Capital sin Reservas

La seguridad jurídica de Ignacio Galán y la inseguridad política de Pedro Sánchez

El presidente de Iberdrola se ha enfrentado a pecho descubierto contra el Gobierno y sus improvisadas medidas para recortar el recibo de la luz, lo que ha provocado una profunda desafección en el jefe del Ejecutivo.

Pedro Sánchez choca el puño con Ignacio Galán. Preludio de un combate a punto de empezar
Pedro Sánchez choca el puño con Ignacio Galán. Preludio de un combate a punto de empezar
EFE

Algunos socialistas de viejo cuño atribuyen a Alfonso Guerra un aforismo que el ilustre político de los primeros años de la Transición solía repetir cada vez que se veía obligado a medir fuerzas con un duro oponente: “Si te afliges te aflojan y si te aflojas te afligen”, decía para mostrar su determinación y arengar a sus colaboradores. Una sentencia lapidaria en aquellos tiempos de apertura democrática pero que muy pocos dirigentes se atreverían a pronunciar en público ahora, so pena de quedar marcados para la posteridad por su carácter atrabiliario y poco dialogante. La dictadura de la corrección política percibe la menor crítica en forma de intolerable apostasía, de manera que cualquier interesado en conservar su pedestal deberá hacer bueno el dicho más popular que se enseñaba en las escuelas de la denostada oprobiosa en virtud del cual “en boca cerrada no entran moscas”.

La excepción a este denominador común de una época en la que todo el mundo presume de tacón mientras pisa con el contrafuerte se ha ido revelando paulatinamente en la figura de Ignacio Galán. Al supremo jefe ejecutivo de Iberdrola nunca se le han reído las gracias en España, aunque nadie podrá negar la audacia con que ha encarado desde siempre la defensa numantina de su empresa dentro del convulso y politizado sector energético nacional y la consiguiente ofensiva de expansión en los mercados exteriores. El gerifalte salmantino, con fuertes y dilatados vínculos en el País Vasco, se ha erigido en una especie de valladar empresarial con el que nadie quiere sentirse identificado, pero cuyos movimientos y estrategias sirven de referencia e incluso provocan la envidia de muchos de sus insignes y timoratos colegas corporativos.

El presidente de Iberdrola dejó su huella marcada a fuego hace más de diez años, cuando sorprendió a propios y extraños levantando una barricada judicial contra Florentino Pérez y la pretensión de ACS por tomar el control de la que hoy es la primera compañía eléctrica del país. El constructor madrileño, invicto hasta entonces en estas lides, se encontró con la peor horma de su zapato en una batalla de muy altos vuelos en la que todo el mundo le daba como favorito. El pulso se dilató más de dos años hasta que Pérez, después de poner patas arriba el balance de su grupo empresarial, terminó por tirar la toalla de sus primeros y más ambiciosos impulsos. La resaca del conflicto se ha reproducido en pequeña escala con motivo de las investigaciones judiciales sobre las escuchas ilegales que presuntamente contrató Iberdrola con el comisario Villarejo y de las que el mandamás de ACS trata de sacar partido ahora en los tribunales.

El decreto contra las eléctricas por la subida de la luz fue auspiciado de manera directa por Pedro Sánchez pese a las reservas de su vicepresidenta Teresa Ribera

No es de extrañar que los modos y maneras con que Galán exhibe su arrojo levanten ampollas que terminan dejando una profunda cicatriz en la moral herida de sus rivales. Incluyendo entre estos al propio presidente Pedro Sánchez, quien ha experimentado un cambio radical en sus relaciones profesionales con el titular de Iberdrola, pasando como se suele decir del amor al odio en una sensación inopinada, pero que probablemente esté motivada por el pulso que mantiene el Gobierno con las eléctricas tras la escalada del precio de la luz. Sánchez ha querido trasladar este estado de ánimo en forma de aviso a navegantes y por eso eludió cualquier encuentro directo con Galán cuando hace un par de semanas ambos coincidieron en Nueva York, no se sabe si casualmente o no, con motivo de la participación del jefe del Ejecutivo en la Asamblea General de Naciones Unidas.

El líder socialista ha tratado de caminar sobre las aguas aprovechando la convulsión social que genera el recibo de la luz y se echó al monte con todas las consecuencias cuando dijo aquello de que los españoles verán al final de año que no han pagado más de lo que hicieron en 2018, cuando él llegó al poder con la célebre moción de censura contra Mariano Rajoy. El solemne compromiso fue lanzado a los cuatro vientos a través de los terminales mediáticos gubernamentales en la rentré de septiembre, después de un verano calamitoso para el sufrido bolsillo del consumidor. Pero desde entonces, y sobre todo en estas últimas semanas, la fanfarria se ha convertido en una carga aún más insufrible, un quiero y no puedo que el presidente del Gobierno ha intentado sacudirse lanzando piedras contra la lujosa cristalera de las grandes compañías eléctricas.

El grito 'huracanado' de socorro del presidente de Iberdrola contrasta con la actitud mucho más sumisa que sus colegas de Endesa y Naturgy mantienen ante el Gobierno

Sánchez cometió un error de cálculo confiando en su excelsa capacidad de presión para que la tarifa eléctrica se hiciera a la imagen y semejanza de sus intereses políticos. Y la luz se hizo, pero a unos precios cada vez más escandalosos. De nada ha servido el decreto aprobado a mediados del pasado mes por imperativos del guion escrito desde La Moncloa y en contra del criterio técnico de los responsables energéticos. Teresa Ribera se llevó un buen soponcio al sentirse obligada a prescribir una regulación que sólo podía conducir a un pleito de larga duración y no menor cuantía para el Estado. La desastrosa y extravagante evolución del mercado mayorista de la electricidad en los últimos días ha evidenciado que el remedio era mucho peor que la enfermedad y la vicepresidenta ha tenido que envainar el hacha de guerra y pedir un armisticio que tiene todos los visos de una ignominiosa rendición.

Galán no tuvo reparos en lavar los trapos sucios en medio de la plaza pública al tiempo que fichaba para su causa con un par de reaños a Antonio Carmona, rival acérrimo que fuera de Sánchez en los antiguos juegos de tronos socialistas. El presidente de Iberdrola lanzó su particular grito 'huracanado' de socorro para denunciar la inseguridad jurídica a la que abocaban las improvisadas medidas del Gobierno mientras sus compañeros de fatigas en Endesa y Naturgy se tragaban la saliva para no enturbiar sus amigables componendas con el poder establecido. La invectiva, unida a las dudas que asaltaban a los abogados del Estado sobre el decreto de la discordia, ha dado resultado y Sánchez tendrá que buscar alguna otra narrativa al uso para garantizar la seguridad política que implica, se supone, la palabra dada por todo un presidente del Gobierno. Una vez más Galán se ha salido con la suya. Seguro que nadie le arrienda las ganancias. 

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