En mi molesta opinión 

El cartero siempre llama dos veces

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerce su derecho al voto en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, este domingo
El cartero siempre llama dos veces. 
EFE

Pedro Sánchez es un político que vive por y para la estrategia. Nada hay en él que no tenga una segunda consecuencia o derivada. Puede hundirse el barco en el que viaja, pero él antes de achicar el agua o reparar los motores lo primero que hará será planificar su salida de emergencia y su bote salvavidas para evitar al menos perder sus muebles y su persona. Eso de que el capitán es el último en abandonar el barco, era una idea romántica que en él ya no se practica.

En su última “maratón” de las elecciones autonómicas y municipales que tuvo lugar el 28-M convertida también en su primera meta volante plebiscitaria, el presidente del Gobierno, dados los resultados nefastos que obtuvo su partido y sus aliados de extrema izquierda, ha dispuesto ya de una nueva táctica y un nuevo paso que le facilite la posibilidad de afrontar su futuro político y proyectar nuevas maniobras electorales. Es decir, ni un paso atrás ni para coger impulso. Hay que seguir con la huida hacia adelante cueste lo que cueste y perdamos lo que perdamos. Bien mirado parece lo más sensato ya que el desgaste que podría sufrir Sánchez y el PSOE durante estos meses sería un desangrado demasiado costoso y evidente.

Para muchos, esta decisión de convocar nuevas elecciones generales para el 23 de julio es una especie del principio del fin, un anuncio irremediable de que una nueva era se avecina, pero a pesar de ello se mantienen opciones de remontada si las cartas no se juegan mal del todo. Para otros, es un gesto osado y atrevido -muy propio de Pedro Sánchez- y es el único que le puede ayudar a frenar la probable hecatombe electoral que se avecina y que vendría dada por la derecha, si antes la izquierda no frena la hemorragia de votos que acaban de sufrir los socialistas y sus aliados radicales.

Otra clave para entender el extraño y poco usual gesto de convocar nuevas elecciones al día siguiente de unas votaciones, es decir, justo el día después de haber organizado otras distintas, y pudiendo haberlas convocado todas el mismo día, responde a que de este modo el foco de la atención mediática se distrae y se desplaza de lugar y no se queda en las mieles de la derecha ni tampoco en la hiel de la izquierda. Es una manera muy a la moda de pasar de pantalla. En pocas palabras, los españoles se olvidan del 28-M y empiezan a pensar y a discutir del 23-J. Quizá algunos olviden que la tendencia mayoritaria será casar ambas circunstancias en una misma dirección y ver en ello un hecho concomitante que pueda alargar la agonía de la primera derrota y ampliarla a un segundo fracaso.

Por mucho que le cueste reconocerlo, Sánchez sabe que su imagen está muy deteriorada, no sólo por su extraña política argumental o por las incansables mentiras de José Félix Tezanos, sino por las encuestas reales y verdaderas de los demás sondeos que le responsabilizan de la mayoría de los problemas que han tenido todos los barones socialistas en sus regiones. Menos Emiliano García Page, que ha sido el único que mantiene su feudo manchego, y que se ha enfrentado de forma directa a Pedro Sánchez, todos los demás han sucumbido al desastre. Los promesas que estos meses ha hecho el aparato de propaganda de Moncloa para conquistar el 28-M junto con las ideas del propio presidente y que los ministros han ido repicando como voceros sin cabeza, deberán ser analizadas y rectificadas si se quiere evitar una nueva derrota.

El recurso más factible de la izquierda y la extrema izquierda será intentar ahuyentar al electorado con el viejo espantajo de que viene la extrema derecha, algo que a la mayoría de españoles que ya han probado lo que da de sí la extrema izquierda puede que no le asuste ni afecte demasiado. Las elecciones del 23 de julio pueden coincidir en buena medida con la constitución de los pactos PP-VOX en algunas Comunidades Autonómicas o grandes capitales y ello puede provocar ciertos reparos en algunos sectores de la izquierda radical. De todos modos, esta es una gran oportunidad para que la derecha en general pueda demostrar de lo qué es capaz, y serían muy necios si se enzarzaran en peleas absurdas por un quíntame de ahí esas pajas.

En contrapartida a la actitud de Núñez Feijóo respecto a Vox y a Santiago Abascal, Sánchez no está para tirar cohetes y en estos momentos es un verdadero náufrago de la política nacional que no puede elegir isla, ni tan siquiera un islote, ya que sus aliados de coalición y sus apoyos de extrema izquierda y separatistas a fin de cuentas han sido los que le han llevado a este gran fracaso. Una nueva reedición de esos posibles pactos tampoco se ve como la gran solución para el futuro socialista.

El presidente se las prometía felices el día que se lanzó a la aventura de crear un Gobierno Frankenstein que iba dando palos de ciego más que helados de limón, sin tener en cuenta el alto precio que podría pagar por ello. Hasta el PNV se apuntó a esta fiesta sin saber muy bien adónde iba, y que se ha demostrado nefasta para sus intereses, no así los de Bildu, la gran ganadora en el País Vasco. Casi todo el mundo veía claro que el rey andaba desnudo, todos menos el “rey” de Moncloa que seguía sin darse cuenta de la realidad. Ahora llega el momento de la definitiva verdad, el 23 de julio, una fecha pensada pero a la vez precipitada e improvisada en pocas horas, las que tardaron en llegar los resultados del nefasto 28-M para Pedro Sánchez. En definitiva, hoy más que nunca queda claro que “el cartero siempre llama dos veces”… sobre todo cuando la primera vez las papeletas te han castigado duramente.

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