claro intento de nadar a favor de corriente para guardar parte de la ropa, la entidad se acogió a las disposiciones oficiales que permiten a las sociedades cotizadas ampliar hasta octubre el plazo legal para reunir este año a los accionistas. El banco que preside Jordi Gual ha convocado ahora su asamblea general para el 22 de mayo, una vez conseguido el beneplácito de la superioridad para repartir la mitad del dividendo que inicialmente tenía contemplado. El tiempo dirá si esta salida a medias ha sido la más acertada de acuerdo con la evolución de la situación económica en España.

Un mero ejercicio de cosmética

Cada cual a su manera, todos los grandes prestamistas del país se han curado en salud para adoptar decisiones que, al margen de imposiciones externas, no dejan de ser un puro y mero ejercicio cosmético, válido igualmente para que las instituciones y organismos reguladores puedan lucir su liderazgo responsable ante los duros tiempos que se barruntan. El Banco de España sabe muy bien que la vieja reivindicación por ajustar los dividendos, a pesar de los comentados aspavientos, tan sólo servirá para liberar un máximo de veinte puntos básicos de capital en el balance anual consolidado del sector. De ahí que Pablo Hernández de Cos y Margarita Delgado, previsores además de supervisores, hayan facilitado que los bancos puedan consumir otros importantes colchones de capital si verdaderamente están por la labor, como se supone, de inyectar liquidez a fondo en el mercado español.

Es ahí, en lo que se supone la gran operación de socorro y salvamento empresarial, donde las entidades tienen la oportunidad de blanquear el alma del sistema financiero. Dejar sin resuello crediticio a las pymes, autónomos y demás desamparados del coronavirus no tendría perdón de Dios, por mucho dividendo volando con que algunos quieran darse golpes de pecho para obtener la más santa dignidad de los sumos sacerdotes de Fráncfort. No hay que olvidar que son los accionistas, muchos de ellos pequeños ahorradores, los que, de momento, se van a quedar a dos velas con el recorte de sus cobros y reintegros. Si los banqueros, y otros grandes empresarios, están dispuestos a inmolarse en carne propia por la causa lo que deberían hacer es bajarse primero sus colosales sueldos. Pero no en un gesto de generosidad ocasional, sino tras un acuerdo recurrente, para la posteridad, y adoptado por la junta de accionistas. Como diría San Mateo…por sus sueldos y sus préstamos los conoceréis.

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