En mi molesta opinión

A pesar del Gobierno y del IVA de las mascarillas, 'keep calm and carry on'

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
A pesar del Gobierno y del IVA de las mascarillas, 'keep calm and carry on'.
EFE

Aunque la escriba en inglés a todo el mundo le sonará la frase: 'Keep calm and carry on', o lo que es lo mismo: 'Mantén la calma y sigue adelante'. Este celebérrimo mensaje se ha hecho más famoso en estos últimos años que cuando nació en 1939 con el objetivo de subir la moral a una sociedad británica que se encontraba bajo la amenaza de una invasión nazi inminente. No digo que aprovechemos el sobrante de aquellos carteles que lucían -con su coronita monárquica incluida- tan versátil recomendación, ni tampoco que hagamos unos nuevos, pero sí que tomemos buena nota del sustancial y útil mensaje. Se trata de no desesperarse y de mantener la calma ante la que está cayendo y, sobre todo, mantener la calma ante la actitud de la mayoría de ‘nuestros’ políticos, aunque esto último quizá cueste más.

En esta guerra sanitaria y económica contra un virus importado y que no entiende, al menos que se sepa hasta la fecha, de ideologías ni colores políticos, nos encontramos con que la mayoría de los gobernantes y políticos españoles están aprovechando la ocasión para hacer política partidista -además en grado sumo- sin rodeos ni disimulos, y lo que es peor, sin preocuparles ni un ápice aspirar al bien común, ni buscar lo mejor para todos, que de eso va el bien común. Hay días que estos mandatarios ególatras utilizan la Covid-19 como excusa perfecta para no hacer algo; dos días después, lo utilizan como coartada idónea para hacer lo contrario. No se me escapa que gobernar es difícil, pero aceptar ser dirigidos por esta clase política tampoco resulta fácil.

Algunos sociólogos achacan la persistente lucha partidista a que en España la llegada del coronavirus sorprendió a la sociedad -y a su clase política- muy polarizada, debido en gran medida a la moción de censura de Rajoy, a una repetición electoral, un primer Gobierno de coalición, a la llegada de la extrema izquierda y los comunistas al poder, etc.; en definitiva, teníamos una realidad social que se estaba fraguando frente a un nuevo Ejecutivo que no había tenido tiempo de exponer sus cartas de presentación, ni sus principios de actuación, pero todos sospechaban y temían que no iban a ser nada halagüeños, entre otras cosas, tras oír a Sánchez declarar que no podría dormir si Iglesias estuviera en el gobierno. Ahora los que no duermen son los ciudadanos.

Lo malo de estas batallas políticas nacionales, que paradójicamente tanto fomenta el Gobierno de Sánchez e Iglesias -aunque deberían ser ellos los que propiciaran la tranquilidad y la paz social-, es que dañan la labor y la imagen de las instituciones del Estado, la moral de los ciudadanos (trabajadores y empresarios) y el prestigio de España en el extranjero, principalmente entre nuestros socios de Europa. En estos momentos los datos sanitarios nos sitúan como el peor país del continente ante la segunda ola de la pandemia, y aunque haya otros que estén sufriendo también la embestida de los contagios, no se aprecia que sus gobiernos en plena pandemia arremetan contra el Jefe del Estado, monten una especie de golpe partidista contra la Justicia, o se alíen con formaciones separatistas que aspiran a menoscabar la democracia española. Es decir, que aprovechen la crisis pandémica para tensar los pilares de la democracia.

Sánchez ha conseguido en poco tiempo algo que no era nada fácil, teniendo en cuenta la historia del partido, que el PSOE socialdemócrata de González desaparezca en España. Todo el mundo sabe que este Gobierno representa, ideológicamente hablando, la unión del 'sanchismo' (una doctrina personal difícil de clasificar por la falta de escrúpulos del líder) con el comunismo de acento sudamericano; es más, se acaba de anunciar que existen serias maniobras para que Podemos engulla a Izquierda Unida, el partido comunista que lidera -de momento- Alberto Garzón, y sólo pervivan unos colores y un líder. ¿Adivinan cuáles?

A pesar de todo lo dicho hay que mantener la calma. España es un gran país con mucha Historia y no será tan fácil destruirlo, aunque los embates sanitarios y económicos que estamos ya recibiendo no sean fáciles de encajar. Todo el mundo pone en valor el hecho de que pertenezcamos a la Unión Europea, ya que de algún modo ella vela y salvaguarda el Estado de derecho de nuestro país, frenando posibles tentaciones populistas. Sin embargo, no podemos ignorar la realidad que nos acecha, y si los datos sanitarios son pésimos, y no sólo en Madrid sino en gran parte del territorio español, los datos económicos son para asustarse. El FMI pronostica que a España le va a caer la del pulpo, que traducido a datos macroeconómicos significa que el PIB de España en 2020 puede desmoronarse hasta un 12,8 %. Esta es la peor cifra de las 17 grandes economías que el FMI destaca en sus análisis.

No quiero ahondar en los problemas y en los errores que comete este Gobierno, que parece que no se ha percatado todavía del enorme tsunami que se nos viene encima. Pero baste un ejemplo concreto para calibrar con precisión si el Ejecutivo está entendiendo el problema y está barajando las mejores soluciones para paliarlo. A día de hoy y según datos de la UE, España es el segundo país, después de Eslovenia, con el IVA de las mascarillas más alto de Europa, el mismo IVA que se aplica a los artículos de lujo: el 21 %.

En España ahora las mascarillas son obligatorias y ello supone para una familia de cuatro miembros un gasto diario de 3,84 euros, si quieren cumplir la normativa de un uso diario, multiplicado por 30 días el precio total es de 115,2 al mes. Un dinero nada desdeñable para una familia de economía apurada, como la mayoría hoy. La pregunta es la que sigue: si en Francia, Italia o Portugal el IVA no supera el 6%, ¿por qué en España el IVA de las mascarillas está en el 21 %? ¿Alguien quiere sacar provecho de la desgracia de todos? ¿Quién se está beneficiando de este IVA tan elevado? ¿Por qué no lo ponen por debajo del 6% como en los demás países europeos? Quizá sean estos pequeños/grandes detalles los que impidan que la sociedad española confíe en sus gobernantes y, por supuesto,… no consiga mantener la calma. 

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