OPINION

Esto no puede durar dos años más... Rumbo a un tiempo nuevo sin hipotecas

Los españoles esperan, desde hace ya mucho, un tiempo mejor en su situación económica, política y social. Pero no llega. O, al menos, no les llega. Los datos macroeconómicos mejoran y el paro registrado baja; pero por ahora, solamente el 20% dice notar esa mejoría en sus bolsillos. Al mismo tiempo, el 78% declara que resulta muy difícil conseguir trabajo y, por si eso no bastara, un escandaloso 90% considera que los trabajos que se ofertan no dan para vivir (según datos recientes de Metroscopia). Desde la percepción ciudadana España se ha instalado en una situación de generalizado subempleo, que encima se pretende presentar como un logro.

La vida política está paralizada, en permanente 'stand by'. Nunca la vida parlamentaria ha sido más átona. Por su parte, el Gobierno ha dejado durante años a Cataluña a su suerte, como si allí no le cumpliera más labor que la de esperar, pasivamente, que las cosas acabaran desembocando en el carril judicial que vedaría cualquier hipotético esfuerzo político: un lío menos. Cuando procedió dar allí la cara, se las arregló para que fuesen otros (los fiscales, los tribunales, incluso la propia Corona) quienes lo hicieran y corrieran con el consiguiente gasto. El Gobierno ha estado, y parece estar, más preocupado por protegerse a sí mismo que por amparar a instituciones clave en nuestra arquitectura constitucional contra desgastes que era su deber evitarles.

No deja, por ejemplo, de ser significativo que se cuenten con los dedos de la mano (y sobrarían dedos) las veces que el Jefe del Gobierno ha acudido durante el procés a Barcelona a actos que no fueran de carácter exclusivamente partidista: el Rey, en cambio, ha viajado a Cataluña, en ese mismo tiempo, y en funciones de Jefe del Estado, casi treinta veces. Este huidizo proceder gubernamental no ha pasado desapercibido a la ciudadanía a uno y otro lado del Ebro, y de ahí que catalanes y el resto de españoles coincidan, sondeo tras sondeo y de forma que roza la unanimidad, en evaluar de forma negativa la gestión por parte de Rajoy del llamado “caso catalán”. Para colmo, cuando tras años de inexplicable pasividad en el asunto el Gobierno español se decidió a actuar, lo hizo del modo peor y en el peor momento posible: su insuperablemente torpe intervención del 1 de Octubre pasado, logró trasmudar en hito mítico del argumentario independentista una fecha que parecía llamada a quedar asociada con un referéndum ficticio y fracasado, que ni siquiera los observadores contratados por la propia Generalitat accedieron a convalidar.

Como no hay presupuestos del Estado, ni planes de futuro, ni estrategia para un problema de Estado tan serio como el catalán, y como el Gobierno parece perdido (lastrado, sin duda, como está por una espesa costra de irregularidades y de corrupción que el paso del tiempo no diluye sino más bien acentúa), los españoles han terminado por concluir, unánimemente (84%), que el tiempo de Rajoy ya ha pasado (lo dice hasta el 63% de sus votantes). Y eso ocurre en la mitad del camino de una legislatura que, en su actual inanidad, resulta difícil imaginar que logre sobrevivir los dos años que teóricamente aún le restan. Los españoles pueden haber empezado a considerar seriamente que nada justifica un tal desperdicio de tiempo y que lo mejor sería abrir, cuanto antes, un tiempo nuevo, oxigenado y sin hipoteca ajena alguna, como imperiosamente necesita el país vital y pujante que somos y que con tanto apocamiento medroso y mediocre no acabamos de poder ser.

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