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El ‘metaverso sanchista’ o cómo levantar decorados para tapar escombros

La propaganda oficial trata de asegurar el apoyo de los prescriptores externos para dibujar un país de las maravillas donde las percepciones falsean a conveniencia la realidad económica y social.

El metaverso 'sanchista' o cómo levantar decorados para tapar escombros
El metaverso 'sanchista' o cómo levantar decorados para tapar escombros
EFE/LI

Casi 2.000 de las 3.500 peticiones de reestructuración de deudas hipotecarias resueltas en el primer semestre de este año obtuvieron un resultado negativo o, lo que es igual, fueron denegadas por el conjunto de entidades financieras adheridas al Código de Buenas Prácticas vigente desde el año 2012. Los motivos de este amplio rechazo fueron diversos, pero en su mayor parte, un 90% concretamente, obedecen a la imposibilidad por parte de los solicitantes de cumplir los mínimos establecidos para determinar lo que el Gobierno y la banca entienden como colectivos vulnerables situados en el umbral de exclusión social. El dato no puede ser más elocuente y evidencia cómo la nueva tensión crediticia en el mercado de la vivienda se ha extendido a la clase media trabajadora, cada vez más castigada e incapaz de hacer frente a los mayores reembolsos derivados tras las últimas subidas de los tipos de interés.

A los actuales precios del dinero no hace falta ser pobre de solemnidad para no poder pagar la hipoteca y lo peor está por llegar de acuerdo con el relato que envía Christine Lagarde desde el Banco Central Europeo (BCE). La vicepresidenta económica Nadia Calviño ha entendido el mensaje y le ha hecho ver a su jefe Pedro Sánchez que la carga de la brigada ligera populista es insuficiente para atender los niveles de angustia y crispación social que se irán acumulando a medida que un mayor número de familias vayan apostándose ante la ventanilla de los bancos para refinanciar sus hipotecas. Desde que se implantó hace diez años el actual plan de socorro y salvamento se acumulan en números redondos 140.000 solicitudes que han dado lugar a más de 55.000 operaciones de reestructuración en tanto que otras 8.200 terminaron con la entrega de la vivienda en dación de pago y sólo 20 se resolvieron con una quita en beneficio del prestatario.

El hambre se ha juntado con las ganas de comer y la factura hipotecaria se ha unido al recibo de la luz y del gas para hurgar si cabe un poco más en el bolsillo del ciudadano medio. Con la subida vertiginosa de los alimentos frescos llegar a final de mes empieza a ser complicado también para muchos colectivos que todavía no han caído por debajo de los umbrales mínimos de ingresos con que la coalición social-comunista decidió en su día que no dejaría a nadie atrás. Los slogans de campaña consumidos por Pablo Iglesias están demasiado gastados y los estrategas de Moncloa quieren elevar el punto de mira en busca de caladeros de votos más concurridos. El ‘sanchismo’ rampante ha intensificado el tono de su prédica para cobijar bajo el regazo del Estado proteccionista a algunos de esos estratos sociales que fueron repudiados por Podemos cuando su líder emérito motejaba de casta a todo hijo de vecino que no viviera en la indigencia.

Calviño quiere que el socorro bancario se extienda no solo a los colectivos vulnerables porque los últimos datos evidencian que familias de clase media tampoco pueden pagar la hipoteca

El empeño de Calviño para instruir a la gran banca en la nueva doctrina de solidaridad social es básico para evitar el malestar de la población ante la falta de equidad en el reparto de los costes derivados de la inflación. No en vano son los trabajadores los que están apechugando con el envite dada la precaria subida de los salarios que se conjuga con el incremento efectivo de los márgenes empresariales en la mayor parte de bienes y servicios de consumo privado. El Ministerio de Economía necesita que los agentes más poderosos del sistema productivo arrimen el hombro en un gesto de colaboración con la política económica diseñada a base de excel y power point. En el país de las maravillas que dibuja la propaganda oficial las percepciones falsean a conveniencia las realidades a poco que los grandes prescriptores se pongan de acuerdo para demostrar que nada es verdad ni es mentira.

Todo depende del color con que se mira porque lo único que cuenta es el control de las apariencias que luego son ofrecidas en bandeja de plata a la opinión pública a partir de los adecuados terminales mediáticos. Por eso era tan importante alcanzar la cifra mágica de un millón de hogares como potenciales beneficiarios de un rescate que finalmente ha sido limitado a rentas inferiores a los 30.000 euros brutos con las que luego hay que refinanciar créditos diez veces más elevados sin contar intereses. La intención resulta encomiable desde el punto de vista político, pero en la práctica buen puñao son tres moscas que diría el castizo porque la opción de cambiar el tipo variable a fijo en las hipotecas tampoco va a sacar de pobre a los deudores ya que los bancos se han encargado previamente de subir a modo el coste de sus créditos. El catálogo de soluciones que ahora se ensalzan contiene, en definitiva, propiedades balsámicas muy relativas dado el menú de ofertas que promueven ahora las entidades en prevención de la que se les viene encima.

Para el Gobierno lo prioritario en todo caso es fijar la pose económica bajo el amparo de unas variables cuya evolución depende de múltiples y aleatorios factores externos. La incertidumbre es la coartada que favorece la interpretación interesada de los hechos y los estrategas de Moncloa han decidido que es fundamental mantener a raya a los exégetas que se dedican a predecir el futuro inmediato a la vista del presente más sinuoso. En otras palabras, a Sánchez le están fastidiando los profetas y sus edecanes de Palacio se han puesto manos a la obra en un intento de reconducir las opiniones de los grandes bancos de inversión para que, a pesar de todos los pesares, refuercen en sus informes oficiales la mejor cara de la situación económica y sus perspectivas para 2023. Aquí y ahora lo que se pretende es resaltar la botella medio llena para desmentir a todos aquellos que llevan tiempo observándola medio vacía.

El Gobierno trata de persuadir a los grandes bancos de inversión para que refuercen en sus informes públicos una imagen favorable de las perspectivas económicas en España

España, dicen, va a ser el único país entre los grandes de Europa que registrará crecimiento el próximo año gracias, todo hay que decirlo, a que es el último que todavía falta por salir del hoyo de la pandemia. La contabilidad nacional muestra expectativas que, no obstante, dejan al descubierto uno de los males endémicos de la economía patria porque alguien debería explicar cómo es posible que con un aumento del PIB del 4,4% y una cifra récord de recaudación tributaria el Estado vaya a cerrar 2022 con un déficit estructural cercano al 5%. Con la inflación ocurre tres cuartos de lo mismo por cuanto que el respiro que otorga el IPC de los últimos meses viene precedido por el mayor shock energético padecido hace un año y que ahora se ha trasladado a la cesta de la compra con subidas constantes y continuas de los alimentos no elaborados de primera necesidad.

Caso aparte merece el análisis del empleo, objetivo último de la política económica y social, acerca de cuya evolución se ceba la unánime complacencia de todos los componentes del Consejo de ministros y ministras. Nadie se atreve a recordar, claro está, que la tasa de paro en España sigue siendo la mayor de la zona euro, a lo que se une el peor nivel de productividad que ha existido en cualquier época recesiva en nuestro país aparte del más bajo índice de horas trabajadas. Todo ello aderezado por esa mentira piadosa para unos y artera para otros que surge con la legión de trabajadores temporales disfrazados de fijos discontinuos y contabilizados en la estadística como si fueran indefinidos. Dicho en otras palabras, lo que no se va en lágrimas se va en suspiros y por mucho que el Gobierno se esmere en levantar decorados para tapar escombros está claro que en el ‘metaverso sanchista’ el que no se consuela no es porque no quiera. Es que no puede. 

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