En mi molesta opinión

El día que Sánchez parecía un "cadáver político" y acabó siendo Terminator

Pedro Sánchez
El día que Sánchez parecía un "cadáver político" y acabo siendo Terminator. 
Jesus Hellin 2022

Pedro Sánchez está haciendo lo que sabe: contorsionarse sobre sus cuatro ejes para devolver los golpes que le van llegando a él de todas partes. Pero hay que observar que el presidente no embiste como un Miura envalentonado sino más bien como un buey acorralado y cabreado que quiere revertir su desdicha mientras sueña con su particular y gloriosa gesta socialista, de cuando le echaron del cuadrilátero de las primarias de Ferraz, y se montó una gira por provincias para conquistar a los votantes del PSOE excluidos del poder con la promesa de que él les devolvería su bienestar, su felicidad y su orgullo. De momento no han recuperado nada de eso, ni siquiera el orgullo.

Pero ese tiempo de peleas y esperanzas ya pasó, y la moción de censura acabó triunfando a pesar de los riesgos que se suponía iba a traer -lo suponían hasta los socialistas de peso como Rubalcaba- todos metidos en el mismo gallinero del PSOE junto a Unidas Podemos, los separatistas, los Bilduetarras, y otros fenómenos políticos ajenos o, al menos, no muy interesados en la lucha real por la prosperidad social y material de este país, que ahora sufre los problemas de su pasado más reciente. Y los sufre tanto que han tenido que culpar de todo mal a Vladimir Putin, que si bien tiene parte de la culpa en el tema del gas, no es el que cometió los primeros errores económicos y políticos que venimos arrastrando desde antes de la guerra de Ucrania.

Cierto es que al presidente le ha tocado bailar con la más fea del lugar desde el primer día que entró en La Moncloa. Pero aunque la música desafine y se muera el pianista en el momento más inoportuno, un buen director de orquesta ha de saber unir y coordinar todos los elementos y piezas que tiene a su disposición, que son muchísimos, y no sólo dedicarse a atacar a los empresarios, resucitar a Franco 47 años después, reinventar la ideología de género en beneficio de nadie o de muy pocos, polarizar la sociedad hasta la extenuación, no respetar la separación de poderes, quitarse la corbata para combatir el calor y echarle toda la culpa a la oposición y al cambio climático, mientras él no se baja del Falcon ni aunque se incendie el avión.

Sánchez ya ha demostrado de qué es capaz en estos cuatro años llenos de dificultades y graves problemas, y no parece que su fórmula sea muy convincente para la mayoría de ciudadanos. Sorprende que teniéndolo todo para ser el rey del mambo político se dedique a reencontrarse con los votantes en pequeños espacios intentando revivir su fetichismo socialista de antaño, y eso que tiene a su servicio todo el gran aparato estatal y mediático para anunciar sus medidas desde La Moncloa, o desde el Consejo de Ministros semanal, o desde el mismo Congreso o Senado -como ayer- con gran bombo y platillo informativo, además de los reales decretos que impone su ley, sin olvidar sus “mítines” televisivos periódicos, y unos medios de comunicación entregados y dóciles en su mayoría que acuden siempre que se les necesita…

Parece mentira que con tanto apoyo del Cuarto Poder y tanta exposición necesite reencontrarse con 50 votantes simpatizantes para estimular su ego natural. Quizá Sánchez piense que si la “gente normal” le ve a él cerca de otra “gente normal”, y no cerca de los periodistas teledirigidos incapaces de repreguntarle nada molesto, crean que el presidente es mucho mejor de lo que parece; y que una vez gane las elecciones autonómicas -para empezar- y las generales -para rematar-, la vida de los españoles será de color rosa, fantástica, lo nunca visto. Creo, más bien, que el motivo de todo ello no es otro que el gran miedo de Sánchez a las encuestas y a que le silben en los actos espontáneos, como le está sucediendo últimamente, todo ello le obliga a buscar refugios seguros y nostalgias del pasado para recordarnos -urbi et orbi- que cuando le echaron del PSOE todos le vieron -le vimos- como un “cadáver político”, pero acabó convirtiéndose en un Terminator sin contemplaciones ni escrúpulos, capaz con el tiempo de cortar la cabeza de sus amigos con el mismo gesto preocupado de quien se come un helado.

Sánchez busca la cercanía con gente anónima porque carece de ella: la política y La Moncloa le han deshumanizado y vive ahora aislado en su torre de marfil y sin contactos terrenales. Se ha olvidado de vivir para los demás, para los que le eligieron, y vive sólo para satisfacer las encuestas, que son como un segundo espejo donde proyectar su mayor ego. Él piensa que todo lo hace por el bien de la sociedad, pero todo el mundo sabe que Sánchez sólo tiene un bien: el que le marca su ombligo político. Esa percepción es la que debe mejorar, transmitir un rostro más humano a la vez que intenta salvar al país. La empatía no es un truco de manos para caer simpático, es una necesidad de los seres humanos para comunicarse y llegar a conectar correctamente con los conciudadanos, algo que a este presidente le cuesta mucho, sobre todo porque carece de esa misma empatía y de la propia simpatía, y sin un afecto sincero es muy difícil llegar al cerebro y al voto de los ciudadanos, por muy de izquierdas que sean.

El gran problema del “pobre” Sánchez es que su esfuerzo y su gesta política ya no encandilan a nadie, sólo a los muy cafeteros; y en cambio en la sociedad española se va imponiendo un cambio de ciclo que provoca a su vez una gran curiosidad por conocer el estilo y el hacer de Núñez Feijóo. No es sólo que Sánchez ya no dé alegrías y defraude a su propia parroquia, cosa muy probable en estos tiempos, sino que en torno al líder del PP se están creando unas expectativas -ciertas o falsas, ya se verá- pero reales que despiertan el interés y la curiosidad del electorado. El silogismo que todos tienen en mente es fácil: si la sociedad está cansada de las muchas desgracias que provoca y anuncia Pedro Sánchez, y en su lugar tenemos un buen recambio que es líder de la oposición, y además tiene gran experiencia de Gobierno en Galicia, y encima puede mejorar las cosas, sobre todo la economía… pues verde y con asas: habrá que intentarlo antes de que sea demasiado tarde.

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