En mi molesta opinión

Adriana Lastra y Lola Delgado ya no viven aquí

Dolores Delgado y Llop
Adriana Lastra y Lola Delgado ya no viven aquí. 
CONTACTO vía Europa Press

Todo parece indicar que Adriana Lastra y Dolores Delgado, dos mujeres de armas tomar que han adornado durante cuatro años los valores más encendidos del ‘sanchismo’, haciendo sin rechistar todos los favores que les indicaba “el jefe”, han decidido recoger sus cosas y salir por la puerta de atrás, sin brillo y sin hacer demasiado ruido. Ellas dicen que se van por cuestiones personales, por motivos de salud, pero todo el mundo sabe que Pedro Sánchez no da puntadas -en su caso “putadas”- sin hilo y sin beneficio personal. Él fue quien las puso allí -de vicesecretaria del PSOE y de Fiscal General-, y él ha sido quien las ha invitado a salir de la escena política porque habían agotado ambas su nivel de despropósitos, también denominado nivel de incompetencia.

De este modo, el presidente del Ejecutivo puede moverse con mayor agilidad para tener más despejada su plataforma de despegue electoral y elaborar un nuevo equipo menos desgastado y menos acribillado, tras los últimos fiascos electorales del PSOE en Andalucía y de la Fiscal General, que no ha sabido hacerse con el Ministerio Fiscal, ha perdido el control del Consejo y estaba cuestionada por la Junta de Fiscales de Sala. Es más, los dos órganos de asesoramiento y colegiación de las decisiones de la fiscal general, se han visto en su caso mermados y limitados; sin olvidar que Delgado se ha dedicado a primar al sector progresista y minoritario de la carrera, en detrimento de la Asociación de Fiscales.

Eso sí, a ambas damas Pedro Sánchez les garantiza su lealtad y gratitud en sendas dedicatorias selladas en Twitter, y un buen sueldo que las mantenga aliviadas y menos amargadas, como corresponde a personajes que han pululado por los altos y bajos andamios de la política. Aunque con Delgado tampoco pudo prosperar la intención del Gobierno de que una vez dimitida accediese de inmediato a la categoría de fiscal de Sala, al no pertenecer ella misma a ese grado. Sin embargo, ya tenemos sustituto, Alvaro García Ortiz, y para que todo quede en casa, atado y bien atado, el nuevo Fiscal General elegido es la mano derecha de la propia Delgado. Quién mejor que él para seguir con la corriente alterna de una elegida que fue cuestionada desde el primer día por su inapropiada independencia ya que su nombramiento se solapó con el que ostentaba como ministra de Justicia en el gabinete del propio Sánchez.

¿Pero qué está pasando realmente en Moncloa? ¿Qué objetivos particulares persigue Pedro Sánchez? Todo parece indicar que ha empezado ya la noche de los cuchillos largos, en versión socialista, y que los problemas de “salud” -ustedes ya me entienden- en el PSOE pueden continuar estos días hasta que se renueven o defenestren algunos cargos más y así tener despejado todo el panorama a principios de septiembre cuando se inicie la temporada de caza y pesca del voto electoral.

Sabemos, que estando Pedro Sánchez por medio nada sucede casualmente, y menos dos dimisiones tan potentes y tan seguidas como la de Delgado y Lastra, bien “maquilladas” ambas para jugar al despiste con los medios de comunicación y con los ciudadanos, y de las que el presidente del Gobierno no sólo estaba al corriente sino que las dirigió y planificó para elegir la ocasión propicia y el momento oportuno.

De Lastra se han dicho bastantes barbaridades estos dos días, casi todas ciertas y merecidas; por si fuera poco, no hay que olvidar que a todo político le llega, tarde o temprano, su ‘sanmartín’. Sánchez ha querido saborear unos días más el debate ese del estado de la nación, para ahora volver a la cruda realidad de sus cosas necesarias, esas que dice que nos afectan mucho -inflación y problemas económicos- pero que no sabe cómo frenarlas ni atajarlas. Tras vender una falsa euforia que nadie, ni siquiera sus socios han sido capaces de asimilar, ha decidido moverse aún más hacia la extrema izquierda justo cuando todas las señales indican que mejor salir corriendo en dirección contraria, si uno no quiere despeñarse por el abismo.

Pero al líder de los socialistas le gusta jugar con fuego, aunque vea que toda España está ardiendo, él cree que conseguirá extinguir todo lo que le echen, o en su defecto se hará la foto de rigor junto a las cenizas chamuscadas como un experto en desgracias ajenas, es decir, como un gran cenizo capacitado en malos rollos, desventura que muchos empiezan a creer que posee Sánchez, que desde que llegó a La Moncloa las desgracias no han dejado de sucederse y de sucedernos.

Este próximo sábado, con los nervios de todos los convocados a flor de piel, el presidente del PSOE reúne al Comité Federal para acometer los cambios en el organigrama del partido, con los que pretende dar un empujón de cara a las municipales y autonómicas de 2023. Según fuentes socialistas, Sánchez pretende desde hace días que sea La Moncloa quien tome el control de la coordinación en materia de acción electoral y comunicación del partido, sin olvidar la posible creación de un Comité Electoral. Ejercicios políticos y de organización que pueden sentar las bases para un partido y un Gobierno en franca decadencia electoral, pero que está dispuesto a jugar sus bazas hasta el último minuto, al precio que sea y apoyándose en quién sea, incluidos Bildu y ERC.

Todos estos desencuentros y ajustes de cuentas que pretende ejecutar Sánchez, vienen del día después al 19-J andaluz, y tras una tensa reunión con la Ejecutiva Federal, en la que anunció que se tomaría unas semanas para pensar no solo en la estrategia política a seguir tras aquella dolorosa debacle sin paliativos, sino que también realizaría los ajustes necesarios en el engranaje del partido. Por lo visto, ese día ha llegado. El crujir de dientes empieza a ser la música de fondo de los ministros socialistas y de los miembros de la calle Ferraz. La remodelación o reforma se hará ahora y continuará en septiembre, y con ella llegará el único objetivo que pretende Sánchez: que todos los cambios y todas las remodelaciones estén hechos a mayor gloria del líder socialista. No en beneficio del Estado, o de su partido, o de los propios españoles… no, en beneficio del único político que es capaz de besar su sombra. 

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