Capital sin Reservas

¿Por qué hablar de rescate cuando España ya está siendo intervenida?

Las exigencias de Bruselas en la nueva reforma del sistema de pensiones constituyen la punta del iceberg de una intervención económica que conduce a situar España bajo el protectorado de la Unión Europea.

El comisario Gentiloni ha puesto en evidencia la estrategia del ministro Escrivá en materia de pensiones
El comisario Gentiloni ha puesto en evidencia la estrategia del ministro Escrivá en materia de pensiones

Hace mal Pablo Casado en decir que España tendrá que pedir un nuevo rescate y más todavía en asegurar que será el Partido Popular en un eventual nuevo Gobierno el que deberá ponerse colorado para solicitarlo a la Comisión Europea. No se trata de que el jefe de la oposición pueda tener razón o no, que a lo peor está en lo cierto, sino del rechazo que esa contingencia produce en una sociedad castigada de manera recurrente por una serie de crisis encadenadas desde hace ya más de una década. Definir una estrategia política sobre las calamidades que están por llegar fue efectivo en otras épocas, pero ahora entraña un grave riesgo de quedar aislado frente a esa convención de autoengaño a la que han sucumbido los grandes dirigentes mundiales para imponer un estado de felicidad tras la pandemia.

La intensa confrontación enraizada en la lucha de poder entre las dos grandes formaciones del arco parlamentario ha derivado en una verdadera esquizofrenia de percepciones sobre la situación económica que vive nuestro país. Mientras los dirigentes populares auguran la hecatombe a la luz de una recuperación tardía y rezagada del resto de Europa, los portavoces oficiales del Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza, reiteran una y otra vez la plena garantía de unas expectativas de futuro, fundamentadas precisamente en la asistencia financiera de las propias instituciones comunitarias. Las dos Españas irreconciliables han enardecido sus antagonismos con la convicción de que nada es verdad ni es mentira, sin reparar en que los problemas más sensibles que aquejan al ciudadano común no pueden observarse con los cristales coloreados de una óptica interesada y partidista.

Las contemplaciones de la Comisión Europea con las cuentas falsas de Calviño se van a terminar en cuanto que Alemania culmine la formación de su nuevo Gobierno federal

Nadia Calviño está jugando con fuego en sus relaciones de confianza con las autoridades europeas. Primero con la presentación de un cuadro económico tarado de previsiones muy poco realistas. Después, con el debate de una contarreforma laboral que, al margen de su eficacia funcional, contraviene la flexibilidad del mercado de trabajo que fue adoptada hace casi diez años de acuerdo con el espíritu y la doctrina de la Unión. No se trata sólo de doblegar la resistencia comunista de Yolanda Díaz, sino principalmente de evitar desaires en instancias supranacionales de las que dependen las multimillonarias ayudas que necesita España. La máxima responsable de la política económica está perdiendo demasiado tiempo en litigios domésticos y las contemplaciones se van a acabar en cuanto que Alemania termine de formar su nuevo Gobierno federal.

Las llamadas previsiones de otoño que los burócratas europeos presentaron la pasada semana sobre el crecimiento económico de nuestro país suponen un varapalo inaudito contra la credibilidad de las cuentas oficiales formuladas por Calviño. El Gobierno de Bruselas ha venido a expresar con la fuerza de los datos oficiales su total desengaño acerca de las estimaciones que maneja la ministra, lo que supone un punto de inflexión en el talante de camaradería y buen rollito con que se ha manejado hasta ahora la delegada española en el Eurogrupo. No en vano ha sido la propia Comisión Europea la que ha desvelado el tocho de más de 300 páginas con las propuestas que el Reino de España remitió secretamente por valija diplomática esta primavera a fin de evitar enredos entre los distintos y no muy bien avenidos socios que componen el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

El comisario de Economía Paolo Gentiloni, de estirpe socialdemócrata y que venía comportándose con exquisito apego a los planteamientos del Gobierno español, ha dejado en renuncio al ministro José Luis Escrivá, poniendo de manifiesto la exigencia impuesta hace meses a la Seguridad Social para que suba las cotizaciones al tiempo que se amplía el cómputo para calcular las pensiones de jubilación. Llegado el momento de la verdad, cuando España acaba de dar el paso como primer Estado pedigüeño de los fondos europeos, la diplomacia comunitaria ha decidido pasar también de las palabras a los hechos con la clara advertencia de que quien algo quiere, algo le cuesta. A partir de este momento se podrá comprobar el compromiso real del líder socialista para situarse al lado del sol que más calienta en Europa y enfriar las alianzas de andar por casa que le mantienen en el poder.

Sánchez ha engrasado a sus socios de legislatura con unos Presupuestos que no tienen para nada en cuenta el déficit estructural de 60.000 millones que arrastra la economía española

Salvo que Sánchez consiga meter el miedo en el cuerpo a sus múltiples deudos, convenciéndoles por la cuenta que a cada uno le trae de lo mucho que todos ellos tienen que perder, la legislatura está llegando a su ecuador sin ninguna garantía de sostenibilidad. A no tardar mucho, la dirección de Ferraz dispondrá sus mesnadas para agitar el secular fantasma de esa coalición de derechas que pronostican las encuestas y que habría de dar al traste con la distribución del suculento botín que estos días se oficia en el Parlamento. Puestos en lo peor, las obligaciones que reclama Bruselas atañen a cuestiones estratégicas de medio plazo, mediante la adaptación de reformas estructurales pendientes, pero no afectan directamente al inmediato y obsceno engrase que se aprestan a recibir por sus votos prestados todos los invitados al convite presupuestario.

Escuchando las arengas de Sánchez, con el optimismo antropológico de que hace gala en sus paseos de fin de semana, no parece que al jefe del Ejecutivo le preocupe mucho si España se convierte en el principal y flamante protectorado de la Unión. Mientras le dejen repartir el parné a discreción de sus intereses políticos lo demás resulta secundario, tal y como demuestra el galopante crecimiento del déficit estructural, 60.000 millones de euros equivalentes al 5% del PIB y que otorgan a nuestro país las orejas de burro como el último de la clase dentro de la eurozona. A partir de ahí no hace falta sacar la bola de cristal para entender las draconianas requisitorias de Bruselas que han situado al Gobierno en primer tiempo de saludo ante los vigilantes de la playa comunitaria. Por eso no tiene sentido que Casado hable de un futuro rescate cuando, de hecho, España ya está siendo intervenida. 

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