OPINION

Cinco razones y cinco propuestas para declarar la emergencia climática

1,3 millones de hectáreas perdidas en el Brasil amazónico en 2018
1,3 millones de hectáreas perdidas en el Brasil amazónico en 2018
EFE

El mundo se está movilizando masivamente frente al cambio climático, liderado por la juventud. Esas movilizaciones están forzando, en las últimas semanas, que parlamentos y gobiernos estén declarando el estado de “emergencia climática”. Ya lo han hecho parlamentos como el británico y el irlandés o gobiernos como el escocés y aquí ya lo ha hecho el catalán. Propuestas en el mismo sentido se están impulsando en cada vez más sitios. Y en España se están reuniendo un gran número de colectivos para pedir que la legislatura que ahora comienza sea la de la lucha contra el cambio climático.

¿Hay motivos para declarar un estado de emergencia climática? Pues desgraciadamente sí. Hay muchos. El principal se encuentra en la literatura científica, sintetizada por el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) de Naciones Unidas con todo detalle y claridad para que los políticos lo entiendan. Pero es que, además, la actualidad no para de proporcionarnos datos y hechos que confirman la gravedad y urgencia de la crisis climática. Estos cinco son de los más llamativos:

1. Récord de temperaturas. El planeta se está calentando más de lo que lo había hecho desde que existe la civilización humana. Si bien episodios puntuales como el de la ciudad rusa de Arkhangelsk, en la costa ártica, que alcanzó el 11 de mayo los 29 ºC, hacen saltar las alarmas, es la tendencia a largo plazo la que pone en evidencia que estamos llegando muy lejos. Según la AEMET, el verano se ha expandido en España cinco semanas más, con “olas de calor” cada vez más frecuentes e intensas, consistentes con la percepción de que “hace más calor”. En un país como el nuestro, en el que el mayor peso en el PIB lo tienen sectores tan dependientes del clima como la agricultura o el turismo, los motivos de preocupación son evidentes.

2. Récord de CO2. La concentración atmosférica de CO2, el principal gas de efecto invernadero causante del cambio climático, ha alcanzado las 415 ppm (partes por millón), algo que no había sucedido en los últimos 3 millones de años. No han pasado ni seis años desde que nos alarmábamos porque se habían alcanzado las 400 ppm. Esto va muy rápido.

3. Seguimos subvencionando los combustibles fósiles, principal causa de emisión de CO2. Lo acaba de decir el Fondo Monetario Internacional, que calcula que la subvención total mundial ascendió a 5,2 billones de dólares en 2017, un 6,5% del PIB mundial. Los países que más subvencionan estos combustibles son China, EEUU, Rusia, la India y la Unión Europea. El 85% del total se lo llevaron el carbón y el petróleo. Sin esas subvenciones, las emisiones mundiales habrían sido un 28% menores en 2015 y las muertes por contaminación atmosférica habrían bajado un 46%. Y los ingresos públicos habrían ascendido en un 3,8% del PIB. Este tipo de subvenciones deberían ser absolutamente inadmisibles hoy en día.

4. Es factible prescindir a corto plazo de las principales fuentes de emisión de CO2. En España, un estudio del Instituto de Investigación Tecnológica para Greenpeace demostró la viabilidad de cerrar todas las centrales de carbón en 2025 y sin tener que alargar para ello la vida de las centrales nucleares. Otro estudio del Centro Aeroespacial Alemán para Greenpeace calculó que, para conseguir la reducción de emisiones que Europa debería asumir en cumplimiento del Acuerdo de París, la venta de vehículos diésel o gasolina debe finalizar no más tarde de 2028.

5. A medio plazo, podemos suministrar el 100% de nuestras necesidades energéticas con fuentes renovables. El estudio Energía 3.0 de Greenpeace demostró cómo satisfacer exclusivamente con renovables todas las necesidades de energía en todos los sectores (transporte, edificación, industria, etc.) y cómo hacerlo de forma más fácil, rápida, sostenible y asequible gracias a la eficiencia energética y a los sistemas inteligentes. Energía 3.0 demuestra que, además de ser técnicamente viable, resulta mucho más favorable desde el punto de vista técnico, económico, social y ambiental.

Por todos estos motivos, está más que justificada la declaración de emergencia climática. Ahora bien, ¿eso qué implica? No basta con una declaración vacía tras la que luego se mantengan las mismas políticas que nos han traído hasta aquí. Lo que hace falta son compromisos firmes y transformadores que estén a la altura. Aquí van cinco propuestas concretas:

1. La Unión Europea debe llevar sus emisiones netas a cero en 2040. Y para llegar ahí, teniendo en cuenta el peso económico y la responsabilidad histórica europea, la reducción de emisiones debe acelerarse, de manera que en 2030 tiene que revisarse el objetivo vigente y situarlo en un 65% de reducción respecto a 1990. España debería contribuir proporcionalmente con un 55% de bajada, no el exiguo 20% que propone actualmente.

2. El sistema energético completo debe ser 100% renovable lo antes posible, en coherencia con lo anterior. Ya en 2030, la práctica totalidad de la electricidad que consumimos en España debería ser 100% renovable.

3. Hay que dejar de quemar carbón con urgencia. En 2025, todas las centrales térmicas (y las nucleares, porque no vamos a cambiar un problema por otro) deben estar cerradas.

4. El sector del transporte debe dar un volantazo. A lo largo de la próxima década, debe quedar prohibida la venta de coches que utilicen gasoil o gasolina y favorecer su sustitución por un sistema de transporte inteligente y eficiente, con mucho mayor peso del transporte público y de los modos no motorizados y en el que los vehículos que circulen sean eléctricos y preferentemente de uso compartido.

5. Hace falta un marco jurídico estable que recoja todos esos objetivos y garantice su cumplimiento. Para ello debe aprobarse cuanto antes una Ley de Cambio Climático y Transición Energética contundente y elevar la ambición del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que España tiene que aprobar este año para cumplir con las directivas europeas.

En definitiva, ante la emergencia climática no basta una declaración, hacen falta compromisos y acciones reales que cambien radicalmente la política y nuestras acciones. Esta debe ser la legislatura en la que pasemos a liderar la lucha contra el cambio climático.

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