Opinión

Estanflación y desigualdad

Times Square
Estanflación y desigualdad. 
Shawn Goldberg

Escribo este artículo desde Times Square, el corazón de Nueva York, donde pasé mis vacaciones de Semana Santa y aproveché el viaje para leer el recomendable libro 'Combatiendo la Desigualdad'. Lo han coordinado Oliver Blanchard y Dani Rodrick y resume un seminario en el Peterson Institute en 2019 sobre el tema en el que participaron los mejores economistas del mundo del momento.

No hay mejor sitio para debatir sobre desigualdad que EEUU y especialmente Nueva York, donde la desigualdad se respira en cada poro de la ciudad. Times Square consume más electricidad que varios países del mundo y nunca se apaga. Dormía en una planta 28 y por la noche en mi habitación parecía que estaban las luces encendidas.

En Europa, el 1% de población más rica ingresa el 10% del total de la renta, la mitad que en EEUU

La conclusión del seminario es que la crisis del 2008 hizo que se cayera el mito del capitalismo financiero. En 2003, Robert Lucas, premio Nobel de economía y gurú de la revolución neoconservadora que lideró Ronald Reagan, anunció el fin de los ciclos económicos y las crisis. En 2009 cené con él en Madrid y me dijo que la quiebra de Lehman Brothers nos había enseñado lo importante que era tener un prestador de última instancia como la Reserva Federal. Se me saltaron las lágrimas al ver al gurú neocon defendiendo la intervención del estado en la economía.

Ahora la mayoría de la profesión asume que el capital financiero es insuficiente para garantizar el desarrollo económico y es necesario incluir en nuestros análisis el capital ambiental y el capital social. Frente a mi hotel estaba la sede de uno de los principales bancos de inversión y en una pantalla gigante explicaba sus políticas de inversión sostenible verde. El cambio climático ya forma parte por fin del capitalismo. La estabilidad social y la desigualdad aún no.

La revolución neconservadora que inició Reagan en 1982 tuvo el apoyo de las clases medias que, paradójicamente, han sido las más perjudicadas. En ese año, la mitad de la población de menor renta conseguía el 20% de la renta nacional generada cada año. Ahora han bajado al 12%. Sin embargo, el 1% de población más rica ha pasado del 10% de la renta total en 1982 al 20% ahora. O sea el 1% de la población más rica ingresa casi el doble de renta al año que la mitad de la población con menor renta. En Europa, el 1% de población más rica ingresa el 10% del total de la renta, la mitad que en EEUU. Este dato es clave para entender el debate político allí.

La mayor parte del debate en EEUU se centra en el impuesto de patrimonio a los ricos. Cualquier economista español que tenga conceptos básicos de hacienda pública les podría advertir que ese impuesto es muy populista y no consigue revertir la desigualdad. La derecha lo aprobó en 1977 y la ley incluía la palabra “transitorio”. Duró hasta 2007 que la izquierda lo quitó. En la crisis de 2010 lo aprobó sólo por dos años, pero de nuevo la derecha lo hizo permanente y ha durado hasta hoy. Es un impuesto que tiene mínima capacidad de recaudación.

El problema en EEUU es la baja recaudación fiscal, especialmente de las clases medias. Desde 2001, EEUU ha ingresado un promedio del 30% del PIB. Del G7 sólo Japón tiene una recaudación tan baja. Reino Unido que tuvo la misma revolución con Thatcher, ha ingresado el 25%, 5 puntos más de promedio. Canadá el 40%, Alemania el 45% y Francia e Italia el 50%. Si EEUU quiere hacer políticas para mitigar la desigualdad debe subir el IRPF y el IVA a todos los americanos y no sólo a los ricos.

El problema es que la revolución neocon exacerbó la demagogia fiscal. Recortar gasto provoca perder elecciones. El resultado es un coctel explosivo. Desde 2001 EEUU ha tenido un promedio de déficit público del 6,5% del PIB. No hay nada más regresivo y dañino para el estado de bienestar que provocar déficits públicos crónicos y aumentar la deuda pública. El lema neocon fue 'matar a la bestia de inanición' y lo han conseguido. Los periodos de la historia cuando más ha aumentado la desigualdad y la pobreza han sido durante las crisis de deuda.

La izquierda también ha aprendido que subir los impuestos te lleva a perder las elecciones

Si EEUU aumentara 6 puntos la presión fiscal sólo conseguiría eliminar el déficit público estructural. Podrían evitar una crisis de deuda pero no habría margen para políticas que reviertan la desigualdad. Pero es más fácil creer en la santísima trinidad que ningún presidente vaya a conseguir apoyos en el Congreso para aumentar 5 puntos la presión fiscal en EEUU. Rajoy subió intensamente IRPF e IVA y 50 impuestos más en 2012 y sólo subió la presión fiscal estructural en 2 puntos del PIB.

La izquierda también ha aprendido que subir los impuestos te lleva a perder las elecciones y también atenta contra el estado del bienestar incurriendo en déficits crónicos y aumentado de la deuda pública estructural. Sin margen fiscal para redistribuir la renta se centran en la predistribución. Su obsesión es introducir rigideces en el funcionamiento de los mercados de trabajo. Excepto salarios mínimos vinculados a la productividad en países con pleno empleo, como es el caso de EEUU, las rigideces provocan más paro estructural y aumentan la desigualdad. Keynes, en una de sus cartas al presidente Roosevelt en 1933, definió las propuestas para endurecer la regulación a las empresas y sus rigideces en el mercado de trabajo como “locas y extrañas”.

La prioridad en esta crisis, para minimizar su impacto en la desigualdad, es evitar que la inflación se enquiste, como sucedió en los años setenta

En 2019 los economistas ni imaginábamos que habría una pandemia global ni una estanflación posterior. En 1973, antes de la crisis del petróleo, el 60% de los americanos ingresaba más que sus padres. En 1982 esa ratio había caído al 50% y ese desencanto social provocado por la estanflación fue clave para la victoria de Reagan. En esta crisis, políticas monetarias y fiscales ortodoxas que suban los tipos de interés y reduzcan los déficits públicos, reducirán la inflación y mitigarán el aumento de la desigualdad y la pobreza. Aquí de nuevo izquierda y derecha critican a los bancos centrales y optan por bajadas de impuestos y subsidios al consumo de energía que son regresivos y benefician más a las rentas altas.

La prioridad en esta crisis, para minimizar su impacto en la desigualdad, es evitar que la inflación se enquiste, como sucedió en los años setenta. Eso exige estabilidad macroeconómica y evitar una crisis de deuda. Hoy la deuda en el mundo es más del doble de la que había en 1973. En España ya estamos en 118% del PIB de deuda y un déficit estructural próximo al 4% del PIB. Eso exigirá no aumentarlo en esta crisis y subidas de impuestos y recorte de gastos en cuanto se pase el riesgo de recesión.

Eso sería compatible con más fondos para revertir la desigualdad. Por ejemplo, España debería limitar la subida de pensiones al 3% de previsión de subida de inflación subyacente, sustituir el subsidio a la gasolina por un cheque para el 30% de población de menor renta, incluyendo a los pensionistas, y vincular el ingreso mínimo vital a políticas activas de empleo. El déficit público y el PIB sería el mismo pero habría menos desigualdad, menos desempleo y evitaríamos agravar la crisis institucional y el aumento del populismo de todos los partidos.

Como nos enseñó Keynes, intentamos explicar la desigualdad y los problemas económicos por los intereses creados pero el poder está en las ideas.  

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