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Sánchez, Feijóo y dos destinos de película: tú a Moncloa y yo a Bruselas

El jefe del Ejecutivo ha vuelto de Bruselas en plan triunfador y no dudará en acercarse a Feijóo para asegurar su futuro plan de carrera en las instituciones comunitarias ante un eventual cambio de ciclo político en España.

Antes de entrar dejen salir. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo a la puerta de La Moncloa
Antes de entrar dejen salir. Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo a la puerta de La Moncloa
EFE

La inexplicada e inexplicable decisión de Pedro Sánchez, rompiendo de manera súbita el equilibrio en el Magreb al decantar la balanza del conflicto del Sáhara a favor de Marruecos y en contra de Argelia, ha entroncado las suspicacias de los más reputados analistas económicos con el denominado principio de la parsimonia atribuido a Guillermo de Ockham. El fraile franciscano y filósofo escolástico nacido a finales del siglo XIII formuló su metodología señalando que ante un interrogante de compleja y misteriosa naturaleza la respueta más simple suele ser la más correcta. La Navaja de Ockham, como se conoce esta teoría, concede al presidente del Gobierno la responsabilidad plena de una decisión que solo puede venir fundamentada por su interés personal y puntual en estrechar relaciones con Estados Unidos a fin de visibilizar algún encuentro planetario con Joe Biden aprovechando la cumbre que la OTAN celebrará en Madrid a finales de junio.

La conexión con la Casa Blanca es la prueba del algodón que siempre tratan de superar los dirigentes socialistas, empeñados en poner en valor su proyección internacional con independencia de los chuzos de punta que provoque la incuria de su acción en el plano doméstico. Sánchez siente un orgullo especial en emular, y a poder ser aventajar, a Zapatero en su estrategia promocional de postureo con el mandatario estadounidense de turno, más si cabe ahora que la invasión de Ucrania ha neutralizado a la progresía históricamente inflamada en contra del vigía de Occidente. La presencia de Unidas Podemos en el Gobierno y las consabidas impertinencias propias de su pubertad política han generado una intensa desafección con Washington, pero el líder socialista se ha caído definitivamente del caballo en su camino de redención y ha empezado a adorar al santón americano por la peana de Marruecos.

El baño y masaje de realpolitik que se ha pegado en estas últimas semanas el presidente del Gobierno sirve también para publicitar un mensaje de apego al centro, que tiene su más inmediato destinatario en el nuevo Partido Popular reconstituido tras el relevo en la planta noble de Génova. Los edecanes de Moncloa esperan que Alberto Núñez Feijóo perciba el complejo momento presente con igual dosis de pragmatismo, y ante una eventual falta de entendederas confían incluso en el ascendente que, si es menester, pueda ejercer José María Aznar como intérprete de excepción en todo lo tocante a una visión atlántica de España y de Europa. Está claro que la política puede hacer extraños compañeros de cama, sobre todo cuando el jefe del Ejecutivo se insinúa como ahora en pos de un giro estratégico, huyendo de planteamientos ideológicos que se han demostrado inservibles por radicales y por ineficientes.

El presidente del Gobierno tratará de no irritar a sus socios de legislatura al tiempo que ofrece un pacto de no agresión al flamante líder del Partido Popular

Sánchez ha sacado a pasear su talante ecuménico tras comprobar el colapso que está provocando la incompetente gestión administrativa de la crisis. El líder socialista se ha exhibido con una pose de arrepentimiento parecido al que conmovió a Nerón después de quemar Roma y que los más críticos consideran como un intento de esparcir las culpas entre todo hijo de cristiano y, en particular, a hombros de los agentes que operan en las intrincadas catacumbas del sistema eléctrico. A este fin y no otro corresponden los últimos cónclaves monclovitas con las grandes empresas energéticas del Ibex, cuya reputación social será convenientemente imputada en cuanto se desvanezca el efecto placebo de esa cataplasma múltiple que se ha dado en llamar Plan Nacional de Respuesta al Impacto de la Guerra. A partir de un reparto equitativo de los pecados será más factible superar las resistencias políticas y adoptar medidas de expiación contra las grandes empresas eléctricas y petroleras.

Tras abrigarse al calor de sus terminales mediáticas para sacar lustre a la puesta en escena de la denominada ‘excepción Ibérica’, las prioridades del presidente del Gobierno se pueden sintetizar a partir de este momento en dos grandes objetivos no fácilmente compatibles. El primero pasa por no irritar a los socios que han de mantenerle amarrado al poder en lo que resta de legislatura; el segundo, y más importante, consiste en sorprender al flamante y aclamado presidente del Partido Popular tendiéndole la mano en busca de un acuerdo de no agresión que ha de resultar decisivo para el desarrollo de su propio y particular plan de carrera. La cumbre de Bruselas ha permitido al líder socialista mirarse el ombligo en medio del intenso fragor de las múltiples batallas que vive el Gobierno, despertando anhelos inusitados por abrir horizontes supranacionales de futuro para cuando el manual de resistencia ya no dé más de sí dentro de España.

Feijóo sale del Congreso de Sevilla libre de ataduras y sin deberle nada a nadie detrás de las bambalinas donde se  mueven los hilos de su propio grupo político

Las expectativas políticas del Sánchez que se dice triunfante en Europa están depositadas precisamente en el éxito de su principal rival en la arena parlamentaria. Alberto Núñez Feijóo saldrá este fin de semana del Congreso de Sevilla libre de cualquier atadura, sin deberle nada a nadie detrás de las bambalinas que mueven a su grupo político y con todos los predicamentos para sortear el abrazo de Vox en su hoja de ruta hacia La Moncloa. Bajo estos postulados se supone que será más sencillo colocar el kilómetro a cero de una negociación bipartidista en busca de ese remanso de paz y tranquilidad que necesita el jefe del Ejecutivo. A partir de ahí, y si el nuevo PP se comporta como espera el PSOE, hasta es factible un entendimiento más profundo para facilitar la gobernabilidad del país, tanto a nivel nacional como autonómico, mediante la fórmula de la lista más votada propuesta recientemente por el nuevo jefe de la oposición.

Si hay algo que no se le puede negar al jefe del Ejecutivo es su irreductible propensión a sobrevivir amarrado al tablón de las ilusiones en un ejercicio delirante que no ha dejado de reportarle satisfactorios resultados. El defecto, múltiple y repetido, es reconvertido en virtud con el descaro de quien se siente tocado por la varita mágica del poder. El fracaso no forma parte del vocabulario que maneja el líder socialista por cuanto que siempre es ocultado bajo algún término sucedáneo del rico diccionario castellano. Así es como se está encarando la crisis del país y así es como Sánchez pretende superar la suya propia. El nuevo PP restaurado es una ventana de oportunidad para un Pacto de Estado que, de salir bien, impulsaría al PSOE hacia un nuevo mandato legislativo. En caso contrario tampoco habría problema en dar la alternativa a un cambio de ciclo político mediante un pacto de caballeros con Núñez Feijóo que asegurase un destino de película para ambos. Algo así como tú a Moncloa y yo a Bruselas.

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