OPINION

De la "derechita cobarde" a los complejos de la extrema derecha miedica

El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, en un acto en Cuenca
El secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, en un acto en Cuenca
EUROPA PRESS

Las campañas electorales son como las carreras de fondo, no las gana el que empieza a correr más rápido, sino el que consigue mantener un buen ritmo y aguanta hasta el final sin cometer grandes errores. Esta falsa precampaña de las elecciones generales del 28 de abril que vivimos (de pre- tiene poco, esto es ya una campaña de tomo y lomo), viene marcada por el miedo de los candidatos a meter la pata y quedarse fuera de la carrera por un error. Con tanto control mediático como hay y tantas redes sociales comentando hasta el color de la ropa interior de los candidatos, las decisiones o acciones equivocadas se amplifican y se penalizan mucho en las urnas.

De ahí que sorprenda que Vox, que disfruta de una buena posición en las encuestas y en la intuición de los profetas electorales, haya arriesgado tanto, y en consecuencia se esté equivocando más de la cuenta. Es cierto que en campaña no puedes quedarte quieto, la parálisis comunicativa también tiene su castigo, pero errar el tiro -y nunca mejor dicho- es casi peor. Hasta esta semana, Santiago Abascal y su partido mantenían un perfil bajo, jugando a favor de viento, y no participando en los medios de comunicación habituales, buscando más el amparo de las redes, donde se mueven con soltura, y en los medios minoritarios que no exigen tantas respuestas claras. Parecía que aplicaban la teoría de que es mejor estar un poco callado y parecer tonto, que abrir la boca y demostrarlo.

Y los de Vox abrieron la boca pensando que iban a demostrar lo cojonudos que son -tanto como los espárragos-, y de repente se pegaron un tiro en el pie. Empezaron a hablar de la necesidad de que en España toda persona debería tener derecho a portar un arma, como si esto fuera Wisconsin y ellos los representantes de la todopoderosa Asociación del Rifle. En España ya se puede tener y llevar armas, más allá de los miles de cazadores, cualquier ciudadano puede poseerla bajo estrictas condiciones de licencia. El propio Abascal lleva una, ya que estuvo amenazado por ETA.

Desde la barrera del análisis político, todo apunta a que Vox ha sacado el manual del buen populista de extrema derecha, guionizado por Steve Bannon, y ha decidido aplicar las fórmulas tópicas que ya utilizaron Trump en EE.UU. y Matteo Salvini en Italia, lanzando la propuesta de las pistolas como quien lanza caramelos desde la cabalgata de los Reyes Magos. Error, inmenso error. Vox iba bien con sus ideas recias de derecha extrema. Muchos desencantados del PP los ven como el salvavidas de su descontento, un partido de orden sin complejos, con indiscutible amor a la patria, y dispuestos a no tolerar el desafío independentista, aunque con propuestas escasas y confusas en otros temas sociales y económicos.

Pero de repente, lo de las pistolas ha desarmado a muchos de sus posibles votantes. Entre ellos, a los miembros de la Policía o la Guardia Civil, que no son pocos los que simpatizan con Vox, y que ven como desde este partido ahora sugieren que en España hay que llevar pistola para estar más seguro, una clara alusión a que el nivel de delincuencia es muy alto y que las fuerzas de seguridad del Estado no son capaces de solucionar el problema, en pocas palabras, que quizá no hagan bien su trabajo. Algo que sin duda ha molestado a los cuerpos policiales.

Afortunadamente, la realidad dice lo contrario. España es un de los países con menor índice de criminalidad. Nadie se plateaba esta cuestión, y nadie entiende qué necesidad tenía Vox de desenfundar el tema de las armas. Además, miles de familias de derechas y de misa dominical, pacifistas por vocación y religión, no les gusta nada que les asocien con un partido amante de las armas y que propone que todo el mundo lleve la suya, como gran solución. Vox se ha equivocado. Su imagen de partido duro, extremo en muchas cuestiones, que prefiere imponer a dialogar, no necesitaba la propuesta de las armas, ya se suponía que estarían a favor de ellas. Pero claro, cuando lo dices abiertamente, cuando propones que todo el mundo lleve armas de fuego apelando a la “legitima defensa”, cunde el desconcierto y el desencanto en algunos seguidores.

El otro error de Vox ha sido fichar a su candidato por Albacete, Fernando Paz, y expulsarlo a los cuatro días por discrepar con sus ideas. No estaban de acuerdo sobre lo que pensaba Paz acerca la homosexualidad: "Si mi hijo me dijera que es gay, trataría de ayudarle; hay terapias para reconducir su psicología". También cuestionó el Holocausto y provocó que la Federación de Comunidades Judías de España sacara un comunicado para "rechazar la candidatura de Fernando Paz dentro de las listas de Vox”.

Sin duda, el partido de Abascal ha tenido un traspiés con Fernando Paz. Es llamativo que le expulsen cuando le conocían de las tertulias televisivas y estaban de acuerdo con sus ideas (al menos, varios de sus candidatos). Al final, Vox ha demostrado tener sus complejos y sus miedos al qué dirán.

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