Opinión

Crisis energética: Bruselas, tenemos un problema

El precio de la luz registra un nuevo máximo histórico tras el plan de choque de Ribera
El precio de la luz registra un nuevo máximo histórico.
EP

La pasada semana conocimos datos de afiliados a la Seguridad Social y tuvimos una grata sorpresa. Había dudas sobre el impacto de la subida del precio de la electricidad y del gas, pero en septiembre se crearon 80.000 nuevos empleos, los mismos que en agosto, y cierra el tercer trimestre con más empleos creados que en el segundo. Esto es un dato de registro y es la estadística más fiable que tenemos para medir la evolución del empleo y de la actividad económica. Para tener sentido de la magnitud, en EEUU en septiembre se crearon 194.000 empleos en un país con siete veces más población que España.

Las perspectivas para 2022 siguen siendo favorables. Esta semana el FMI publicará sus previsiones de invierno y en breve lo hará la Comisión Europea. España en primavera era uno de los países que se esperaba creciera más en 2022 del mundo desarrollado. La revisión del INE a la baja del PIB del segundo trimestre rebajará algo esa previsión, pero el escenario más probable es que la recuperación siga siendo intensa. La economía mundial crecerá en 2022 y la política monetaria y fiscal en Europa y en España seguirán siendo expansivas.

No obstante, la crisis energética, especialmente del gas natural, es el principal riesgo en el horizonte. La pasada semana organizamos en la Universidad de Alcalá un seminario sobre el impacto de los precios del gas y la electricidad sobre la industria con varios expertos en energía e industria y representaste de varios sectores industriales.

El escenario en el gas es que todo es susceptible de empeorar. Empieza el invierno en el hemisferio norte y aumentará el consumo de gas para calefacciones. Las reservas de gas en Europa son un 20% inferior que hace un año y el precio está en máximos desde hace más de una década. Noruega ha reducido su producción y hay problemas geoestratégicos en Rusia y Argelia. El nuevo gaseoducto Nord Stream2 está a punto de poder suministrar gas a Europa, especialmente a Alemania. Pero los verdes alemanes exigen para formar gobierno que Alemania renuncie a comprar gas por ese nuevo gaseoducto. Alemania ya cerró sus centrales nucleares, pero sigue siendo el país del mundo que quema más carbón. Hasta que se resuelva la acumulación de energía, el gas es necesario para complementar a la energía eólica y solar que son las fuentes primarias más baratas para producir electricidad sin emisiones contaminantes, pero que no producen siempre que lo necesitas. Otro problema es el conflicto entre Argelia y Marruecos por el Sahara que pone en riesgo uno de los gaseoductos que suministran gas a España. El precio del gas lo fija el gas licuado que se transporta por barco. Asia crece más, quema más gas y está presionando al alza los precios en Europa e incluso en EEUU, líder mundial de producción de gas gracias al fracking.

La crisis energética ha puesto en cuestión la estrategia de la transición climática y es necesario adaptar la regulación a la nueva realidad. El relato era que la transición energética a las renovables permitiría reducir las emisiones sin costes ni fricciones, ya que la instalación de plantas eólicas y fotovoltaicas reduciría el precio de la luz y generaría muchos empleos. Los beneficios de la transición energética son ciertos, ya que la energía eólica y solar son las más baratas para producir electricidad. Pero como estamos comprobando tendrá costes. El precio de la electricidad la pasada semana alcanzó un máximo histórico de 300 euros megavatio hora y las nuevas plantas de eólica y solar producen a 25 euros. El problema es que de noche no hay sol y, por ejemplo, este verano hubo muy poco viento. La energía de respaldo es el gas, ya que genera muchas menos emisiones que el carbón y el petróleo y permite cubrir los picos de demanda. Las nuevas centrales nucleares no son competitivas con la solar y la eólica y el debate es mantener las actuales hasta que haya producción de energía suficiente y más barata para sustituirlas.

La alternativa al gas sería cortar el suministro y dejar a una parte de la población y de las empresas sin electricidad. Esto es socialmente inaceptable y el gobierno que tomara esa decisión tendría sus horas contadas. Por esta razón es necesario reformar el actual sistema de formación de precios de electricidad en Europa. El sistema actual resuelve los problemas de oferta y demanda a corto plazo, pero está mandando señales a los agentes erróneas, que ponen en riesgo las inversiones a largo plazo. El principal problema es la extrema volatilidad que provoca la crisis del gas. Los economistas llevamos desde Keynes diseñando estrategias para reducir la volatilidad cíclica y ahora el sistema de precios de electricidad europeo es un foco de incertidumbre para los consumidores y especialmente las empresas industriales.

El riesgo si la Comisión Europea no reacciona rápido es que los países sigan tomando decisiones nacionales que pongan en riesgo el desarrollo del mercado único energético y, sobre todo, la transición energética. Cuando sople el viento este invierno y no sea necesario el gas podemos ver precios negativos, como sucedió el pasado mes de febrero en España. El problema es que los medios solo hablan de la luz cuando los precios suben y cuando bajan no es noticia. Por esta razón, los ciudadanos tienen la sensación de que los precios siempre suben. Manteniendo los principios de oferta y demanda es necesario fijar algún sistema que tope los precios por encima y por debajo de un nivel. Cuando los precios suben mucho tienen efectos perversos sobre la inversión, el consumo y la recuperación económica. Y cuando bajan mucho no hacen rentable la inversión y ponen en riesgo conseguir un sistema energético que genere electricidad más barata y no contaminante para conseguir un pequeño Planeta Tierra más habitable para nosotros y las generaciones futuras.

Otro sistema que hay que reformar es el de los derechos de emisión. Se creó para presionar al alza sobre los precios de la electricidad, penalizar las energías contaminantes y aumentar la eficiencia de uso del recurso escaso. La crisis del gas ya tiene ese mismo efecto, incluso en exceso. Además, la Comisión optó por un sistema de mercado que permite la especulación financiera, en vez de un impuesto sobre las emisiones. Europa solo supone el 10% de las emisiones contaminantes y desde la crisis de 2007 las hemos reducido a niveles de los años sesenta. China supone el 30% de las emisiones mundiales y Asia la mitad y no paran de crecer. Si Europa asume la reducción de emisiones en solitario no conseguirá el objetivo de descarbonizar y frenar el cambio climático y lo único que conseguiremos es desindustrilizar y llenar Europa de chalecos amarillos.

En España el Gobierno debería repensar la estrategia asumiendo que la crisis energética llevará meses y cada día es más probable que tenga efectos duraderos después de la primavera. En junio comenzaron con propuestas para volver al sistema de planificación nacional, previo a la creación del mercado único europeo en los años noventa. Cuando Bruselas advirtió que esa regulación quedaba fuera de las directivas europeas, se demonizó a las empresas eléctricas apelando a su solidaridad social. Este año los precios de las acciones de las empresas eléctricas se han desplomado un 30% en bolsa ya que la subida del gas y del petróleo las perjudica y beneficia a las empresas petroleras y países productores. El ciudadano normal no es consciente que lo que anticipa la caída del precio de la acción es menor inversión en energías renovables, menor creación de empleo, precios de la electricidad más caros en el futuro y más emisiones y cambio climático que provoca danas y desastres naturales en nuestra querida España. La última en Toledo este verano.

Lo último fue el decreto de mediados de septiembre que fija un sistema de detracción de beneficios que en el caso de las renovables equivale a un impuesto de 70 euros por megavatio hora. Como nos enseñaba mi maestro Luis Toharia “las reformas siempre tienen efectos inesperados” El efecto inesperado fue que el precio bajó de 100 euros en el mercado mayorista y muchos productores, la mayoría fondos internacionales, decidieron parar los molinos. La causa la podría explicar un alumno de primero de economía. Por debajo de 100 euros producir con los molinos provocaría una pérdida y las empresas no producen nunca a pérdidas, en parte porque es ilegal y lo prohíbe el código de Comercio. El resultado del decreto ha sido aumentar el precio de la luz a los consumidores, reducir la producción de renovables y aumentar las emisiones contaminantes.

El Gobierno actual ha hecho bandera de la transición ecológica y su decreto tiene los mismos efectos que el impuesto al sol del PP. El PP rectificó en 2015 y aprobó una nueva ley que permitió reanudar las subastas de renovables. El Gobierno ya ha anunciado que va a cambiar el decreto, pero la incertidumbre que ha creado es muy elevada. Una solución sencilla sería que el ministerio de industria vuelva a ser responsable de energía de donde nunca debió salir. Eso permitiría aprovechar todos los beneficios de la inversión en renovables, pero asumiendo que la transición tiene costes. Habría más sensibilidad con el empleo y la industria y disminuiría significativamente el riesgo de tener en breve todo el paseo de la Castellana y la Moncloa llena de chalecos amarillos. Veremos.

Mostrar comentarios